El ruidoso silencio del Ministerio de Justicia
LA ADMINISTRACION de la Justicia -junto con la ense?anza- ha sido una de las mayores preocupaciones del catolicismo espa?ol, l¨®gicamente el dominio pol¨ªtico de tan s¨®lidas bases de influencia sobre el comportamiento social ha llegado a ser fagocitado por hombres no ya cat¨®licos, sino de militancia cat¨®lica.El aspecto de la Justicia, al menos en los ¨²ltimos cuarenta a?os, es ilustrativo. El cargo de ministro de Justicia parec¨ªa estar reservado para los prohombres del carlismo integrista, fieles a Franco tras su paso por Estoril y en el justo t¨¦rmino medio de lealtades al Movimiento y a la jerarqu¨ªa cat¨®lica.
Para el catolicismo espa?ol no fue, en verdad, aquella su hora mejor. En la contabilidad moral de lo que se ha venido en llamar nacionalcatolicismo pesa de una parte la arbitrariedad de la legislaci¨®n franquista y el desd¨¦n hacia la filosof¨ªa cristiana de Concepci¨®n Arenal en el mero ¨¢mbito de la aplicaci¨®n punitiva de la Justicia.
Desde Concepci¨®n Arenal hasta nuestros d¨ªas impera en los centros penitenciarios del pa¨ªs ese sutil oscurantismo que tiene al hombre como irremediable sujeto de pecado y de castigo, y que s¨®lo encontr¨® en una joven diputada de Izquierda Republicana (Victoria Kent) un breve interregno de humanidad, de caridad, de genuina justicia en definitiva.
Ahora que Victoria Kent est¨¢ de nuevo entre nosotros, recuperada parcialmente para la sociedad espa?ola, su mera presencia, las entrevistas que ha concedido, la rememoraci¨®n de su paso por la Direcci¨®n General de Prisiones. debiera haber sido un revulsivo para los pol¨ªticos que desde Acci¨®n Cat¨®lica de Propagandistas han continuado detentando los resortes de poder del Ministerio de Justicia. Incluso el nuevo reglamento penitenciario queda por debajo de las ideas que en 1931 obligaron a la se?orita Kent a dimitir su Direcci¨®n General, y que muchos a?os despu¨¦s constituyeron beneficiosos avances sociales en pa¨ªses de elevado desarrollo c¨ªvico.
El caso es que hoy y ahora ni el pragmatismo laico de Kent ni la conmiseraci¨®n cristiana de Arenal (?Odia el delito y compadece al delincuente?) parecen turbar la paz espiritual del equipo del se?or ministro de Justicia. Mientras la prensa y los partidos de la Oposici¨®n quemaban su p¨®lvora en salvas contra el ministro de Relaciones con las Cortes o contra el ministro de Trabajo, Landelino Lavilla duplicaba gracias e indultos sin alcanzar el nivel pol¨ªtico de la amnist¨ªa, logrado, al fin, el pasado 15 de octubre, con a?o y medio de retraso. Y ello, despu¨¦s de que el se?or Lavilla afirmara p¨²blicamente que con las anteriores medidas de gracia se hac¨ªa innecesaria una medida de amnist¨ªa.
Por otra parte, la situaci¨®n penitenciaria se ha degradado paulatinamente entre el desentendimiento oficial y la indiferencia p¨²blica, que ha permitido al se?or ministro de Justicia la comodidad de no explicar al pa¨ªs lo que est¨¢ ocurriendo en sus prisiones. Los presos sociales se abren las venas ante los jurados, ingieren grifos, se automutilan, se suicidan arroj¨¢ndose desde las galer¨ªas altas o prenden fuego a sus camastros autoinciner¨¢ndose, se rebelan violentamente en casi todos los penales, devastan Carabanchel, en Madrid, y la Modelo, en Barcelona, recusan con revelaciones grav¨ªsimas a la prensa la pol¨ªtica penitenciaria que se sigue, etc¨¦tera.
