El poema que resume su poes¨ªa
Ayer mismo, poco despu¨¦s de conocer la noticia de haber sido galardonado con el Premio Nobel, Vicente Aleixandre eligi¨® su ?poema preferido?, o, al menos, el que mejor resume su concepto de la poes¨ªa. Se titula En la plaza y pertenece al libro Historia del Coraz¨®n, escrito entre 1945 y 1953, libro en el que su principal ex¨¦geta, Carlos Bouso?o, ha visto el comienzo de la ?¨¦poca de integraci¨®n en la colectividad? de la poes¨ªa aleixandriana.
En la plaza
Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los dem¨¢s, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.
No es bueno
quedarse en la orilla
como el malec¨®n o el molusco que quiere calc¨¢reamente imitar a la roca.
Sino que espuroy sereno arrasarse en la dicha
de fluir y perderse,
encontr¨¢ndose en el movimiento con que el gran coraz¨®n de los hombres palpita extendido.
Como ¨¦se que vive a h¨ª, ignoro en qu¨¦ piso,
y le he visto bajarpor unas escaleras
y adentrarse valientemente entre la multitud y perderse.
La gran masa pasaba.
Pero era reconocible el diminuto coraz¨®n afluido.
All¨ª, ?qui¨¦n lo reconocer¨ªa? All¨ª con esperanza, con resoluci¨®n o con fe, con temeroso denuedo,
con silenciosa humildad, all¨ª ¨¦l tambi¨¦n
transcurr¨ªa.
Era una gran plaza abierta, y hab¨ªa olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento riz¨¢ndolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidasy las reconfortaba.
Y era el serpear que se mov¨ªa
como un ¨²nico ser, no s¨¦ si desvalido, no s¨¦ si poderoso,
pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra.
All¨ª cada unopuede mirarse y puede alegrarse y puede reconocerse.
Cuando, en la tarde caldeada, solo en tu gabinete,
con los ojos extra?os y la interrogaci¨®n en la boca,
quisieras algo preguntara tu imagen,
no te busques en el espeja, en un extinto di¨¢logo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y b¨²scate entre los otros.
All¨ª est¨¢n todos, y t¨² entre ellos.
Oh, desn¨²date y f¨²ndete, y recon¨®cete.
Entra despacio, como el ba?ista que, temeroso, con mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todav¨ªa no se conf¨ªa.
Pero ¨¦l extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazosy se entrega completo.
Y all¨ª fuerte se reconoce, y crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y salta y conf¨ªa,
y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.
As¨ª, entra con pies desnudos. Entra en el hervor, en la plaza. Entra en el torrente
que te reclama y all¨ª s¨¦ t¨² mismo.
?Oh peque?o coraz¨®n diminuto, coraz¨®n que quiere latir
para ser ¨¦l tambi¨¦n el un¨¢nime coraz¨®n que le alcanza!
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