Elogio del columnista
El columnista est¨¢ ah¨ª, aqu¨ª mismo, puesto en su columna, como el estilita, que en los peri¨®dicos siempre le ponen a uno estilista, cuando se define Estilita, lo cual que tambi¨¦n es verdad, pues el columnista est¨¢ o debe estar entre el Estilita y el estilista, pero sin pasarse por ninguno de los dos lados. Me lo dijo Andr¨¦ Bret¨®n mientras busc¨¢bamos a Nadja por las calles de Par¨ªs:-Yo jam¨¢s corrijo las erratas de imprenta. Son sagradas. Son el azar objetivo.
El columnista re¨²ne sus propios gusanos tipogr¨¢ficos, sus miserias, como el santo subido en su columna, para hacer el art¨ªculo de cada d¨ªa, y Anatole France suele recordarle al pasar su frase de que ?en aquellos tiempos, los desiertos estaban llenos de anacoretas?. El desierto nacional est¨¢ ahora lleno de columnistas o anacoretas. y sobre todo de falsos profetas que claman subidos en sus columnas de prensa y reparten sus gusanos entre el personal, y tambi¨¦n los gusanos de los ¨²ltimos grandes muertos de la Historia de Espa?a.
Si el peri¨®dico es de derechas, el columnista suele quedarle demasiado a la izquierda, porque un hombre siempre est¨¢ m¨¢s a la izquierda que una sociedad an¨®nima. En cambio, si el peri¨®dico es de izquierdas, el columnista tambi¨¦n suele quedarle demasiado a la izquierda. Me piden ahora, un suponer, un art¨ªculo para una revista que ha empezado a dirigir G¨®mez-Escorial, art¨ªculo que ir¨ªa en la secci¨®n de Escritores invitados. Hago un art¨ªculo sobre -contra- los obispos espa?oles, que se han marcado una desaceleraci¨®n hist¨®rica que les ha apeado en Trento, que es lo suyo, haciendo descarrilar el Vaticano Il. Dan el art¨ªculo en la ¨²ltima p¨¢gina de la revista, llenos de terror santo e ira de Dios.
-?Escritor invitado; t¨ªos? Invitado a marcharse, supongo.
Ten¨ªa yo que ir a Oviedo y a Navarra, para la cosa literaria, y no he ido a ning¨²n sitio por no moverme de mi columna, o sea por no bajarme, que cuando llega uno a coger la postura se est¨¢ bien en la columna, por m¨¢s que la vespa vieja del motorista, Pepe Blanco, venga bamboleante de cartas donde al columnista le llaman mas¨®n, majo, resentido, rojo, t¨ªo bueno, republicano, laico y m¨¢s cosas.
Carlos Luis Alvarez, subido en su columna, me invita a almorzar con Haro-Tecglen, Luis Calvo, S¨¢inz Rodr¨ªguez y otros Estilitas y anacoretas de la Tebaida madrile?a, que vamos a corrernos una juerga en el Casino de Madrid, porque los columnistas y Estilitas, para una vez que nos bajamos de la columna, tambi¨¦n tenemos derecho. Luis Berlanga tiene como proyecto vital hacerse socio del Casino de Madrid y reconquistar ese sitio tan proustiano, que aqu¨ª habr¨ªa que llamar valleinclanesco, porque es puro Ruedo Ib¨¦rico, hasta llegar a sentarnos, en verano, en los grandes sillones de mimbre sacados a la acera de Alcal¨¢, que es lo que hac¨ªan los socios del Casino, despu¨¦s de muertos, cuando yo llegu¨¦ a Madrid, y se estaban all¨ª todo el ferragosto ?como porteros de casa grande?, que dec¨ªa el irreparable Mihura.
Ahora han plebeyizado el Casino con un bingo donde va Fraga a jugarse los cuartos que no tiene, porque es uno de los pocos pol¨ªticos de quien no se cuentan reaces, pero yo creo que en lugar de tomar el Casino, los Estilitas y los estilistas volveremos a nuestras columnas de prensa, a lo alto de nuestro monolito tipogr¨¢fico. Yo soy un Estilita que de vez en cuando lleva a comer a sus gusanos al Casino de Madrid, a Zalaca¨ªn o a la Fuencisla, pero vuelvo siempre a la columna a rascarme un pie. Las tentaciones de San Antonio, que est¨¢n todas haciendo destape y cine porno, vienen a tentar al columnista y le invitan a bajar, pero yo las invito a subir y todo se queda a medio camino. Madrid entero puede comprarse con una columna de prensa. Pero entre la especulaci¨®n y la explotaci¨®n, entre los de Arespacochaga y los de Mart¨ªn Villa, hoy est¨¢ peligroso bajarse de la columna.
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