Carlos S¨¢enz de Tejada
El fantasma de un arte del nuevo Estado, tan caro como inviable para la euforia franquista en la inmediata posguerra, guarda a¨²n hoy un cierto aliento entre quienes desear¨ªan encontrarse ante un pasado monol¨ªtico que pudiera ser jubilado sin tener que desentra?ar espinosas relaciones. Pero sabemos ya, o al menos deber¨ªamos, hasta qu¨¦ punto la amalgama de fuerzas heterog¨¦neas que el Movimiento Nacional supuso arroj¨® como reflejo una imaginer¨ªa estatal contradictoria. El deseo de dotar de un lenguaje nuevo al Estado naciente, que alentaba a aquellos falangistas vinculados a las vanguardias de preguerra, se ve¨ªa lastrado por los gustos academicistas de una burgues¨ªa de corte tradicional que tambi¨¦n se hallaba invitada al banquete del poder. Todo ello habr¨ªa de facilitar el que una figura como Carlos S¨¢enz de Tejada se sit¨²e en el centro de la escena y sus ilustraciones devengan para los m¨¢s la era del r¨¦gimen franquista. En ¨¦l se daban cita muchas de las contradicciones que compon¨ªan la hidra del pretendido arte nacional y, al mismo tiempo, se hac¨ªa evidente la imposibilidad de que dicho conglomerado funcionase como instrumento de propaganda estatal. Un Estado totalitario que quiere considerarse el summum de la unidad mal podr¨¢ soportar una imagen donde se dan cita con esp¨ªritu eclecticista, elementos acad¨¦micos aderezados con unas gotas de innovaciones procedentes de diversos movimientos vanguardistas convenientemente edulcorados. Pero si la inteligencia oficial quiso eludir, desde muy pronto y en la medida que el r¨¦gimen dictatorial lo permit¨ªa, la imagen de la propia mediocridad del Estado, ello no implica que S¨¢enz de Tejada pueda asimilarse a dicha mediocridad. Es cierto que con la liqu¨ªdaci¨®n del gran aparato propagandista oficial que lo inclu¨ªa a proyectos como la Historia de la Cruzada y la exposici¨®n. As¨ª eran los rojos cesar¨¢ como int¨¦rprete de las im¨¢genes del Estado y que el acaparamiento de altos puestos docentes, a partir de, 1944, responde m¨¢s a simpat¨ªas y amistades politicas.que a un proyecto oficial coherente. Pero es cierto tambi¨¦n que dicha exclusi¨®n respond¨ªa a una liquidaci¨®n total y que, en su per¨ªodo de ilustrador m¨¢s claramente pol¨ªtico, sus dibujos no resultan tan as¨¦pticos como la propaganda oficial quisiera para s¨ª. Vistos hoy, sus invictos requet¨¦s y sus milicianas que luc¨ªan zapatos de alto tac¨®n por los campos de batalla poseen una ambig¨¹edad que los hace reductibles a la historieta maniquea que se supone son. Para desentra?ar las causas de dicha irreductibilidad, debemos caer en la cuenta de que existen otros S¨¢enz de Tejada aparte del mero propagandista b¨¦lico, cosa de la que esta exposici¨®n da cumplida cuenta.Bien que de formaci¨®n fundamentalmente acad¨¦mica al optar en sus trabajos de juventud por seguir el camino de sus maestros L¨®pez Mezquita, Sotomayor y Sorolla (de quien fuera disc¨ªpulo. predilecto) y, m¨¢s tarde, de Zuloaga y los Zubiaurre, no hace con ello sino remedar a deshora las opciones de un regionalismo que en el cambio de siglo intent¨® conjugar identida des territoriales y las novedades que de Francia ven¨ªan. Pero m¨¢s interesante que esa adhesi¨®n al carro de los maestros triunfantes reso corte expresionista que, como las aqu¨ª expuestas de la serie Pimpam pum, o ma?ana de verbena, muestra ya hasta qu¨¦ punto ser¨¢ en el campo del dibujo en el que el artista va a esgrimir sus mejoresarmas. Los a?os parisienses van a ser los de su triunfo como ilustrador, y transformar¨¢n el costumbrismo lineal de sus vi?etas para La Libertad en un estilo sofisticado m¨¢s al corte de las grandes revistas internacionales en las que ahora se inserta. Con ello vendr¨¢ la asunci¨®n de los standard de modernidad del gran mundo de los a?os veinte, con todos los vicios y virtudes que ello comporta. Pero el S¨¢enz de Tejada que realiza impecables estampas dec¨® ha sufrido tan s¨®lo un aggiornamento formal, incapaz como se siente de vincularse a esos ?ismos? que se reparten el campo europeo para seg¨²n declaraba a Pablo Cantun 1949, asesinar la pintura. Pero si su etapa de Par¨ªs no lo envenena con ninguno de los vicios vanguardistas, tampoco ese comercio con los gustos rabiosamente ?novedosos? de la primera posguerra europea le permitir¨¢ reincidir jam¨¢s en una supuesta virginidad acad¨¦mica. Incluso en par¨¦ntesis, de un naturalismo pre tendidamente esterilizado, de la propaganda belicista se ver¨¢ te?ido por las ense?anzas expresivas del regionalismo vasco. Tras ello, con fuentes de inspiraci¨®n tanto rom¨¢nticas como barrocas, deambular¨¢ cada vez m¨¢s por una senda ecl¨¦ctica, en la que el delirio de im¨¢genes como la del elefante en equilibrio inveros¨ªmil, de los te chos de la F¨¢brica de Moneda y Timbre, expresar¨¢ la dificil identi dad de un matrimonio que intenta conjugar las formas del pasado, ciertos logros de la vanguardia y el anhelo quim¨¦rico de un arte patrio.
Carlos S¨¢enz de Tejada, Galer¨ªa Multitud
Claudio Coello, 17.
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