Diez verdades sobre la realidad pol¨ªtica
(Secretario general de Alianza Popular)
Uno de los mayores poetas de este siglo, T. S. Eliot, a quien alguien criticaba el car¨¢cter profundamente idealista y lejano a la realidad inmediata de sus obras, coment¨® que ?los seres humanos no aceptan demasiado la realidad?. El hecho es cierto, sobre todo en cuanto a las realidades desagradables. Una de las cosas m¨¢s reales y seguras es la muerte, y hacemos todo lo posible por desconocerla y olvidarla; y lo mismo ocurre con otras muchas cosas de la vida normal.
Si esto ocurre con la experiencia personal de cada uno, a¨²n es mayor la tendencia a huir de la realidad, en la vida social. Cierto es que aqu¨ª las cosas son m¨¢s complejas y m¨¢s dif¨ªciles de observar; y que, adem¨¢s, propendemos a construir mentalmente la realidad pol¨ªtica a trav¨¦s de ideas anticuadas. Ya en el siglo XVIII observ¨® Burke que ?la mayor¨ªa de las gentes andan con veinte a?os de retraso en sus ideas pol¨ªticas?.
Por ello es importante, de cuando en cuando, recordar algunas realidades evidentes, como cuesti¨®n previa a otros razonamientos o prop¨®sitos. Veamos algunas de las m¨¢s importantes y m¨¢s olvidadas.
Son estas diez: la primera, que vivimos en un sistema econ¨®mico-social basado en la productividad; la segunda, que los pa¨ªses occidentales est¨¢n en recesi¨®n econ¨®mica; la tercera es que el crecimiento demogr¨¢fico obliga a un mayor desarrollo econ¨®mico; la cuarta, que las necesidades humanas son ilimitadas, mientras que los recursos para satisfacerlas van por detr¨¢s; la quinta, que ning¨²n sistema pol¨ªtico, en toda la historia, pudo dar soluci¨®n perfecta, a la vez, a todos los problemas; la sexta, que los, modernos sistemas socialistas, apoyados en el marxismo, tampoco lo han hecho; la s¨¦ptima, que lo que s¨ª han hecho es montar los sistemas de control pol¨ªtico y policial m¨¢s severos y eficientes que se han conocido; la octava es que, una vez consolidado un r¨¦gimen comunista, en ning¨²n sitio la situaci¨®n ha sido reversible; la novena es que, como consecuencia de ello, gran parte de la humanidad est¨¢ oculta tras diversos telones de hierro o de bamb¨²; la d¨¦cima es que, en las condiciones indicadas, el establecimiento de un sistema democr¨¢tico plantea problemas de una especial complejidad y dificultad.
Punto primero. La diferencia entre un sistema econ¨®mico-social desarrollado y los anteriores a 1800 es que el uso de capital (maquinaria y otras inversiones) y de una tecnolog¨ªa en constante progreso ha permitido una producci¨®n muy superior a los elementos empleados, lo que a su vez ha permitido un gran crecimiento del consumo, y la creaci¨®n de nuevo capital para m¨¢s inversiones. Antes no era as¨ª: cab¨ªa repartir del mismo o de otro modo los mismos bienes (producto de la tierra), pero el resultado final era una ?suma cero? r¨ªgida. Ahora no: cuanto m¨¢s se trabaja y se produce, m¨¢s se puede consumir y reinvertir. Pero no se puede, tampoco, consumir e invertir sin trabajar; consumo e inversi¨®n (o sea, puestos de trabajo futuros, y el consumo de ma?ana) salen del mismo sitio, el producto nacional. Si se quiere forzar la m¨¢quina, se producen dos fen¨®menos negativos: inflaci¨®n (pagar m¨¢s por las mismas cosas) y endeudamiento.
Punto segundo. Los pa¨ªses occidentales est¨¢n, desde 1974, en medio de una gran crisis econ¨®mica, sin precedentes desde la de los a?os 30. Un elemento b¨¢sico de su equilibrio econ¨®mico, el precio de la energ¨ªa, ha sido grandemente elevado, y seguir¨¢ si¨¦ndolo. Para vivir como antes tenemos que trabajar y producir m¨¢s; para mejorar, a¨²n tendremos que hacer un esfuerzo mayor. Pensar ahora en hacer demagogia econ¨®mico-social, frente a lo dicho en estos dos primeros puntos, es una grave responsabilidad.
Punto tercero. La mayor parte de los pa¨ªses del mundo est¨¢n en crecimiento demogr¨¢fico; algunos, como los pa¨ªses hermanos de Iberoam¨¦rica, con cifras elevad¨ªsimas, y aun dram¨¢ticas. Espa?a, con un crecimiento m¨¢s moderado, tiene su poblaci¨®n en alza; cada a?o hay m¨¢s bocas que alimentar, m¨¢s puestos escolares que crear, nuevos puestos de trabajo y viviendas que arbitrar. En algunas regiones, como Canarias (justamente la que tiene mayores dificultades para redistribuir sus incrementos), el crecimiento es particularmente alto. Tambi¨¦n, por esta causa, lo que hay que hacer es trabajar y producir m¨¢s.
