Del escollo al marasmo
Cuando escribo las presentes l¨ªneas los trabajos de la ponencia constitucional del Congreso de los Diputados han encallado en el escollo de las autonom¨ªas. Esperemos que cuando este art¨ªculo vea la luz hayan. desencallado ya. Y que no vuelvan a tropezar en el mismo escollo cuando lleguen a ¨¦l los trabajos del Pleno d¨¦ la comisi¨®n, y los del pleno del Congreso, y los de la comisi¨®n del Senado, y los del Pleno del Senado.... y no sigo la retah¨ªla, pese a que no terminar¨¢n aqu¨ª las cosas si es que, entre el Congreso y el Senado, hay divergencias sobre el particular.Hacia un compromiso
A juzgar por las referencias que permite filtrar la consigna de silencio impuesta a los trabajos de la ponencia, el tema de las autonom¨ªas del que con raz¨®n dic¨¦n todos los comentaristas autorizados que es el m¨¢s conflictivo de cuantos comprende la labor constituyente- suscita una serie de actitudes divergentes que pueden reducirse, en lo fundamental, a cuatro: la de quienes, como el PSOE, propugnan un sistema federativo con una delimitaci¨®n minuciosa, en el texto constitucional, d¨¦ la competencia de la autoridad central y de la competencia de las autoridades aut¨®nomas y con la posibilidad de que ¨¦sta var¨ªe de una entidad ¨¢ut¨®riorna a otra; la de quienes,como los catalanistas (y quiz¨¢ tambi¨¦n los nacionalistas vascos, representados en la ponencia por el diputado Roca, pero no coincidentes con ¨¦l en todos los puntos), quieren asegurar un r¨¦gimen de autonom¨ªa muy amplia.para ciertos pa¨ªses o regiones (Catalu?a, por supuesto, y adem¨¢s Vasconia, Galicia y quiz¨¢ alg¨²n otro) y les es indiferente el que los dem¨¢s la tengan o no m¨¢s reducida; la de quienes, como, los representantes de UCI) (o, al menos, la mayor¨ªa de ellos), abogan por un Estado unitario compatible con las autonom¨ªas y desean otorgar una especie de ?autonom¨ªa a la carta?, de modo que a cada entidad se le atribuya una esfera de competencia a la medida de sus necesidades, suponiendo que ¨¦stas difieren mucho de una entidad a otra, y la de quienes, c¨®mo el representante de Alianza Popular (que en esa ponencia es Fraga Iribarne) no quieren ir m¨¢s all¨¢ de una descentralizaci¨®n administrativa que, en rigor, ni siquiera har¨ªa falta que estuviese regulada en la Constituci¨®n.
De esta disparidad de criterios habr¨¢ de salir un compromiso, pero ?cu¨¢l? Mucho me temoque, para tratar de conseguir el mayor n¨²mero posible de votos favorables en las Cortes se acabe adoptando una f¨®rmula que mantenga -aunque s¨®lo sea de nombre- el car¨¢cter unitario del Estado, que reconozca la posibilidad de ser aut¨®nomos a todos los pa¨ªses o regiones, permitiendo al mismo tiempo la ampliaci¨®n de la esfera de competencia de las autoridades locales en ciertos casos (desde luego, Catalu?a y Vasconia; te¨®ricamente, los dem¨¢s que la quieran; pr¨¢cticamente, Dios dir¨¢), y que reserve a las Cortes la facultad de determinar en qu¨¦ ha de consistir ese ?servicio auton¨®mico,a la carta? o ?traje auton¨®mico a la medida?, elaborando un estatuto exprofeso para cada entidad aut¨®noma.
Los a?os del empantanamiento
Con lo cual, y tras de haber encallado en el escollode las autonom¨ªas, los trabajos constitucionales de la ponencia del Congreso, y correr el riesgo de encallar en ¨¦l los de las comisiones y los plenos arriba incompletamente enumerados, se meter¨¢n las Cortes por el marasmo de los estatutos auton¨®mitos, con el grav¨ªsimo peligro de que se empantanen en ¨¦l sus trabajos legislativos. Y, mientras ¨¦stos se encuentren empantanados, no solamente quedar¨¢n sin hacer muchas tareas parlamentarias, sino que bramar¨¢n de impaciencia los pueblos que aspiran a ser aut¨®nomos, a quienes parecer¨¢n siglos los a?os que se tarde en satisfacer esa aspiraci¨®n, y m¨¢s a¨²n si, entre tanto, ven que se satisfacen las ajenas, aunque sea muy poco a poco.
