Un suave casta?azo
Hoy d¨ªa todo el mundo habla mal, todo el mundo practica el exabrupto. Los hombres porque siempre lo usaron, las mujeres para mostrarse emancipadas, los j¨®venes como afirmaci¨®n de personalidad, los viejos por parecer m¨¢s j¨®venes. Todo el mundo emplea en mayor o menor medida lo que antes se llamaba ?lenguaje soez?, al que una nueva moral o la eterna moral, a su vez emancipada, ha venido a sacar de sus viejas prisiones.De pronto, tras siglos de un lenguaje puritano en los que se empleaba casi exclusivamente como elemento de liberaci¨®n, la novela, el teatro, el cine han rescatado esta vieja forma de expresarse, reduciendo la tradicional a ciertos medios de comunicaci¨®n de masas, a la vez nuevos y ya familiares.
El casta?azo
Gui¨®n: Nancy Dowd. Fotograf¨ªa: V¨ªctor Kemper. Direcci¨®n: George Roy Hill. M¨²sica: Elmer Bernstein. Int¨¦rpretes: Paul Newman, Sttrother Martin, Michael Ontkean, Jeniffer Warren. Comedia. EE.UU, 1976. Local de estreno: Conde Duque.
El exabrupto supone, aparte de una descarga, por as¨ª llamarla, emocional, una forma de agresi¨®n viva y violenta, como insulto, amenaza o incluso como adjetivo afectuoso, y el cine no pod¨ªa pasar por alto su importancia ante un p¨²blico precisamente feliz ante esa misma violencia. Cualquier pel¨ªcula espa?ola, venga a cuento a no, por encima del tema o de la forma, lleva ahora su carga verbal, la mayor parte de las veces aplicada con infantil abundamiento.
Algo parecido, aunque a distinto nivel, como siempre, puede afirmarse del cine de fuera, el norteamericano sobre todo, aunque en ¨¦l sociedad, temas y personajes, cuando no la simple an¨¦cdota, justifiquen con la dureza de su vida cotidiana modos de hablar o producirse infinitamente lejanos a los nuestros. Tal es el caso de Slap Shot, ¨²ltimo filme de George Roy Hill, retrato de la vida y milagros de un modesto equipo de hockey sobre hielo, en el que la violencia f¨ªsica arrastra a la verbal como l¨®gica consecuencia. El argumento no es nuevo, es el de siempre: el de un viejo jugador en el ocaso de su vida deportiva, un equipo que no marcha, sus mujeres convertidas en viudas del deporte y un final feliz con la conquista del campeonato. La novedad principal, al menos desde el punto de vista cinematogr¨¢fico, es precisamente el de esa violencia llevada al deporte-espect¨¢culo, y desde el punto de vista coloquial, el de sus di¨¢logos, que en Cannes y en su versi¨®n original consiguieron para esta pel¨ªcula el curioso galard¨®n de ser considerada como ?la peor hablada de la historia del cine?.
Como es f¨¢cil suponer, tambi¨¦n ese lenguaje singular y espec¨ªfico resulta poco menos que intraducible, no s¨®lo desde el punto de vista sem¨¢ntico, sino desde el moral y comercial propio de cada pa¨ªs y de sus distribuidores. As¨ª, este Casta?azo, notablemente suavizado en los di¨¢logos, pero intacto en la violencia de sus im¨¢genes, se convierte en una comedia a ratos divertida y en ocasiones sentimental, que en algunos momentos parece ir a calar en la realidad de la vida americana para al fin contentarse con algunos toques superficiales a medias entre lo burlesco y la farsa.
Georges Roy Hill, que en Dos hombres y una mujer nos ofrec¨ªa un filme ambiguo, pero lleno de una amable y feliz iron¨ªa, aqu¨ª parece moverse inseguro entre el humor y el melodrama. Quiz¨¢ por ello la historia que se inicia felizmente y que cuenta con hallazgos divertidos, a la postre defrauda, con un Paul Newman demasiado protagonista al viejo estilo, en contraste con tanta juventud en torno, marcado por el peso de las canas y los a?os.
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