Un plan "aceptable" y vulgar
DESPUES DE quince d¨ªas de largas negociaciones, el llamado ?pacto de la Moncloa? se ha materializado en un documento detallado, que el pr¨®ximo martes firmar¨¢n los partidos con representaci¨®n parlamentaria y el Gobierno.Concluye de esta forma un per¨ªodo de. comentarios. intranquilidades y desconcierto en la opini¨®n p¨²blica, que contemplaba c¨®mo la situaci¨®n econ¨®mica se degradaba d¨ªa a d¨ªa sin que, como subrayamos en estas mismas p¨¢ginas, el Gobierno se decidiera a gobernar. Este acuerdo tiene, entre otros aspectos importantes. el de suprimir todo pretexto para la inacci¨®n. Veamos, pues, los rasgos m¨¢s destacados del mismo.
De sus nueve cap¨ªtulos, los tres primeros suponen la definici¨®n del marco general en que se va a desenvolver la econom¨ªa espa?ola en 1978. Aun sin ser demasiado concreto, se adivinan las tensiones a que va a estar sometida.
Los datos sobre evoluci¨®n del presupuesto, cuant¨ªa del d¨¦ficit, recurso a la financiaci¨®n del Banco de Espa?a, crecimiento del dinero. topes al aumento de la masa salarial. posibilidades de reducci¨®n de plantillas y control de las prestaciones del seguro de desempleo, plantean un horizonte de crecimiento del producto muy bajo -apenas superior al 1%- con descensos fuertes en los cap¨ªtulos de consum¨® privado e inversi¨®n y crecimiento de los precios al consumo a ritmos todav¨ªa superiores al 20 %; es decir, muy por encima de la media de los de la OCDE. La consecuencia inevitable es que, por un lado, las empresas menos s¨®lidas se resentir¨¢n y son de esperar numerosas quiebras y, por otro, que el paro aumentar¨¢ en cifras dif¨ªciles de precisar, pero, que no estar¨¢n por debajo de las 100.000 personas. En otras palabras, los pr¨®ximos meses van a ser duros, pero lo cierto es que no cab¨ªa esperar otra cosa. Se ha perdido demasiado tiempo confiando en que cab¨ªa otro tipo de soluci¨®n, y ahora es preciso pasar por una etapa de deflaci¨®n m¨¢s prolongada que la que hubiera sido preciso de haber adoptado estas medidas seis meses antes.
Est¨¢ por ver cu¨¢l ser¨¢ la reacci¨®n de centrales sindicales y de empresarios. Ambos tienen, l¨®gicamente, objeciones de fondo a los acuerdos de la Moncloa. Para las centrales, la limitaci¨®n de los salarios en momentos de r¨¢pida inflaci¨®n constituye una p¨ªldora muy amarga, cuya acidez se refuerza con su negativa a aceptar la posibilidad de que las empresas reduzcan sus plantillas. Para los empresarios, por el contrario, esa posibilidad es la ¨²nica garant¨ªa de que pueden sobrevivir mediante la recuperaci¨®n de niveles de productividad suficientes para alcanzar tasas de beneficio remuneradoras.
Poco puede objetarse al contenido de los cap¨ªtulos segundo y tercero sobre reforma fiscal -de la que nos ocuparemos en un pr¨®ximo editorial- y de control del gasto p¨²blico en el cual debe alabarse la referencia a la necesidad de asegurar la independencia y eficacia de? hasta ahora pr¨¢cticamente inexistente Tribunal de Cuentas. La Seguridad Social requiere un comentario por separado, siquiera sea porque se trata de un cap¨ªtulo de gastos tan importante por s¨ª solo como el presupuesto del Estado. A nosotros nos parece no s¨®lo conveniente, sino imprescindible, que el control de esos gastos pase a depender de la Intervenci¨®n General del Estado y del Parlamento en ¨²ltimo lugar. Pero pensamos que la soluci¨®n definitiva ha de transcurrir por otros senderos. Se impone, en nuestra opini¨®n, dividir ese monstruo que es la Seguridad Social en piezas -la atenci¨®n m¨¦dica y hospitalaria, el seguro de paro, el r¨¦gimen de pensiones- y adjudicar la gesti¨®n de cada una de esas ¨¢reas a ministerios distintos. Sobre esta idea tambi¨¦n volveremos en un futuro.
De los restantes cap¨ªtulos del acuerdo cabe destacar algunos temas que parecen haberse enfocado con singular acierto -la necesidad de un nuevo enfoque de la pol¨ªtica energ¨¦tica y la creaci¨®n de un ente nacional que coordine los hasta ahora dispersos intereses del Estado en los campos de la distribuci¨®n, transporte, refino y producci¨®n; el ataque frontal a los problemas de especulaci¨®n del suelo urbano, deficiente escolarizaci¨®n y mala pol¨ªtica agraria.
En otros temas, sin embargo, vemos peligros evidentes. As¨ª, en el sistema financiero se hace referencia a proyectos de ley sobre regulaci¨®n de organismos rectores del Banco de Espa?a y del cr¨¦dito oficial que pueden prestarse a utilizaciones demag¨®gicas o partidistas. En el caso del Banco de Espa?a, en particular, el modelo debe ser el de aquellos pa¨ªses que tienen un banco central independiente del Gobierno y regido por personas cualificadas t¨¦cnicamente y no al rev¨¦s. Las referencias a la mediana y peque?a empresa suscitan tambi¨¦n el temor de que, por af¨¢n de ayudar a empresas ineficientes, se monte un sistema costoso y entorpecedor del, eficaz funcionamiento del. sistema financiero. Por ¨²ltimo, los deseos de potenciar el mercado de renta fija o liberalizar las funciones de los agentes mediadores en los mercados de capitales apuntan en la direcci¨®n correcta, pero deben plasmarse en normas s¨®lo despu¨¦s de un estudio cuidadoso de todas las complejas consecuencias que esos cambios originar¨¢n en el mercado de capitales.
Si tuvi¨¦ramos que resumir en pocas palabras los acuerdos logrados, dir¨ªamos que estamos ante un documento que fija un punto de partida aceptable, pero que corre el riesgo de convertirse en el habitual rosario de buenos deseos, tan caracter¨ªsticos de los planes de desarrollo de la ¨¦poca franquista si el Gobierno no pone inmediatamente manos a la obra en la tarea de convertir esos cap¨ªtulos en medidas operativas. O, dicho de otro modo, que los acuerdos de la Moncloa eliminan todo pretexto para no encararse con los problemas. Desde el martes, la consigna que el Gobierno debe tener en materia econ¨®mica es muy simple: al trabajo.
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