El hombre del a?o
UNA PRESTIGIOSA revista francesa (Le Point) acaba dedesignar al rey don Juan Carlos como hombre del a?o, mientras otra (L'Express), le dedicaba un extenso reportaje sobre su figura y actividad. Resulta harto dif¨ªcil para un diario espa?ol sumarse a consideraciones que la prensa extranjera puede hacer sin temor de ser llamada tiralevitas, o sin peligro de que el destinatario del elogio tome a ¨¦ste por adulaci¨®n. Pero hay que decir que la singladura pol¨ªtica espa?ola del a?o que termina, bajo el reinado de don Juan Carlos I, bien merece ser resaltada hasta por los m¨¢s reticentes del lugar.Mil novecientos setenta y siete ha sido, sin duda, un a?o dif¨ªcil y controvertido para los espa?oles. Pero ha sido tambi¨¦n un a?o jubiloso. Significa el retorno de la libertad: el inicio balbuciente de unas instituciones democr¨¢ticas que deben dar a nuestro pueblo la estabilidad pol¨ªtica y la prosperidad de los pueblos eivilizados. En 1977 el pueblo espa?ol se ha expresado, por primera vez en casi medio siglo, en unas elecciones libres que nos han mostrado el verdadero rostro de nuestro pa¨ªs. Esta es una sociedad compleja, con problemas y tensiones que al filo de estas semanas navide?as ccimenzaban a. tornarse cada vez m¨¢s acres y violentas.
La tregua de la Navidad, ante un 1978 que se avecina sin duda duro y dif¨ªcil, pero no tenebroso como algunos insisten en predicar, ha sido aprovechada por el Rey para aportar su grano de esperanza y de fe en el porvenir. Sus palabras, que resulta imposible no compartir, resumen la convicci¨®n definitiva de que la democracia, la prosperidad, la libertad y la paz son una conquista permanente que es preciso abordar en el trabajo sol¨ªdario y com¨²n. ?Nuestra tarea es hacer un futuro que podamos compartir sin miedo, con esperanza y con raz¨®n, y en el que tengan cabida todos los derechos por peque?os que sean. ? Desde la prensa, tantos a?os amordazada y que hoy puede hablar libremente, conviene recordar que el derecho a la cr¨ªtica y el se?alamiento de evidentes defectos o problemas en la comunidad espa?ola no es, no en nuestro caso, un brindis al tremendismo ni el ejercicio pesimista de una clase intelectual. Tampoco -salvo excepciones evidentes-, un deseo de minar la incipiente democracia, a cuyo advenimiento peri¨®dicos y periodistas han cooperado con entusiasmo ejemplar. Es, en cambio, la contribuci¨®n honesta y decidida de ese llamado cuarto poder a construir la esperanza necesaria sobre la realidad que nos rodea, sea cual sea esta realidad. Porque pensamos, con don Juan Carlos, que ?son m¨¢s los logros que los fracasos y que ello da a esta Navidad espa?ola una clara dimensi¨®n de entendimiento?, creemos hoy que es f¨¢cil sumarse a la consideraci¨®n de la prensa extranjera que define a don Juan Carlos como hombre del a?o.
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