El mundo, ante una dif¨ªcil transici¨®n
Miembro del Club de Roma
Un an¨¢lisis sistem¨¢tico y serio de los problemas que aquejan a la humanidad en la hora presente da lugar f¨¢cilmente a que nos invada la impresi¨®n de que el mundo est¨¢ en medio de un t¨²nel al final del cual aparece un gran interrogante. Para unos ese futuro es el caos, lo que refleja muchas veces su propio desaliento; para otros, el optimismo de futuro es total y responde generalmente a pura frivolidad. Ser¨ªa deseable que los m¨¢s, siendo conscientes de la gravedad de los problemas, mantuvi¨¦semos una esperanza responsable. Todos los datos disponibles parecen confirmar que la situaci¨®n mundial econ¨®mica y social, de la que no escapa Espa?a, est¨¢ abocada a empeorar y ser¨¢ preciso superar muchos escollos antes de poder entrar en una nueva fase de prometedoras realidades. Tal es la reflexi¨®n que traigo decantada de las recientes reuniones del Club de Roma en las que he participado, tanto en Estocolmo con varios jefes de Gobierno, como en Houston en torno al tema de ?Alternativas del desarrollo para lograr sociedades viables y equitativas?. En ambos casos y dentro de una perspectiva global se han analizado los problemas m¨¢s acuciantes del mundo. He aqu¨ª algunos de ellos.
El primero de todos, por su trasfondo y porque por primera vez ha saltado en estas reuniones como una preocupaci¨®n prioritaria, es la urgencia de recuperar valores para la nueva sociedad en ciernes. ?El hombre, que ha adorado estos a?os la ciencia, la tecnolog¨ªa, los bienes de consumo -se ha dicho- ha matado el alma, ha abandonado a Dios. Lo ha desacralizado y secularizado todo. El ego¨ªsmo nos impide sentir ya Incluso el dolor ajeno, aunque nos sea pr¨®ximo.? En estos foros, de tan amplio espectro representativo de ideolog¨ªas y creencias, no son frecuentes estas palabras y menos a¨²n lograr una acogida tan amplia de las mismas, como fue el caso. La primera de las muchas crisis actuales reside en la intimidad de cada hombre, en su autenticidad ante su destino, frente a tanta simulaci¨®n en sociedad. Empieza a haber conciencia de la urgencia de reasumir responsabilidades individuales y ello tanto m¨¢s cuanto que el lenguaje de ciertos -pol¨ªticos y soci¨®logos ha llegado a crear un clima de desesperaci¨®n entre muchos j¨®venes, al negar la validez de formas existentes de organizaci¨®n social, sin ofrecer en cambio alternativas viables y ¨¦ticas, lo cual ha contribuido no poco al terrorismo entre los m¨¢s frustrados so?adores de haza?as sumidos as¨ª en la mayor miseria moral. Otra secuela, menos dram¨¢tica pero fuente de no pocos sobresaltos en el curso de la evoluci¨®n social y econ¨®mica del mundo, es que de pronto se ha generalizado el deseo de tenerlo todo y ahora, sin percatarse que los l¨ªmites del crecimiento son adem¨¢s de f¨ªsicos (l¨ªmites externos) tambi¨¦n y muy principalmente sociales (l¨ªmites internos del progreso).
