Ej¨¦rcitos, ?solo para militares?
ex comandante
El d¨ªa 22 de octubre pasado aparec¨ªa en Tribuna Libre un art¨ªculo con el t¨ªtulo Militarismo y Ej¨¦rcito, de Jos¨¦ Luis Alcocer. Aunque creo que coincido en una gran parte con su intenci¨®n y planteamientos, sin embargo me parece interesante hacer unas precisiones sobre alguno de los puntos que contiene, relacionados con aspectos que desde hace mucho tiempo me preocupan.
Despu¨¦s de recordar las apelaciones de ciertos sectores de la derecha a la intervenci¨®n del Ej¨¦rcito para implantar por la fuerza las soluciones pol¨ªticas por ellos deseadas, y, desde otro lado, las preocupaciones p¨²blicamente manifestadas por alguna persona de izquierdas sobre la posibilidad de que eso suceda, pone Alcocer en una misma balanza ambas actitudes para condenarlas con el mismo rasero, denomin¨¢ndolas ?militarismo propio de la derecha tradicional y antimilitarismo cl¨¢sico de la ¨ªzquierda?. Ciertamente entiendo que es una torpeza.utilizar como argumento para defender cualquier tipo de acci¨®n pol¨ªtica el miedo a un peligro inconcreto, irreal y ante el que parece que no cabe m¨¢s que capearlo procurando no irritar a un misterioso ser amenazante, es una torpeza porque no rite parece que se pueda actuar racionalmente ni con ¨¢nimo de superaci¨®n bajo la presl¨®n del p¨¢nico. Sin embargo, me parece que entre esto y el antimilitarismo cl¨¢sico de la izquierda hay una gran- diferencia, hoy d¨ªa, lejos de los tiempos en que generalmente los ej¨¦rcitos ten¨ªan funciones opresivas o mercenarias, en guerras coloniales o de defensa de intereses, creo que no existe ning¨²n sentimiento antimilitarista sistem¨¢tico en los partidos de izquierda responsables ni mucho menos un deseo de utilizar en ning¨²n sentido la fuerza de las armas, que todos ellos admiten como necesarias para la defensa com¨²n ante posibles ataques exteriores.
Muy diferente me parece en cambio la actitud de la extrema derecha, y a veces de la que no se autotitula extrema. Aqu¨ª s¨ª que hay que rechazar e incluso denunciarla postura del¨ªctiva de aquellos que Incitan a los detentadores de la fuerza de todos, para que la utilicen ¨¦n provecho de ellos, en contra de la legalidad democr¨¢tica y manejando unos t¨®picos que constituyen el militarismo tradiciprial. Milita.rismo que merecer¨ªa un detenido an¨¢lisis sociol¨®gico y sicol¨®gico, pero que yo sintetizar¨ªa como el juego dial¨¦ctico mediante el cual el poseedor o utilizador de la fuerza justifica su empleo, no como un mal menor para defenderse, sino mitific¨¢ndola como algo superior, con valores morales propios, reflejados en la fraseolog¨ªa b¨¦lico castrense en que se llega a hablar de la guerra y la violencia como algo positivo, necesario y purificador, y de sus art¨ªfices como poseedores de grandes virtudes y carismas por el mero hecho de serlo.
