El estado del planeta
Catedr¨¢tico de la Universidad Aut¨®noma de Madrid
Hace pocos d¨ªas se ha celebrado en Barcelona una reuni¨®n del Club de Roma sobre Ciencia y sociedad del futuro. Se ha concluido que es necesario un nuevo orden cient¨ªfico para el nuevo orden internacional hacia el que debemos procurar dirigir, con el esfuerzo solidario de todos, el rumbo de la humanidad. Para conseguirlo -ha sido punto de convergencia de todos los debates- son necesarias la ciencia y la tecnolog¨ªa. Per o es necesaria, sobre todo, la sabidur¨ªa. La sabidur¨ªa sobrepasa al conocimiento y s¨®lo si utilizamos con sabidur¨ªa los conocimientos y sus aplicaciones lograr¨¢ el mundo enderezar su trayectoria.
El Club de Roma y los centros de prospectiva no son curiosos oteadores del futuro, sino que intentan configurarlo partiendo de la reorientaci¨®n del presente. Y, ?c¨®mo es el presente? ?de qu¨¦ recursos disponemos? ?qu¨¦ brazos est¨¢n dispuestos a colaborar en la formidable empresa de modificar el curso actual? ?qui¨¦nes pueden y quieren recorrer el camino hacia un nuevo horizonte? Sir Alexander King inicia su libro Algunas reflexiones sobre el estado del planeta con estas sombr¨ªas perspectivas: ?Entre los numerosos y variados problemas que amenazan a las sociedades del mundo actual, creemos que el m¨¢s urgente e importante para lograr un desarrollo arm¨®nico gira sobre nuestra capacidad para alimentar, vestir, alojar, educar y conseguir condiciones aceptables de salud y de empleo a la creciente poblaci¨®n de la Tierra. En la actualidad, la poblaci¨®n mundial se incrementa en un mill¨®n de personas cada cuatro d¨ªas y medio, habiendo as¨ª unos ochenta millones de bocas m¨¢s que alimentar cada a?o. Adem¨¢s, la mayor parte del crecimiento de la poblaci¨®n tendr¨¢ lugar en pa¨ªses ya pobres y con muchos de sus ciudadanos subalimentados y en situaci¨®n de desempleo... A pesar de la existencia de una general y creciente preocupaci¨®n sobre estos problemas, hay poca evidencia concreta de que se est¨¦ llevando a cabo una preparaci¨®n seria para poder acoger en nuestro planeta con un m¨ªnimo de garant¨ªas a esta nueva multitud de ciudadanos que est¨¢ a punto de llegar... Es cierto que existen innumerables posibilidades t¨¦cnicas para aumentar la disponibilidad de alimentos, de forma que se podr¨ªan alcanzar avances espectaculares en la resoluci¨®n del problema inmediato de alimentar a la humanidad. Sin embargo, esto no llegar¨¢ a realizarse a no ser que se concrete en una voluntad pol¨ªtica, y para que esto se formule ha de alertarse a la opini¨®n mundial acerca de la gravedad del problema, junto con el entendimiento de sus amplias implicaciones?.
Primero, sobrevivir
El abismo entre las posibilidades t¨¦cnicas y su aplicaci¨®n real a los problemas esenciales de buena parte de la humanidad se ampl¨ªa continuamente. Los beneficiarios de los frutos del ¨¢rbol de la ciencia son escasos. Para la mayor¨ªa de los hombres el problema es sobrevivir con dignidad. As¨ª de escueto. As¨ª de tr¨¢gico. David Owen, ministro de Asuntos Exteriores de Inglaterra, recordaba recientemente en la Asamblea General de la ONU que m¨¢s de cuatrocientos millones de personas reciben un aporte proteico insuficiente y que casi setenta millones se hallan en situaci¨®n de ayuno. Hoy todav¨ªa la mortalidad infantil en algunos pa¨ªses alcanza el 50 % y el desarrollo de su potencial humano y cerebral se halla seriamente influenciado por la insuficiente ingesta cal¨®rica y proteica. Muchas enfermedades parasitarias asolan regiones enteras de un mundo que, en otros lugares -a veces muy cercanos- considera como imprescindibles y fundamentales para su bienestar, aspectos 19talmente superfluos. ?Las necesidades humanas del mundo en desarrollo constituyen un reto inescapable para todos nosotros y un elemento crucial de toda pol¨ªtica exterior basada en los derechos humanos. Aquellos pa¨ªses que representamos las democracias industrializadas no debemos utilizar nuestras dificultades econ¨®micas como una excusa... Si seguimos invirtiendo los recursos del mismo modo que hasta ahora, perpetuaremos el desequilibrio actual entre el mundo desarrollado y el mundo en desarrollo.? Si los esfuerzos para establecer un nuevo orden econ¨®mico internacional no prosperan, los pa¨ªses pobres ser¨¢n todav¨ªa m¨¢s pobres y los ricos, m¨¢s ricos. Cada vez m¨¢s, la dependencia de los pa¨ªses subdesarrollados es mayor porque no disponen del potencial. necesario para obtener por s¨ª mismos o para asimilar conocimientos que, en ¨²ltimo t¨¦rmino, son los que permiten a los pa¨ªses m¨¢s desarrollados imponer sus criterios. Los conocimientos constituyen hoy, a fin de cuentas, el poder.