En esa dial¨¦ctica y tensi¨®n del desarrollo se halla afectado el mundo, entre otros muchos factores, muy principalmente por la creciente escasez o, mejor dicho, creciente costo de la energ¨ªa. Pero el estudio detallado de tan esencial tema muestra, para sorpresa de muchos, que el problema no es de falta de energ¨ªa, ni siquiera de tecnolog¨ªa, sino de falta de capital. Se dice que el petr¨®leo tiene sus a?os contados, pero eso es cierto, sobre todo, para el petr¨®leo de f¨¢cil explotaci¨®n, que suele ser un tercio del contenido de los pozos, mientras que los dos tercios restantes se dan por no explotables porque requieren mayores recursos tecnol¨®gicos e inversiones. La energ¨ªa nuclear, soluci¨®n por excelencia a plazo medio, aparte del problema de almacenamiento de los residuos radiactivos y la consiguiente resistencia social a la amenaza que encierra, suma ahora a sus dificultades el peligro de una f¨¢cil utilizaci¨®n como arma de terroristas. Junto a ello, el hecho es que las inversiones de capital siguen siendo muy elevadas. Y esto es particularmente cierto para la energ¨ªa solar, soluci¨®n ¨®ptima por la ventaja de no ser contaminante. Porque el hecho es que para producir un kw/hora con hidrocarburos f¨®siles se invierten del orden de cincuenta d¨®lares, mientras que para un kw/hora producido con energ¨ªa solar se necesitan invertir hoy en d¨ªa del orden de 3.000 d¨®lares. Y las inversiones necesarias para producir la energ¨ªa requerida dentro de veinte a?os se calculan del orden de 40.000 millones de d¨®lares. A pesar de estas ingentes cifras, cabe apuntar, sin embargo, que unos acuerdos mundiales aut¨¦nticos y eficaces en materia de desarme entre las superpotencias permitir¨ªa transformar las grandes industrias de armamentos en industrias para la ?lucha por la soluci¨®n energ¨¦tica?, sin las temidas convulsiones industriales y econ¨®micas.
Junto a los problemas de la energ¨ªa, desencadenante visible de la actual crisis mundial, aparece el desempleo como estigma directo y creciente en todo el mundo. De una poblaci¨®n activa mundial de 1.500 millones, la cifra de desempleo alcanza ya los trescientos millones, aunque algunos pa¨ªses acudan al eufemismo del ?subempleo? que aquejar¨ªa a doscientos millones del total se?alado. Resulta especialmente alarmante comprobar que entre los sin empleo en Occidente haya ahora unos quince millones de profesionales especializados, cifra que explica en cierta medida las actitudes y el lenguaje de creciente ego¨ªsmo entre gobernantes, precisamente cuando m¨¢s se requiere una cooperaci¨®n generosa. Y mientras esto ocurre se calcula que de aqu¨ª al a?o 2000 hace falta crear en el mundo novecientos millones de nuevos puestos de trabajo, lo que da una dimensi¨®n angustiosa al problema del empleo.
Ante estas dimensiones surgen tambi¨¦n los interrogantes sobre la alimentaci¨®n y el futuro de las industrias. Todos los estudios concluyen que, a condici¨®n de que se disponga de fuentes adecuadas de energ¨ªa, los alimentos no habr¨ªan de faltar en t¨¦rminos absolutos, sobre todo contando con los avances en selecci¨®n de semillas de mayor rendimiento y en nuevas t¨¦cnicas de cultivo. Pero la distribuci¨®n equitativa de esos productos ya es otro cantar, porque de hecho se derrochan en gran medida por un 20 % de la poblaci¨®n mundial, mientras los dem¨¢s viven con escasez o pasan hambre. Y a ello. se agrega que con el paso de los a?os y la incontenible urbanizaci¨®n que se extiende por doquier, corren cada vez m¨¢s riesgo las disponibilidades de tierras laborables. Por de pronto cada a?o se pierden a causa de ¨¦stos, entre cinco a ocho millones de hect¨¢reas de la mejor tierra agr¨ªcola. Si a ello se a?aden los serios riesgos climatol¨®gicos con la progresiva desertizaci¨®n del mundo, las variables e inc¨®gnitas aumentan y claman por planes alimentarios m¨¢s conjuntados entre los grandes pa¨ªses productores agropecuarios. Junto a la austeridad y a la prudencia en el consumo de productos naturales, se pone tambi¨¦n de manifiesto la necesidad de una m¨¢s ordenada producci¨®n industrial y la reconversi¨®n de productos, eliminando muchos procesos dilapidadores de recursos. La degradaci¨®n biol¨®gica de residuos contaminantes y la recuperaci¨®n de materias primas, ahora limitada a un promedio del 30 %, son parte del deseable replanteamiento industrial que deber¨ªa emprenderse, porque la industria sigue y seguir¨¢ siendo principal¨ªsimo empleador en las sociedades a medida que ¨¦stas progresan. Por ello, en vez de atenazar a las empresas con trabas, habr¨ªa que estimular ?as iniciativas que las crean y multiplican. Sin embargo, con ello tambi¨¦n se agudizar¨¢ la interrogante sobre el fin, la ¨¦tica y la necesidad de los diversos productos industriales, as¨ª como sobre la orientaci¨®n y motivaci¨®n de su demanda.
