El chabolismo del centro de Madrid
Concejal del Ayuntamiento de MadridEl se?or ministro de Obras P¨²blicas y de Urbanismo acaba de recorrer durante cerca de cinco horas, el poblado de Orcasitas: paso a paso, mano a mano con los vecinos, y charco a charco, ha comprobado in situ el lamentable estado del poblado y cu¨¢nta verdad hay en las protestas de quienes lo ocupan. El ministro meti¨® las manos en las grietas de sus desmigajadas viviendas y se empap¨® hasta las rodillas en Pradolongo, cercior¨¢ndose personalmente del grado de descomposici¨®n a que ha llegado el habitat de esta amplia barriada, que no es por la que habitualmente discurre la mayor¨ªa de los madrile?os.
Unas llamadas calles por las que no s¨®lo es dif¨ªcil caminar, sino hasta ver por d¨®nde se camina, especialmante a partir de las seis de la tarde, y en las que existen bloques enteros de casas en prematura e inexplicable ruina, o ?chabolas? m¨¢s o menos infectas, y habitadas, con un ¨ªndice de prom Iscuidad que hasta repugna a los m¨¢s fervientes partidarios del destape -que son muchos- y del incesto, que, por lo visto, son bastante m¨¢s de lo que cre¨ªamos.
El ministro se siente responsable
El se?or ministro ha tenido la nobleza de declarar p¨²blicamente a los vecinos de Orcasitas, despu¨¦s de su agotadora inspecci¨®n, que se siente responsable de todo este abandono y mal hacer y que resultaba inimaginable concebir tal modo de vivir desde un despacho ministerial. Prometi¨®, al final, colaborar con los vecinos para resolver esta situaci¨®n, pues lleg¨® p¨²blicamente a preguntarse que ??C¨®mo se puede vivir as¨ª??.
Es muy plausible lo que en Orcasitas acaba de hacer y de decir el se?or ministro de Obras P¨²blicas y de Urbanismo, y m¨¢s lo ser¨¢ si logra rbsolver el problema que tiene planteado esta zona,suburbana de Madrid.
Pero el que esto escribe, como concejal presidente del distrito del Centro, distrito que incluye el que pomposamente llamamos ?Madrid de los Austrias?, el de los grandes y espl¨¦ndidos monumentos que un d¨ªa fueron de la capital de un imperio; el Madrid que, en suma, se exhibe al turista, se permite desde aqu¨ª invitar al se?or ministro de Obras P¨²blicas y de Urbanismo, a que tambi¨¦n visite este distrito. No, claro es, en la parte del mismo que, sin duda, sobradamente conoce, donde es un regalo ver la estupenda, aunque no muy abundante, monumentalidad de la que fue y ha vuelto a ser Villa y Corte, sino, la otra cara de Madrid. La que no se ense?a al que viene a visitar la capital. La formada por extensas zonas colindantes casi con el Madrid de los Austrias, integrada por un caser¨ªo cuya vetustez oscila entre 150 y trescientos a?os, y que est¨¢ cay¨¦ndose a pedazos, d¨ªa a d¨ªa, con m¨¢s intensidad y peligrosidad. Y ello no s¨®lo por causa de haber alcanzado el l¨ªmite de su edad, sino especialmente por la incuria y el abandono a que est¨¢ sometido, que ha conseguido convertir lo que un d¨ªa fueron casas en algo peor que la peor chabola. En unas paredes rematadas, algunas, no muchas, por tejas, que presentan grietas a montones. Edificaciones con pretensiones de ?casas para viviendas?, as¨ª motejadas porque externamente muchas de sus fachadas siguen pareci¨¦ndose a las que enmarcan superficies cerradas que cumplen su normal funci¨®n de servir de hogar, pero que si se adentra uno en ellas -muchas veces con peligro de que se le caiga encima una viga-, en el acto se revelan como lo que de verdad son: cubiles. Cubiles algunos con corredores de veintitantas y hasta cincuenta habitaciones, cada una de las cuales corresponde a una llamada ?vivienda familiar?, aunque, desde luego, escarnecedoramente antisocial.
Entre grieta y moho
Hac¨ªnanse en ellas familias, por lo general, no muy numerosas ni muy j¨®venes, aunque, a veces hay matrimonios con chiquiller¨ªa abundante. Viven tambaleantemente entre grietas, humedades y moho, en una situaci¨®n que no se repara ni evita, porque lo que interesa, lo que a unos cuantos conviene, es que ?eso? se caiga cuanto antes.
Lo que importa es el valor del suelo y la m¨ªsera rentabilidad que pagan los inquilinos de esas llamadas viviendas, a quienes Dios les libre de caer en una simult¨¢nea descomposici¨®n intestinal, porque, en muchas de ellas, en las de esos largos corredores a los que dan las puertas de cada una, no hay m¨¢s que un solo retrete.
?Que vaya!., que vaya el se?or Garrigues Walker a inspeccionar este caser¨ªo del centro de Madrid y ver¨¢ aumentar su asombro al ver c¨®mo se vive en la m¨¢s ?tipical? zona de la capital de Espa?a.
Humedades provocadas
Y que estudien de paso sus t¨¦cnicos, c¨®rno cabe ?remodelar? casas de 150 a?os para arriba, que si se derriba una situada en la parte m¨¢s baja de la calle, se corre el riesgo de que se vengan encima las colindantes, cuando esa calle forma rampa. Que vean el milagro de c¨®mo se mantienen en pie, apoy¨¢ndose unas con otras, pero, claro es, con un l¨ªmite trazado por el d¨ªa en que las humedades y filtraciones de sus s¨®tanos, generalmente provocadas, convierten en grave peligro para sus habitantes, la permanencia en ellas.
Estos vecinos no alborotan ni gritan. No hacen manifestaciones ni insultan a nadie. Pero, como los que gritan, quieren y exigen porque tienen derecho, y en su nombre hace tiempo que lo vengo reclamando, a vivir digna y humanamente y, a ser posible, en el entorno en que siempre han vivido. En esos barrios donde nacieron y murieron sus padres, sus abuelos y hasta sus bisabuelos, y digo bisabuelos porque la pr¨®rroga de los alquileres y las subrogaciones no es un nefasto invento de la vigente ley de Arrendamientos Urbanos. Tiene m¨¢s de cincuenta a?os, al igual que el bloqueo de los alquileres o sus aumentos m¨ªseros (v¨¦ase el real decreto de 17 de diciembre de 1924).
En esos barrios donde existe una solidaridad vecinal y de mutua ayuda que no se da en las zonas perif¨¦ricas de la ciudad, generalmente m¨¢s deshumanizadas y formadas con personas recien llegadas a Madrid, sin viejos v¨ªnculos de amistad entre ellas.
Vecinos del casco antiguo de nuestra ciudad que, en suma, quieren y solicitan esos mismos desvelos y preocupaciones que acaba de demostrar en Orcasitas, honr¨¢ndole, el se?or ministro de Obras P¨²blicas y de Urbanismo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.