La imagen del Parlamento
EL PAIS regresa de unas vacaciones presumiblemente amargadas por la inflaci¨®n y hasta por el mal tiempo veraniego. Comienza el a?o pol¨ªtico con preocupantes nuevas: el coste de la vida ha subido un 17% en los ¨²ltimos siete meses; el volumen de efectos impagados puede considerarse espectacular; hay pocos cr¨¦ditos; cerca de 7.000 empresas en todo el pa¨ªs se encuentran al filo de la suspensi¨®n de pagos; sombr¨ªos rumores de falta de tesorer¨ªa se expanden acerca de empresas tenidas por muy s¨®lidas; comienza a tomar cuerpo la posibilidad, nada exagerada, de que el empresariado del Pa¨ªs Vasco eche el cierre; la inflaci¨®n estimada para fines de a?o puede alcanzar el 30 %, cuando los dem¨¢s pa¨ªses de la OCDE, con una inflaci¨®n media del 7%, la tienen por preocupante. Concretamente, Francia se desvela ante la posibilidad de terminar 1977 con un 9% de inflaci¨®n.Hasta aqu¨ª algunos datos econ¨®micos propios y comparativos, a los que cabr¨ªa sumar cierto alarmismo p¨²blico ante la situaci¨®n pol¨ªtica, cuyo rumbo no aparece claro. Sabemos que el Gobierno, tras ganar las elecciones, a¨²n tantea su camino ideol¨®gico sin hallarlo, y que se limita a administrar el pa¨ªs con los residuos de la burocracia estatal canovista, que con m¨¢s de cien a?os de existencia pervivi¨® hasta 1975.
As¨ª las cosas, llegamos al primer pleno de trabajo de las Cortes -los anteriores fueron autoorganizativos-, y la opini¨®n p¨²blica accede un punto at¨®nita al espect¨¢culo de una ri?a aparentemente menor entre el Gobierno y el partido mayoritario de la Oposici¨®n, a. cuenta de las agresiones presuntamente sufridas por un diputado socialista a manos de la fuerza p¨²blica.
Parece que el hemiciclo vaya a ser el campo de Armaged¨®n, donde la Biblia sit¨²a la batalla final entre fuerzas del bien y del mal. Se elaboran largas listas de agentes de orden p¨²blico muertos en servicio; de otra parte, se confeccionan estadillos de toda la sangre que ha costado la democracia desde el 20 de noviembre de 1975 ac¨¢. Se rebusca en los archivos de los sanatorios para levantar a un diputado antecedentes cl¨ªnicos. El ministro del Interior nos depara un discurso de corte franquista, nutrido de obviedades, y en el que s¨®lo le: ha faltado recordar a los se?ores parlamentarios que los agentes del orden tambi¨¦n tienen madre.
Con un poco de perspectiva no es dif¨ªcil ver cada uno de los ¨¢rboles de este bosque en que ha devenido el llamado ?caso Blanco?.
De una parte, un intento clar¨ªsimo de trivializar la dignidad de la funci¨®n parlamentaria y la figura jur¨ªdica de su inmunidad.
De otra, pretender demostrar a un pa¨ªs, preocupado por su situaci¨®n general, que el sistema parlamentario no pasa de ser una caja de vanidades y querellas personales ode partidos.
Finalmente y descartada por prematura una salida fascista, amedrentar a las clases medias con los datos ciertos (pero no insolubles) de la situaci¨®n econ¨®mica,y presentar la opereta de una C¨¢mara legislativa abandonada a cabildeos de partido, venganzas de facci¨®n y tendedero de ropa sucia, ajena a los aut¨¦nticos y grandes problemas del pa¨ªs.
Es elemental que no s¨®lo el PSOE, sino toda la C¨¢mara debe velar por la dignidad parlamentaria supuestamente agredida en la persona del diputado Jaime Blanco. Y e Gobierno, que tambi¨¦n est¨¢ en el Parlamento, y que gobierna tras unas elecciones legislativas, deber¨ªa haber tenido la elegancia de ser el primero en la defensa de la C¨¢mara, en vez de empecinarse en una justificaci¨®n de papel de las fuerzas de orden p¨²blico a nivel de prirmer curso de Formaci¨®n Pol¨ªtica Nacional.
Lo que no ha pasado de incidente callejero de f¨¢cil arreglo entre unos caballeros del Gobierno y otros de Ia Oposici¨®n, ha devenido en una especie de caso Mateotti que algunos quieren llevar a extremos de rid¨ªculo.
La conclusi¨®n primera, insistimos, es de f¨¢cilextracci¨®n: he aqu¨ª una C¨¢mara parlamentaria perdiendo el tiempo en formalismos cuando peligra la vida econ¨®mica del pa¨ªs. La sombra de Pierre Poujade se levanta sospechosamente tras esta historia menor, por m¨¢s que su satisfacci¨®n sea irrenunciable. Tan cierta es la crisis de nuestra econom¨ªa, como evidente el derecho de los parlamentarios y de sus electores a no ser maltratado, por los responsables del orden. Pero los poujadistas, que se adivinan en el horizonte, ya han logrado confundir las cosas, dar al pa¨ªs una imagen. menoscabada del Parlamento, asustarle con datos econ¨®micos graves, y terraplenar un previsible campo de aterrizaje para la derecha autoritaria de siempre, que terminar¨¢ pidiendo lo que siempre ha pedido: su cirujano de hierro.
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