Pues bien: jam¨¢s fue tan humilde y parca la informaci¨®n oficial del Ministerio de Justicia sobre estos incidentes, astutamente traspasados en la mayor¨ªa de los casos a Gobernaci¨®n. Hemos visto por televisi¨®n a gobernadores civiles y a oficiales de fuerzas de orden p¨²blico dar explicaciones de su actuaci¨®n sobre los motines penitenciarios. A¨²n esperamos que el se?or ministro de Justicia o al menos el director general de Prisiones explique al Congreso de los Diputados o a la opini¨®n p¨²blica directamente qu¨¦ graves sucesos trastornan a la poblaci¨®n reclusa, en qu¨¦ se razonan las protestas (alg¨²n adarme de raz¨®n tendr¨¢ quien se autoinmola o se mutila o afronta las consecuencias de una rebeli¨®n abierta en una prisi¨®n), y cu¨¢les son las soluciones de tolerancia o de disciplina que Justicia piensa arbitrar.
No es mucho pedir. S¨®lo es pedir algo tan elemental como que el se?or ministro de Justicia afronte p¨²blicamente sus responsabilidades pol¨ªticas, no hurt¨¢ndolas mediante su desv¨ªo hacia Gobernaci¨®n y el orden p¨²blico. Porque los motines carcelarios no competen en su ra¨ªz a Gobernaci¨®n, sino a Justicia, porque una Coordinadora de Presos en Lucha (Copel) no nace de la noche a la ma?ana y sin motivos, porque el atraso de nuestra concepci¨®n de la pol¨ªtica penitenciaria es notorio y porque aunque odiemos al delito aqu¨ª no se compadece al delincuente y porque a la Victoria Kent que lleg¨® a cantar Celia G¨¢mez la har¨ªan dimitir a sus experimentados 79 a?os los nuevos detentadores de la Justicia espa?ola, que siguen teniendo al delincuente social por sujeto de punici¨®n redentora antes que por hombre o mujer objeto de inteligente recuperaci¨®n social.
La falta de informaci¨®n, por lo tanto, el traspaso sistem¨¢tico de responsabilidades y la agravaci¨®n de la situaci¨®n en las prisiones espa?olas desembocan en una seria apreciaci¨®n cr¨ªtica de la labor de la Direcci¨®n General de Prisiones, cuya capacidad est¨¢ puesta en tela de juicio a los ojos del pa¨ªs. El problema es urgente, y puede provocar situaciones de violencia traum¨¢tica que repercutan de manera implacable en la colectividad, a pesar de tener lugar en esos invernaderos al rev¨¦s que parecen ser nuestras prisiones. Es de esperar que las Cortes asumir¨¢n tambi¨¦n sus responsabilidades, y que investiguen el problema mediante la correspondiente comisi¨®n parlamentaria, antes de que nuevos motines vuelvan a instalar la sangre y la violencia en las primeras p¨¢ginas de la actualidad. Pues, mientras tanto, es de destacar la escrupulosidad e insistencia del ministerio p¨²blico a la hora de los procesamientos de peri¨®dicos y periodistas cada vez que se publican informaciones relativas a la Copel o a las actividades de Justicia Democr¨¢tica. Organizaci¨®n esta ¨²ltima cuya labor en estos dif¨ªciles a?os de tr¨¢nsito a la democracia, en pro de una justicia a la altura de los nuevos tiempos, ha sido encomiable y digna de todo respeto. Una vez conocidos los nombres de muchos de los jueces y magistrados que inspiran este movimiento, la opini¨®n p¨²blica est¨¢ ya aut¨¦nticamente informada de los caminos que estos prestigiosos funcionarios de la justicia se han visto obligados a tomar para defender a la propia justicia. Algo que en las esferas superiores de su propia administraci¨®n debieran tener en cuenta de una vez.
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