?Y tan poco a poco si no se pone remedio al asunto! Como ya he predicho en otras ocasiones, las Cortes tardar¨ªan meses, varios meses, en aprobar cada estatuto; y dado que, adem¨¢s, tendr¨ªan una serie de cosas importantes y urgentes que hacer, y habr¨ªan de tomarse vacaciones de cuando en cuando, es de suponer que no llegar¨ªan a aprobar m¨¢s de dos estatutos por a?o, lo que significa que, para cuando todas las futuras entidades aut¨®nomas tuviesen cada una su respectivo estatuto, habr¨ªan de transcurrir unos siete a?os -si es que no ocho o diez-, no ya a partir de hoy, sino a partir de la fecha de entrada en vigor de la Constituci¨®n, es decir, como muy pronto, desde mayo de 1978 (si es que no desde julio o desde octubre... ). Total, que para cuando nuestros legisladores (que, entre tanto, habr¨¢n cam biado muchoporque en ese tiempo habr¨¢ habido por lo menos otras dos elecciones genera les) lograsen salir del marasmo de los estatutos, en el que amenazan ir a empantanarse, el calendario se habr¨ªa puesto en 1986 ¨® 1987, si es que no en 1990. ?Y habr¨¢ quien espere hasta 1990, y aunque no sea m¨¢s que hasta 1984 ¨® 1985, para conseguir una autonom¨ªa de segunda o de tercera clase, cuando los catalanes (porque podemos apostar que, en el Reino de Espa?a, que no es precisamente el de los cielos, los primeros se guir¨¢n siendo los primeros, y los ¨²ltimos seguir¨¢n siendo los ¨²ltimos) tendr¨¢n una de primera clase-aunque quiz¨¢ no tanto como ser¨ªa deseable; pero, eso s¨ª, tan buena como la que m¨¢s- ya desde fines de 1978 o, lo m¨¢s tar de, en el curso del a?o 79? Pues s¨ª: si las cosas se plantean en esa forma habr¨¢ quien espere siete, ocho o diez a?os m¨¢s que los catalanes, pues no le quedar¨¢ otro remedio.
Triple monstruosidad
A¨²n est¨¢n a tiempo nuestros constituyentes para evitar esa monstruosidad, que lo ser¨ªa por partida triple: desde el punto de vista pol¨ªtico, porque crear¨ªa una interinidad interminable en las normas, en las instituciones y en el funcionamiento de la Administraci¨®n p¨²blica (si es que ¨¦sta funciona en vez de quedar colapsada); desde el punto de vista de la justicia, porque semejantes diferencias de trato son inicuas, y desde el punto de vista de la paz Ciudadana, porque, precisamente por ser inicuas, tales diferencias engendran la animosidad (perfectamente explicable, aunque no sea justificable) de los que esperan largo tiempo contra los que no esperan, o esperan muy poco; y la animosidad -bien explotada por quienes s¨®lo piden bicocas de esas para torpedear las autonom¨ªas, la democracia, las libertades p¨²blicas y hasta la Corona- engendra a su vez los peores y m¨¢s dolorosos conflictos, cuando no las mayores cat¨¢strofes.
Pues s¨ª: a¨²n est¨¢n a tiempo para evitarlo nuestros diputados y nuestros senadores; para evitar esa interinidad malsana, esa inicuidad escandalosa y esa animosidad pre?ada deconflictos y haqta de cat¨¢strofes. Y para que, si la naciente democracia espa?ola est¨¢ llamada a estrellarse, no sea hoy contra el escollo de las autonom¨ªas en la Constituci¨®n; y si est¨¢ destinada a hundirse no sea ma?ana en el marasmo de los estatutos. Har¨¢ falta, para ello, que la.Constituci¨®n defina clara mente -aunque haya de ser con todo el detalle necesario para dejar las cosas bien reglamentadas: que la meticulosidad no excluye la claridad- los l¨ªmites de las competencias respectivas de la autoridad central y de las autoridades locales; y que sean luego estas ¨²ltimas las que, poco a poco en unos sitios, m¨¢s velozmente en otros, de golpe y desde el principio all¨ª donde haya m¨¢s prisa, se hagan cargo de las competencias correspondientes, sin esperar estatutos largamente discutidos por las Cortes, de modo que nadie haga cola porque otros pasan delante, sino que camine cada cual a su aire, al ritmo que, a su juicio, mejor le convenga. Y ojal¨¢ nadie se equivoque; pero, si alguno yerra,que sea por culpa suya y no porque le obligarona retrasarse o a adelantarse m¨¢s de lo que ¨¦l quer¨ªa. Y as¨ª nadie tendr¨¢ envidia, ni celo, ni recelo, ni animosidad, ni querr¨¢ tomarse revanchas contra nadie. Porque habr¨¢ habido equidad, no iniquidad. Y habr¨¢ habido sencillo sentido com¨²n, no complicada habilidad que, en su af¨¢n de hallar la soluci¨®n m¨¢s adecuada para cada caso, va a caer en la soluci¨®n m¨¢s inadecuada para el conjunto. Con lo que las partes, que son partes precisamente de ese conjunto, no podr¨¢n sino salir perjudicadas.
Esta receta no es solamente la que mejor contentar¨¢ a los federalistas por ser la que m¨¢s se ci?e a sus principios. Puede contentar tambi¨¦n a quienes, sin ser federalistas, son autonomistas, con tal que no figure el t¨¦rmino ?federal?, el cual no es en modo alguno indispensable. No tiene por qu¨¦ disgustar a los particularistas perif¨¦ricos, que han de lograr con ese r¨¦gimen, para sus entidades respectivas, una esfera de competencia tan amplia como con cualquier otro de los que hoy pueden prosperar. En cuanto a quienes temen por la unidad de Espa?a, ojal¨¢ sepan ver que su mejor y m¨¢s eficaz argamasa es el abstenerse de suscitar entre los espa?oles disputas de prioridad y resentimientos causados por las diferencias de trato. Y a quienes van diciendo por ah¨ª que la autonom¨ªa de este o del otro pa¨ªs o regi¨®n debe ser distinta de la de los dem¨¢s, contest¨¦mosles que, si es distinta, ha de serlo por el uso que de ella haga, no por la posibilidad que de utilizarla se le ofrezca. De no ser as¨ª, ni salvaremos el escollo ahora ni evitaremos ma?ana el marasmo. Y de ser as¨ª quiz¨¢ el escollo no pueda salvarse, pero el marasmo se evit¨¢r¨¢.
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