Sartre y la responsabilidad humana
Vaya por delante un aplauso al coraje de la producci¨®n, que monta un texto de hace treinta a?os, desde entonces discutido, menospreciado, ensalzado, censurado y zarandeado profusamente; al talento de la versi¨®n, que refresca sin traicionar e ilumina esclarecedoramente; a la direcci¨®n, que crea un soberbio clima y establece unas relaciones interactores, infrecuentes en nuestra escena; al escen¨®grafo, imaginativo y ce?ido; a los int¨¦rpretes, ardorosos, t¨¦cnicos y apasionados. Vaya un aplauso a la decisi¨®n de todos de traer, aqu¨ª y ahora, un texto conflictivo, admirable y, por supuesto, limitado por las turbulentas coordenadas del tiempo de su estreno: 1948, la guerra fr¨ªa, la b¨²squeda de identidad de los comunistas reci¨¦n salidos de la clandestinidad, la voga existencialista, el desajuste de la expresi¨®n teatral aristot¨¦lica frente a una sociedad y un mundo en cambio, el an¨¢lisis de la responsabilidad de la militancia, la recuperaci¨®n del teatro como ¨¢gora pol¨ªtica.?Y hoy? ?Qu¨¦ pasa hoy? ?Qu¨¦ pasa en Madrid, aqu¨ª y ahora, frente a Las manos sucias? ?Qu¨¦ hemos visto? ?Qu¨¦ se nos propone? El ¨²nico tiempo que cuenta en el teatro es el presente, el de la representaci¨®n a que asistimos, el nuestro. Para este tiempo, Las manos sucias, constituyen una mediocre catarata de efectos dram¨¢ticos y aun melodram¨¢ticos, afectados a unos personajes muy esquem¨¢ticos, empujados rudamente por el voluntarismo del autor. Las manos sucias tienen hoy una entidad teatral bastante discutible. Fuera y aun dentro del teatro sartriano. Pero..., se trata del trabajo de un escritor, de un pensador eminente a quien nuestro siglo debe una profunda y ¨¦tica meditaci¨®n constante sobre el enorme tema de la responsabilidad humana. Y para encararse con ese tema es vital, obligatorio, el conocimiento de Las manos sucias.
Las manos sucias, de Jean Paul Sartre
Versi¨®n: Adolfo Marsillach. Direcci¨®n: Jos¨¦ Luis Alonso. Escenograf¨ªa, vestuario e iluminaci¨®n: Carlos Cytrynowski. Int¨¦rpretes: Esperanza Alonso, Carmen Maura, Jos¨¦ Luis Pellicena, Pedro Almod¨®var, Francisco Hern¨¢ndez, Jes¨²s Berenguer, Fernando Valverde, Jos¨¦ Mar¨ªa Resel, Enrique Diosdado, Enrique Closas, Enrique Cerro. En el teatro Eslava.
La obra es y sigue siendo una espl¨¦ndida meditaci¨®n sobre el relativismo de las actitudes comprometidas. Un razonado -y emocionado- enfrentamiento entre realismo e idealismo. Un an¨¢lisis de las razones del idealista integral, puro, ut¨®pico y cristalino, frente a las motivaciones humildes, sensatas y ¨²tiles del realista sin sentimientos personales. La prueba m¨¢s dura es la del idealista, que mata sin lograr separar su imperativo ideol¨®gico de su conflicto sentimental, pero sale, finalmente, de su ambigua sensaci¨®n al asumir la postura de su v¨ªctima.
La extraordinaria meticulosidad del texto establecido por Marsillach, la pasi¨®n de Pellicena y el delicado trabajo de Alonso deben ayudar al espectador a centrar la ¨²nica interpretaci¨®n del pensamiento sartriano que hoy me parece admisible: es Hoederer, el trabajador, el eficaz, el sufrido Hoederer, quien tiene raz¨®n con sus manos sucias. Y es Hugo, apasionado, pero est¨¦ril, espl¨¦ndido pero casi in¨²til, quien pierde la raz¨®n aunque gane el respeto del so?ador de imposibles. En esos t¨¦rminos, Sartre se guarda muy mucho de condenar a Hugo, pero est¨¢ diciendo que el amor al pr¨®jimo est¨¢ en Hoederer, en quien se ensucia las manos, porque mira al hombre no como a una categor¨ªa abstracta, sino como a un ser rendido, defectuoso y doliente.
As¨ª, pues, lo que el drama tiene, formalmente, de simplificaci¨®n, no puede ser transferido al problema encarado. Y eso s¨ª que queda muy claro en el Eslava. Una extraordinaria direcci¨®n de actores y una total entrega de ¨¦stos al servicio del texto desmenuzan impecablemente la crisis que deben asumir. As¨ª, Enrique Diosdado detall¨® toda la fatiga y convicci¨®n de Hoederer, Jos¨¦ Luis Pellicena barri¨® con su entusiasmo y emoci¨®n la profusa dial¨¦ctica de la primera parte y marc¨® la conversi¨®n final, y Carmen Maura, espl¨¦ndida actriz, hizo m¨¢s que aceptable la no muy feliz textura dram¨¢tica de su personaje.
Algo m¨¢s me resta decir con urgencia. El espect¨¢culo del Eslava deja abiertas muchas m¨¢s interpretaciones del pensamiento de Sartre. Y es, de esa forma, un admirable ejemplo de respeto al espectador.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.