La pol¨ªtica y la Hacienda P¨²blica
Director del Instituto de Estudios Fiscales
La Econom¨ªa y la Pol¨ªtica presentan importantes y acusados paralelismos. La Pol¨ªtica y la Econom¨ªa se organizan para conseguir el Poder. Cada sistema econ¨®mico conduce a una determinada estructura socioecon¨®mica o provoca una determinada distribuci¨®n de la riqueza nacional. Cada sistema pol¨ªtico configura una forma de gobernar con la correlativa participaci¨®n del ciudadano en las decisiones p¨²blicas. Por ello no ha sido posible que el economista ignorara los fen¨®menos pol¨ªticos, ni que el Pol¨ªtico prescindiera de los problemas econ¨®micos. Es m¨¢s, la sustancial coincidencia de las aut¨¦nticas ideolog¨ªas pol¨ªticas -no de los sectarismos pol¨ªticos desde la perspectiva de la justicia social y/o del bien com¨²n, ha trasladado las diferencias de ¨ªndole pol¨ªtica al plano instrumental, esto es, con qu¨¦ medios se ha de actuar y, sobre todo, con qu¨¦ ritmo se ha de cambiar. Y como los instrumentos al servicio de la Pol¨ªtica -siempre con may¨²scula- son fundamentalmente econ¨®micos, no debe sorprendernos que las opciones pol¨ªticas de car¨¢cter sustantivo se planteen en el orden econ¨®mico. Ello no excluye que la Pol¨ªtica maneje ideolog¨ªas y otros objetivos de rango espiritual -a veces meros s¨ªmbolos- para suscitar adhesiones, para obtener fervores y, en definitiva, para confirmar obediencias. Y as¨ª es, mal que nos pese.
Ahora bien, entre las decisiones econ¨®micas m¨¢s trascendentales del Poder pol¨ªtico est¨¢n las que enmarca la Hacienda P¨²blica. Decisiones sobre los bienes p¨²blicos que se pongan a disposici¨®n de los ciudadanos, y decisiones sobre los recursos p¨²blicos que se detraigan de los ciudadanos para financiar el coste de tales bienes p¨²blicos o colectivos. El d¨ªa que los pa¨ªses se decidan a establecer Constituciones que superen lo accidental o ef¨ªmero y que respeten escrupulosamente la libertad de todos, sus electores votar¨¢n, casi exclusivamente, qu¨¦ bienes o servicios p¨²blicos prefieren y qu¨¦ tributos desean pagar. Es decir, la Hacienda P¨²blica est¨¢ convocada a instrumentar tales opciones pol¨ªticas integralmente concebidas. Las llamadas ideolog¨ªas fiscales son, ciertamente, ideolog¨ªas pol¨ªticas. La Hacienda P¨²blica como panoplia de medios financieros est¨¢ al servicio de toda la comunidad pol¨ªtica. La Pol¨ªtica habr¨¢ de contar con el juego de los grupos de intereses, pero los grupos de intereses no deben presionar a la Hacienda P¨²blica de modo que cree deformaciones y, mucho menos, perturbando sus actuaciones o sus procedimientos. El sistema tributario, concretamente, debe ser arm¨®nico, racional y justo. El sistema tributario no debe degradarse reflejando el resultado de la negociaci¨®n con intereses ?materiales? o sirviendo ventajas heredadas o ego¨ªsmos presentes en quienes a fuerza de ser conservadores no son conservadores. El tributo es un fen¨®meno sociopol¨ªtico al servicio de lo justo y de la solidaridad nacional, y no debe apartarse de tan altos objetivos, cualesquiera que sean las tensiones originadas.
Est¨¢, pues, en lo cierto el actual ministro de Hacienda cuando se expres¨® -como al principio he recogido- ante los diputados en una sesi¨®n parlamentaria de car¨¢cter informativo. En esta l¨ªnea han estado cuantos han captado con grandeza las funciones de la Hacienda P¨²blica. Basten los dos siguientes ejemplos.
Uno, Fern¨¢ndez Villaverde, el reformador de la Administraci¨®n tributaria espa?ola, que el d¨ªa 17 de junio de 1889 se expres¨® as¨ª: ?Y termino ( ... ), dici¨¦ndoos a todos, amigos y adversarios, que para continuar esta obra (la reforma tributaria de 1900) espero, necesito y deseo la cooperaci¨®n de todos; porque, como he dicho repetidamente, tratando de asuntos de Hacienda, creo que con alguna autoridad, a causa de haber unido siempre el ejemplo con el consejo, no hay Hacienda de partido. La Hacienda es de todos; la Hacienda no se improvisa, como se pueden improvisar las soluciones pol¨ªticas; y en medio de la inestabilidad de los Gobier nos, tan enemiga de la Hacienda P¨²blica, pero inherente al r¨¦gimen parlamentario, es forzoso que en Espa?a, como en otros pa¨ªses que gozan del propio r¨¦gimen, esa inestabilidad se compens¨¦, sea suplida por el acuerdo t¨¢cito entre los partidos, merced al cual, y continuando siempre una tradici¨®n en esta materia, no deshaciendo por pasi¨®n pol¨ªtica lo que haya hecho el adversario, sino continu¨¢ndolo, de esta manera, y merced a ese acuerdo, se labra en com¨²n, a trav¨¦s de los pasajeros disentimientos de la pol¨ªtica, la fortuna, el bienestar y tambi¨¦n la regeneraci¨®n y la gloria de la Patria.?
Y otro, Chapaprieta, el reformador tributario defenestrado por una derecha econ¨®mica miope, que el d¨ªa 15 de octubre de 1935 conclu¨ªa como sigue: ?... y acudir¨¢ uno y otro d¨ªa a resolver estos problemas, que si no son brillantes, que son si quer¨¦is grises, que no llenan los esca?os de esta C¨¢mara y no producen grandes titulares en los peri¨®dicos, son los que hacen Espa?a, constituyen la manera de revivir Espa?a, y el Gobierno, firme en esto, no desentendi¨¦ndose de los dem¨¢s problemas que pesan sobre Espa?a, atendi¨¦ndolos, pero cuidando especialmente todo lo que se refiere a materias financieras y econ¨®micas, se propone intensificar esta pol¨ªtica, seguro, persuadido de que har¨¢ por Espa?a tanto o m¨¢s que aquellos otros Gobiernos que, muy brillantemente, con p¨¢rrafos muy elocuentes, hablando mucho de pol¨ªtica, que ya no se discute en el mundo, no hacen m¨¢s que encrespar las pasiones, dejando en tanto esos campos de Espa?a yermos ... ?.
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