Derechos de la mujer
He le¨ªdo estos ¨²ltimos d¨ªas en diversos medios de difusi¨®n, comentarios sobre el vig¨¦simonoveno aniversario de la Declaraci¨®n de los Derechos Humanos, pero al hacerlo, los peri¨®dicos, lo mismo que en el ?Telediario? de Radiotelevisi¨®n Espa?ola, y en alguna emisora de radio, cometen un gran atentado contra esos Derechos, al cambiar su denominaci¨®n y sustituirla por la de ?Derechos del Hombre?.?No le parece, se?or director, que puesto que m¨¢s del 53 % de la poblaci¨®n mundial est¨¢ compuesto por mujeres, lo natural ser¨ªa que, al generalizar, en lugar de decir ?el hombrexi, dij¨¦ramos ?la mujer??... Pero, sin af¨¢n de revanchismo, creo que lo correcto, ser¨ªa hablar de ?humanidad?, sobre todo cuando, como en el caso de la Carta sobre los Derechos Humanos, as¨ª est¨¢ estipulado.
Las mujeres estamos ya hartas, pero no vencidas, por este tipo de arbitrariedades, que significan un lastre del que alg¨²n d¨ªa, ya cercano, tendremos que liberarnos. Somos m¨¢s, y estamos prepahadas.
Es posible que una de las revoluciones a emprender sea la de que los hijos lleven la filiaci¨®n materna (que en realidad no ser¨ªa m¨¢s que volver las cosas a su cauce); o la que, si somos mayor¨ªa de poblaci¨®n, seamos mayor¨ªa en la Administraci¨®n; o la no discriminaci¨®n en el trabajo, en todos los sentidos, por ejemplo stiprimiendo esas leyes paternalistas por las que si una ATS femenina hace turnos de noche le den un premio en met¨¢lico y en tiempo, y si se trata de un ATS masculino, aunque haga el mismo trabajo, no hay premio, con lo que parece que la mujer es una menor de edad; o suprimir el cl¨¢sico ?se?ora de...?, por el que se establece que una mujer pertenece a un hombre, y cuya principal culpable es la propia mujer; o la igualdad en cuanto a exigencia de virginidad se refiere; o que dejen de ser machistas los libros de texto de nuestra infancia (para demostrarlo, voy a poner un ejemplo de una cartilla escolar, donde con su correspondiente dibujo, se dice: ?Jorge escala la monta?a; Mar¨ªa riega las flores?); o la supresi¨®n de un cine eminentemente machista, donde el h¨¦roe es siempre el macho, y la mujer el descanso o el adorno del guerrero; o los anuncios que nos dan por nuestra ?tele?, en los que se mediatiza a la mujer pendiente de los problemas dom¨¦sticos, comprando el co?ac para su marido, o dando grititos imb¨¦ciles y haciendo m¨¦ritos para recibir su premio de todas las noches: un ?guapo mozo?.
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