Con esta matizaci¨®n de tanta importancia cualitativa es como suscribir¨ªa la petici¨®n del art¨ªculo de referencia sobre que la derecha y la izquierda dejen al Ej¨¦rcito en paz, si lo que pretenden es capitalizarlo en provecho propio, directa o indirectamente.Sin embargo, el mismo art¨ªculo de Alcocer me sugiere una nueva matizaci¨®n cuando habla de que ya hay una reforma de las Fuerzas 'Armadas en preparaci¨®n, y parece dar a entender que con eso debe cesar cualquier referencia a esa instituci¨®n, ya que ella misma debe ser la que atienda a su perfeccio-
namiento, con la ¨²nica intervenci¨®n de las Cortes cuando las reformas requieran ser sancionadas con leyes.En este planteamiento diferimos. Yo creo que el tema de las Fuerzas Armadas, es decir, de la Defensa Nacional, puede ser tratado, o mejor, debe ser tratado por la derecha y por la izquierda y por el centro, o por cualquier ciudadano, de la misma forma que todos (en un sistema democr¨¢tico, naturalmente) pueden preocuparse e intervenir sobre la agricultura, la econom¨ªa, los derechos humanos, la educaci¨®n, etc¨¦tera.Y no pretendo naturalmente consegu 1 rcon esto que todo el mundo se aficione a los temas t¨¦cnicos castrenses para transformarse en estrategas de sal¨®n, aunque desde lirego est¨¦n tambi¨¦n en el derecho de hacerlo. Los problemas relativos a la defensa nacional, en los que cualquier ciudadano puede verse involucrado en su vida habitual, son m¨²ltiples, y van desde la repercusi¨®n en su econom¨ªa del coste de esa defensa hasta su participaci¨®n personal en ella.Por otra parte, no estamos todav¨ªa en una situaci¨®n estable y consolidada de convivencia democr¨¢tica en que todas esas cuestiones estar¨ªan ya resueltas de forma m¨¢s o menos satisfactoria y aceptada por todos, situaci¨®n en la que s¨®lo una renovaci¨®n siempre deseable o un control habitual pondr¨ªan esos temas de actualidad. Todo lo contrar¨ªo, pues ahora empezamos esa convivencia democr¨¢tica con el lastre inmenso de salir de una reciente dictadura de cuarenta a?os y de un pasado anterior de varios siglos en que las situaciones democr¨¢ticas han sido la excepci¨®n. As¨ª pues, todas nuestras instituciones requieren unaprofunda transformaci¨®n, y entre ellas, en lugar destacado, nuestras Fuerzas Armadas, como sin duda lo reconoce el actual ministro de Defensa.al proponer un amplio repertorio de reformas.Por tanto, me parece necesario que ahora, precisamente ahora, todos los espa?oles se preocupen de sus ej¨¦rcitos, de c¨®mo han sido hasta aqu¨ª y de c¨®mo quieren que sean a partir de este momento. Y para ello es preciso que se disipen ternor¨¦s, desconfianzas y mitificaciones, de un lado, y complejos, sentimientos de clase o ideas tecn¨®cratas, de otro, abriendo los cauces precisos mediante la informaci¨®n m¨¢s transparente, para el conocimiento, la cr¨ªtica y la opini¨®n. Y, sobre todo, por parte del Gobierno, rectificar esa prohibici¨®n difusa en que. so pena de salvaguardar ciertos valores, se Impon¨ªan limitaciones de expresi¨®n en relaci¨®n con las Fuerzas Armadas. Estoy seguro de que ning¨²n militar responsable desea ser objeto de misterio, por el contrario entiendo que se sentir¨¢ muy honrado con el inter¨¦s, aun cr¨ªtico, de sus conciudadanos.
En consecuencia , y entrando en un terreno concreto, me parece necesaria y urgente la mayor atenci¨®n a la reforma propuesta por el general Guti¨¦rrez Mellado, a lo que contiene y a lo que falta, a sus aciertos y a sus deficiencias, y ello sin esperar a que vayan llegando proyectos de ley a las Cortes. Yo, al menos, espero poder referirme pr¨®ximamente a alg¨²n aspecto concreto, y desear¨ªa animar a hacer l¨®mismo a todos los interesados en el tema, especialmente a los miembros en activo de las Fuerzas Armadas, para los que no dudo que habr¨¢ la autorizaci¨®n correspondiente del ministro de Defensa. Entiendo que el conocimiento de la opini¨®n p¨²blica, contrastada con la experiencia profesional, deber¨¢ ser muy valioso para los parlamentarios que, en la comisi¨®n de Defensa o en los plenos, han de elaborar, discutir y aprobar o rechazar los proyectos de ley correspondientes, provengan del Ministerio de Defensa o de cualquier grupo parlamentario.
As¨ª iremos terminando con la situaci¨®n artificial en que las Fuerzas Armadas constitu¨ªan un tema que,s¨®lo pod¨ªa verse bajo los prismas deformantes del misterio, o del miedo, o del halago, o de la mitificaci¨®n. Para ello ser¨¢ ¨²til recordar que, aun en tiempo de paz, en esas Fuerzas Armadas los militares profesionales s¨®lo son una minor¨ªa.
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