Cuarto punto. Lo que podemos desear, consider¨¢ndolo indispensable para nuestra vida, es pr¨¢cticamente ilimitado. No vale decir que asegurada la alimentaci¨®n y la vivienda, y ciertos servicios sociales, est¨¢ cubierto el m¨ªnimo necesario. El ser humano no funciona as¨ª; sus necesidades est¨¢n dadas por el efecto de la imitaci¨®n; en cuanto alguien ve a otro poseer algo que ¨¦l no tiene, se considera defraudado. En la sociedad de consumo y de la televisi¨®n, ese efecto-imitaci¨®n es intent¨ªsimo, como todos sabemos. Por otra parte, los recursos son limitados; el n¨²mero de brillantes, de langostas o de cuadros de Picasso que se pueden encontrar no es el mismo que el de otras cosas m¨¢s f¨¢ciles de producir en serie. Tiene que haber unos criterios de distribuci¨®n; y ¨¦stos han de tener alguna relaci¨®n con lo que uno mismo est¨¢ dispuesto a aportar a la comunidad, en capacidad creativa, con esfuerzo de trabajo, en productividad efectiva. Pretender que haya caf¨¦ para todos no es posible ni en el Brasil.
Punto quinto. Los problemas de las sociedades humanas son numerosos y complejos.- En la historia ha habido unos pa¨ªses, en determinadas ¨¦pocas, m¨¢s caaces que otros de hacerlas frente; ning¨²n pa¨ªs, por otra parte, ha sido capaz de resolverlos todos a la vez, ni de hacerlo de un modo permanente. Una actitud peligrosa (que hemos practicado bastante en Espa?a) es pasar de unos momentos de euforia, en los cuales creemos que todo va a resolverse de modo maximalista, a otros momentos de apat¨ªa, de escepticismo y de censura. Los primeros hacen inevitables a estos ¨²ltimos. Solo acometiendo programas realistas, con prioridades razonables, se puede romper dicho ciclo fatal.
Sexto punto. Los sistemas que de modo m¨¢s dram¨¢tico han criticado a todos los anteriores, y de modo m¨¢s terminante han ofrecido el ciclo en la tierra (neg¨¢ndolo en la otra, de paso), tampoco han conseguido hacer buenas sus ofertas. Y no vale decir que no han tenido tiempo. La revoluci¨®n rusa ha cumplido ya sus primeros sesenta a?os. No pretendo negar que, en algunos casos y en determinadas fases, no hayan supuesto pasos decisivos hacia adelante. Han confirmado lo que dec¨ªa: que no hay soluciones perfectas y definitivas a los problemas de la vida humana en sociedad. Ahora bien, si esto es as¨ª, entra en juego una regla de sentido com¨²n: hay que examinar las reformas propuestas en sus m¨¦ritos, y teniendo en cuenta sus costos de toda ¨ªndole. No es lo mismo decir: haced todo lo que yo diga, porque, al final, todo ser¨¢ perfecto; que decir: propongo esta reforma, con estas esperanzas y estos costos. Aqu¨ª entramos en el terreno del realismo pol¨ªtico.
S¨¦ptimo punto. Los sistemas establecidos en Rusia, en otros pa¨ªses de la Europa oriental, y en general donde el comunismo se ha establecido, se han cuidado de evitar el planteamiento anterior. No han aceptado la cr¨ªtica de sus decisiones, no han tolerado disidencias, no han permitido m¨¢s relevos que los decididos desde dentro de un sistema olig¨¢rquico. Los controles administrativos, policiales, econ¨®micos, informativos y de toda ¨ªndole reducen a la impotencia a cualquier intento de oposici¨®n o contestaci¨®n. Ninguna ¨¦poca anterior del mundo conocido ha establecido unos sistemas tan opresores como los aludidos.
Octavo punto. Ning¨²n r¨¦gimen comunista, una vez consolidado, ha sido reversible, en dicho control monopolista del poder. No se conoce un solo caso. A partir de su establecimiento, solo cabe la insurrecci¨®n armada; pero el Pacto de Varsovia se encarga de reponer a cualquier Gobierno amenazado, como ocurri¨® en Hungr¨ªa y Checoslovaquia. Si alg¨²n pa¨ªs, como Indonesia o Chile, logra librarse por los pelos de un golpe de mano comunista, se convierte en sujeto inmediato de ataque sistem¨¢tico, en todos los frentes.
Punto noveno. Si los partidos comunistas no sueltan ninguna presa, una vez cobrada, y los reg¨ªmenes constitucionales, en cambio, les dan las alternativas normales del juego pol¨ªtico, es indudable que llevan una cierta ventaja inicial. Ellos ganan de cuando en cuando, y no pierden nunca, como Jalisco. El resultado impresionante es que una gran parte de la humanidad vive hoy detr¨¢s de controles totalitarios. Europa y Asia, y ahora ?frica, son testimonio de ello. Ahora se nos habla de un compromiso nuevo, que, como el caf¨¦ descafeinado, tiene todo menos el alcaloide esencial. No neguemos toda posibilidad, pero vayamos con prudencia en la aceptaci¨®n de una idea que a¨²n no ha pasado por la prueba del fuego: haber logrado el poder.
El ¨²ltimo punto es el m¨¢s importante. A la vista de este conjunto de realidades (a mi juicio, indiscutible), es preciso reconocer que la empresa, deseable e incluso indispensable, de establecer un sistema constitucional y democr¨¢tico, est¨¢ lleno de responsabilidad y dificultades. Debemos ir a ella, decididamente, pero con prudencia y moderaci¨®n; a un ritmo razonable, y sin dejar que la prisa nos meta en riesgos insondables. Los tiempos son dif¨ªciles; las crisis, reales; los peligros, ciertos. Pongamos todos a la vez patriotismo y sentido com¨²n; lo dem¨¢s se nos dar¨¢ por a?adidura.
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