Armas, m¨¢s armas
S¨®lo sobre bases de justicia y equidad podr¨¢ corregirse el lacerante desequilibrio que separa a los pa¨ªses y a los hombres. Pero, ?existe la solidaridad internacional necesaria para conseguir una comunidad equitativa? Hace unos a?os,- se pensaba seriamente en las posibilidades de ayuda que ofrecer¨ªan las relaciones Norte-sur. -Ahora, despu¨¦s de la crisis de 1973, da la impresi¨®n de que cada pa¨ªs se halla suficientemente agobiado en procurar solucionar sus problemas. Ocuparse en la resoluci¨®n de problemas urgentes impide centrar la atenci¨®n en los importantes. Hoy, gracias a la revoluci¨®n t¨¦cnica de mayor influencia en el comportamiento humano, la que ha permitido la comunicaci¨®n planetaria e instant¨¢nea, no pueden plantearse los temas a escala nacional ¨²nicamente. Son necesarias otras estrategias, porque otras son las fronteras. Y otros los objetivos de nuestra acci¨®n. Sin embargo, lo cierto es que, a pesar del consenso un¨¢nime acerca de que el escenario ha cambiado y debe cambiar en consecuencia el papel de los actores, seguimos interpretando, cada vez peor, la misma pieza. El secretario general de las Naciones Unidas, en la introducci¨®n de la memoria de este a?o, ha indicado que ?cada d¨ªa se gastan novecientos millones de d¨®lares para fines militares. La cuesti¨®n del desarme, ha dicho Kurt Walheim, se halla en el coraz¨®n del problema del orden internacional. Nos hemos acostumbrado a vivir en la sombra de los cohetes nucleares?. ?Existe realmente soberan¨ªa e independencia de las naciones menos poderosas en esta situaci¨®n? ?C¨®mo puede decirse que cada pa¨ªs tiene el derecho a decidir su propio destino, si es evidente que algunos pueblos pueden decidir el de los dem¨¢s? La carrera de armamentos es una locura; una costos¨ªsima locura, que se ofrece a la guerra y a la muerte cuando tanto podr¨ªa hacerse, con estos mismos recursos, para la paz y la vida.
De la tecnolatr¨ªa al desencanto
La tecnolatr¨ªa de hace unos a?os se ha visto, de repente, invadida por el desencanto. A medida que se incrementan los conocimientos y los resortes t¨¦cnicos que de ellos se derivan, aumenta simult¨¢neamente el grado de insatisfacci¨®n del hombre, la sensaci¨®n de que est¨¢ siendo dirigido desde remotas posiciones de dominio. El caudal de informaci¨®n ha sobrepasado, a nivel profesional y personal, la capacidad de asimilaci¨®n humana. El hombre se siente desbordado y se vuelve, imperceptiblemente, insensible, porque observa c¨®mo, de manera progresiva, su capacidad para influir en los acontecimientos es menor. El hombre es consciente de que, cada d¨ªa, gracias a la ciencia y a la t¨¦cnica, puede luchar con mayor eficacia contra la enfermedad. Es mayor la vida media, se incrementan las posibilidades de producir y conservar los alimentos, es posible hallar nuevas fuentes de energ¨ªa y, sobre todo, conservarla... Estamos rodeados virtualmente de energ¨ªa que se disipa: solar, marina, e¨®lica, etc¨¦tera. El problema est¨¢ en la forma de almacenarla. Este es el gran reto que actualmente tiene la.humanidad a este respecto, y es previsible que no tarde en encontrarse una soluci¨®n adecuada. En caso contrario, el secretario general de la OECD, Emile Van Lennep, ha vaticinado, que la crisis energ¨¦tica en la d¨¦cada de los ochenta ser¨¢ muy superior a la que actualmente padecemos...