As¨ª, poco a poco, desde el sector p¨²blico y privado, quiz¨¢ se pueda hacer realidad el por ahora quim¨¦rico ?nuevo orden internacional?. De todos modos, hacia ¨¦l se encaminan, acaso sin saberlo, las comunidades econ¨®micas ya existentes o en curso de organizaci¨®n (CEE, COMECON, EFTA, ADELA, Pacto Andino, etc¨¦tera) y son ¨¦stas y otras nuevas las que deben abarcar todos los pa¨ªses a hora excluidos de esos mecanismos. El paso posterior deseable parece ser la conclusi¨®n de tratados intercomunitarios. Sin embargo, para ser eficaces y fruct¨ªferas, esas comunidades no pueden quedar limitadas a lo econ¨®mico. La verdadera solidaridad tiene que pasar por un previo y aut¨¦ntico di¨¢logo de las culturas que supere las simples regiones geopol¨ªticas tradicionales y en ese sentido es ejemplar la visi¨®n de nuestro Rey ante el gran proyecto de una comunidad iberoamericana que ya se empieza a esbozar. Todo ello debe quedar por encima de los ego¨ªsmos que ahora se agudizan en vez de disminuir, y de los que es muestra el desolador di¨¢logo de sordos en que se est¨¢ convirtiendo el pretendido ?di¨¢logo Norte-Sur?.
Los problemas y sus Posibles soluciones son de alcance horizontal, global, mundial. Nadie se crea, pues, seguro encasill¨¢ndose en su bienestar ego¨ªsta -a modo de una nueva Edad Media- con la excusa de la defensa de la propia identidad cultural, sin duda sagrada, porque la trama material, econ¨®mica y social que de hecho enlaza hoy en d¨ªa todas las comunidades humanas, grandes y peque?as, en una aut¨¦ntica interdependencia, nos afecta ya, de tal suerte que cuando se derrumbe uno cualquiera de esos feudos el desastre arrastrar¨¢ consigo en buena medida a los dem¨¢s. Los numerosos y m¨¢s diversos an¨¢lisis de esta encrucijada, descrita aqu¨ª a grandes trazos, junto con un pr¨®ximo aumento considerable y progresivo de los precios de la energ¨ªa llevan a concluir con rara unanimidad que el mundo tendr¨¢ inevitablemente que superar un dif¨ªcil per¨ªodo de transici¨®n a una nueva era, a una nueva sociedad, que habremos de esforzamos duramente para que sea luminosa, pr¨®spera y digna para todos. Las crisis que atravesamos actualmente no son m¨¢s que los proleg¨®menos. A?o m¨¢s, a?o menos, ese per¨ªodo de transici¨®n -que se prev¨¦ muy dif¨ªcil para toda la humanidad y tr¨¢gico para muchos millones de seres- parece situarse entre 1985 y 1995, y en ello coinciden pr¨¢cticamente todos los estudios de alguna garant¨ªa. De semejante convencimiento tambi¨¦n puede nacer la tan necesaria solidaridad. S¨®lo con esa actitud se puede hacer realidad la esperanza a la que tiene derecho la humanidad. esperanza por la que tenemos que luchar desde ahora.
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