Doctor Angel Crespo: "Los casos de ni?os torturados aumentan cada d¨ªa"
Un ni?o de siete a?os, Rodolfo Perdiguero, ingres¨® el pasado viernes en el servicio de urgencias del hospital del Ni?o Jes¨²s, de Madrid, politraumatizado, dice el diagn¨®stico, por las palizas que le propin¨® su padre la noche anterior. Ahora Rodolfo ya se encuentra, bien, pero no ser¨¢ dado de alta hasta que desaparezcan los hinchazones y hematomas que tiene por todo el cuerpo. Dice que quiere volver a su casa con su madre y con su hermanita, pero no volver¨¢ a ver a su padre ?porque est¨¢ en la c¨¢rcel, y si voy a verle me encerrar¨¢n a m¨ª tambi¨¦n?. As¨ª intenta Rodolfo justificar lo que nos dijo momentos antes: ?No quiero ver a mi padre porque nos pega -a mi madre, a mi hermanita y a m¨ª- y porque est¨¢ loco.? Cuando ingres¨® en el hospital, el ni?o lloraba y gritaba que su padre estaba loco. Su padre, un hombre de veinticinco a?os llamado Manuel, est¨¢ ahora retenido en la Direcci¨®n General de Seguridad acusado de malos tratos, y despu¨¦s, probablemente, ser¨¢ internado en un centro siqui¨¢trico penitenciario.
En otro departamento del mismo hospital hay una ni?a de dos a?os, Montserrat Casabuenas, que ha aprendido a andar en los dos meses escasos que lleva internada. Montserrat ingres¨® en el Ni?o Jes¨²s por que padec¨ªa una neumon¨ªa, pero inmediatamente los m¨¦dicos observaron que la ni?a no ten¨ªa el tama?o adecuado para su edad ni las facultades desarrolladas correctamente. Despu¨¦s, su t¨ªa cont¨® que durante un a?o el padre la hab¨ªa tenido encerrada en una habitaci¨®n de la que nunca sal¨ªa. Su padre se encuentra en el Francisco Franco recuper¨¢ndose de una afecci¨®n tuberculosa, y ha pedido a la religiosa que cuida de su hija que la retenga en el hospital el tiempo suficiente para que sea ¨¦l mismo quien se la llev¨¦ de all¨ª. Encerr¨® a Montserrat porque ten¨ªa miedo -cuentan las enfermeras- de que alguien se la llevase.Las peque?as tragedias de Rodolfo y de Montserrat no son casos aislados. Ambos vienen a sumarse a la lista de los 4.000 ni?os que cada a?o sufren alg¨²n tipo de violencias f¨ªsicas en nuestro pa¨ªs.
? Desgraciadamente -explica Angel Crespo, director del hospital del Ni?o Jes¨²s- los casos de ni?os golpeados y torturados aumentan cada d¨ªa, y en similar proporci¨®n en todos los pa¨ªses. Cuando uno de estos ni?os viene al centro se convierte en el enfermo m¨¢s mimado del hospital, y aqu¨ª se encuentra bien.? El problema surge despu¨¦s de haber sido dados de alta. ?Nosotros denunciamos los casos de malos tratos ante el juzgado de guardia e intentamos buscarles alguna soluci¨®n. En algunos casos vuelven con sus familiares, en otros son enviados al Patronato Tutelar de Menores. ?Esta ¨²ltima soluci¨®n nos aterra -dice el doctor Crespo-, porque somos conscientes de que estos centros no est¨¢n capacitados, por falta de medios materiales, para que el ni?o reciba la debida atenci¨®n.? Como an¨¦cdota baste recordar que el centro tutelar de Alcal¨¢ de Henares era antes un cuartel que los militares abandonaron por inh¨®spito, y all¨ª mismo habitan ahor¨¢ los ni?os sin protecci¨®n familiar.
Malos tratos en todas las clases sociales
No hay distinci¨®n de sexo a la hora de maltratar a un ni?o. Aunque los casos citados parecen culpar m¨¢s directamente al padre, en general no se advierte una preponderancia de ¨¦ste sobre la madre. Las clases sociales parece que tampoco determinan de manera significativa la existencia de este tipo de delitos. ?Aqu¨ª recibimos ni?os de un estrato social bajo, porque este centro pertenece a la Seguridad Social, pero nos consta que tambi¨¦n en las familias acomodadas suceden hechos similares. Lo que ocurre es que acuden a cl¨ªnicas privadas y no trasciende a la opini¨®n p¨²blica?, dice el director del Ni?o Jes¨²s.
Sin embargo, una penosa condici¨®n social tiende a favorecer estas expresiones de violencia de los padres hacia los hijos. Rodolfo nos explicaba que su casa ?es as¨ª de grande? y abr¨ªa los brazos como intentando abarcar la habitaci¨®n de la cl¨ªnica. Su casa es una chabola afincada en un barrio de Vallecas, y su padre se dedica a criar perros y venderlos en el rastro. ?De eso comernos?, cuenta Antonia, su mujer.
?Durante las primeras d¨¦cadas de la posguerra -cuenta el doctor Crespo- las familias que deb¨ªan trabajar toda la jornada solucionaban los casos de ni?os con el sue?o cambiado (son aquellos ni?os que duermen durante el d¨ªa y se dedican a llorar y ?berrear por la noche) con un m¨¦todo muy curioso: les gaseaban con la botella de butano lo suficiente para dormirles, pero con cuidado de no excederse. Lo cierto es que lleg¨® a ser una costumbre muy popular y que nunca ingres¨® una criatura seriamente afectada por intoxicaci¨®n ni se produjo ninguna muerte, al menos de que tengamos conocimiento. Pero estos ni?os -a?ade- padecen, cuando son adultos, de insuficiencias hep¨¢ticas. ?
El doctor Crespo no vacila cuando afirma que la gran culpable de que se den con frecuencia malos tratos a los ni?os es la misma sociedad. ?La mayor parte de los casos se producen cuando los padres se encuentran ebrios, y el alcoholismo est¨¢ veladamente fomentado por nuestra sociedad de consumo. Los restantes, o son por causas de anomal¨ªas s¨ªquicas -y la atenci¨®n mental en la Seguridad Social espa?ola es m¨¢s que deficiente- o se producen por falta de medios econ¨®micos para tener a los ni?os bien cuidados, cuando ambos, el padre y la madre, tienen que ir al trabajo. Las guarder¨ªas cuestan alrededor de las 8.000 pesetas mensuales y no todos los barrios las tienen.?
Para paliar los efectos negativos de la actual estructura social, se ha constituido recientemente la Asociaci¨®n Interdisciplinaria para el Estudio y Prevenci¨®n del Filicidio (Filium), cuyos objetivos inmediatos son: crear una escuela para padres; tomar contacto con UNESCO y UNICEF para coordinar tareas; participar con las asociaciones de vecinos, colegios, parroquias y guarder¨ªas para ofrecer cursos, charlas y reuniones orientadoras, y promover un simposio para estudiar esta especialidad.
El filicidio (asesinato de ni?os) es una realidad no desterrada en nuestro pa¨ªs. Aunque no existen estad¨ªsticas oficiales, los medios de comunicaci¨®n han recogido una veintena de casos en tres a?os.
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