El hombre se apercibe, pues, del anverso de la medalla. De que cada d¨ªa, a pesar del progreso de la ciencia y de la t¨¦cnica, el deterioro del mundo es mayor, la biosfera se contamina progresivamente, se hace m¨¢s inhabitable. Para la erradicaci¨®n de la pobreza, del hambre, de la enfermedad y de la incultura, es urgente un esfuerzo a escala mundial de solidaridad y de imaginaci¨®n para hallar nuevas f¨®rmulas o acomodar las precedentes, de tal modo que puedan corregirse las actuales tendencias y aminorar las distancias, procurando progresivamente una situaci¨®n de mayor cercan¨ªa, una disminuci¨®n de la tensi¨®n actual. Hay que buscar y encontrar nuevas formas de desarrollo. Sin embargo, care,cemos, en conjunto, de la capacidad o del tiempo para programar un futuro m¨¢s coherente, menos agresivo, m¨¢s pausado, en que el hombre ejerza continuamente su libertad, sea capaz de elegir, sin inducciones, entre opciones distintas y pueda pensar por y sobre s¨ª mismo. La capacidad de reflexi¨®n y la filosof¨ªa no han seguido el curso exponencial del desarrollo t¨¦cnico. El hombre ha creado un entorno no natural que lo oprime. El ritmo de nuestros d¨ªas conlleva un sentimiento de fugacidad, de v¨¦rtigo, de vac¨ªo. Cada nueva sol uci¨®n genera nuevos problemas, porque la vida social e individual son procesos din¨¢micos, transitorios, de caracter¨ªsticas irrepetibles. Por eso no hay soluciones definitivas y todo consiste en un proceso.de adecuaci¨®n sucesivo.
Volar a contraviento
La espiral del consumo tiene un l¨ªmite que se est¨¢ alcanzando. Tendremos que volver, no s¨®lo por amor al pr¨®jimo, nuestros ojos hacia las fuentes inagotables: sanidad, nutrici¨®n y cultura. Es absolutamente indispensable el establecimiento de prioridades que atiendan los requerimientos b¨¢sicos del hombre. Y, sin duda, uno de los requerimientos b¨¢sicos de los ciudadanos lo constituye la vigilancia de la calidad de la vida.
Ante este panorama, en lugar de ¨¢nimo decidido para cambiar el rumbo, para descubrir y rechazar a quienes mantienen el tim¨®n de la direcci¨®n inconveniente, hallamos abatimiento, des¨¢nimo, temor al compromiso. Cuando tan necesaria es la distensi¨®n para la pac¨ªfica convivencia, nos vemos inundados de inquietudes, de sobresaltos, de una violencia sin l¨ªmites, de una agresividad omnipresente. De hecho, en los pa¨ªses realmente democr¨¢ticos, el ejercicio de la autoridad tropieza con gran n¨²mero de obst¨¢culos, y el terrorismo, la delincuencia, la degradaci¨®n moral aparecen como contrapunto normal, como el compa?ero inseparable de la libertad. No podemos vivir sin el ¨¢nimo necesario para buscar y hallar nuevos remedios. Tampoco podemos vivir sin la valent¨ªa necesaria para defender la implantaci¨®n de los nuevos criterios. Valent¨ªa para disentir, para reformar, para no dejarnos llevar por la corriente, para volar a contraviento. Esta actitud no puede quedar limitada a un n¨²mero comparativamente reducido de cient¨ªficos. Debe extenderse a la sociedad entera, y, de ah¨ª, convertirse en exigencia de quienes gobiernan en su nombre. El nuevo orden debe constituir una alternativa de esperanza para todos los hombres. Para alcanzarlo es imprescindible la entusiasmada colaboraci¨®n de losj¨®venes. Como en la milonga pampera ?puedo ense?arte a volar, pero no seguir tu vuelo ?. El futuro est¨¢ en la frente y en las manos de la juventud, de esta juventud a la que Aurelio Peccei dedica as¨ª su libro sobre La calidad humana: ?A mis hijos, a sus hijos, a todos losj¨®venes para que comprendan cuan necesario es que sean mejores que nosotros.?
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