Juli¨¢n Mar¨ªas y el concepto de naci¨®n
El art¨ªculo de Juli¨¢n Mar¨ªas sobre Naci¨®n y ?nacionalidades? (v¨¦ase EL PA?S de 15-1-78) tiene brillantez. Toca un tema que est¨¢ a flor de piel y ha obtenido un resonante ¨¦xito period¨ªstico. Su destino, sin embargo, no es digno de un fil¨®sofo. Porque confundir¨¢ las cosas en lugar de ayudar a clarificarlas. Quienes sin encomendarse a Dios ni al diablo han dado por buena la erudici¨®n del se?or Mar¨ªas son los primeros que tienen derecho a quejarse.Vaya por delante que a mi me parece que toda la obstinaci¨®n a la hora de defender la existencia de una ¨²nica naci¨®n espa?ola me parece querer poblar el pa¨ªs de fantasmas y de l¨®bregos temores. Opini¨®n por opini¨®n, cada quien tiene derecho a la suya. Respeto la del se?or Mar¨ªas. Pienso, de todos modos, que tendr¨ªamos derecho a exigirle que delimitara el terreno de sus ideas personales de los categ¨®ricos juicios hist¨®ricos en los que trata de fundamentarlas.
Mar¨ªas dedica toda su artiller¨ªa a destruir el concepto de ?nacionalidades?. Que quede claro, de todos modos, que su objetivo no es descalificar un concepto inadecuado para darle un sustitutivo correcto. En este caso Mar¨ªas tendr¨ªa que decir que no se debe llamar ?nacionalidades? a Catalu?a o a Euskadi, sino ?naciones?. Esto ser¨ªa lo correcto para alguien que invoca la historia y el uso ling¨¹¨ªstico. Pero a Mar¨ªas no le importa distinguir entre ?el fen¨®meno pol¨ªtico del Estado y el fen¨®meno ¨¦tnico de la naci¨®n? (Akzin). Y entonces es cuando equivoca el camino. Porque si, como ciudadano dedicado a la pol¨ªtica, tiene derecho -como Licinio de la Fuente- a mantener que no hay m¨¢s naci¨®n que la espa?ola, como autoridad en materia hist¨®rica y ling¨¹¨ªstica no tiene derecho a cometer simplificaciones que van contra la verdad.
El se?or Mar¨ªas, por ejemplo, se escandaliza de que el t¨¦rmino ?nacionalidades? se haya introducido ?en nuestra lengua (como) una moda recent¨ªsima, imprecisa, que aparece con alguna frecuencia en los peri¨®dicos?. Podr¨ªa a?adir, a continuaci¨®n, que el libro de Stuart Mill que cita ya fue traducido al castellano antes de que comenzara este siglo. Pero hay m¨¢s. Porque si por un lado su lectura de Pi y Margall deja mucho que desear -al fin y a la postre Pi parte de una concepci¨®n voluntarista y habla del ?libbre consentimiento, que lo mismo sirve para la constituci¨®n que para la reconstituci¨®n de las nacionalidades?-, puesto que le pide a nuestro insigne federalista que defina desde fuera realidades territoriales que ¨¦l quer¨ªa conformar desde la conciencia de identidad de cada pueblo; por otro, parece concebir el idioma castellano como un castillo roquero que pudiera vivir al margen de los fen¨®menos pol¨ªticos que puedan sucederse sobre territorio espa?ol. Voy a poner un ejemplo.
Este: el libro de Prat de la Riba La nacionalitat catalana se public¨® en 1906. Es decir, hace m¨¢s de setenta a?os. No se trata, pues, de una moda tan reciente. Y no se me diga que este libro estaba escrito en catal¨¢n. Porque en 1917 Royo Villanova lo tradujo -con el mismo t¨ªtulo- al castellano y se public¨® en Valladolid, la ciudad natal del se?or Mar¨ªas. Entonces nuestro fil¨®sofo todav¨ªa no hab¨ªa cumplido los tres a?os. De haber tenido un m¨ªnimo inter¨¦s habr¨ªa podido familiarizarse con la expresi¨®n desde el mismo momento en que comenz¨® a hablar.
Desde entonces ha llovido mucho, y el que un t¨¦rmino no le guste a Mar¨ªas no le da derecho a ignorarlo o achacarle un origen bastardo y advenedizo. A m¨ª tampoco me hace muy feliz, que conste. Pero los hechos son los hechos. Creo, por otra parte, que aunque el libro de Carretero (M¨¦xico, 1948) Las nacionalidades espa?olas pueda ser discutible cuando se hacen juicios tan categ¨®ricos merecer¨ªa haber side recordado.
Erudici¨®n in¨²til
Pero volvamos a Pi y Margall y a su contexto hist¨®rico. Mar¨ªas desempolva una cita de Stuart Mill de 1861. Es un ejercicio gratuito de erudici¨®n in¨²til. Porque, evidentemente, Stuart Mill no invent¨® la expresi¨®n ?nacionalidad? en el sentido que ahora le damos. Sin ir m¨¢s lejos, seg¨²n cuenta Robert Lafont en Sur la France, Cavour la us¨® con id¨¦ntico sentido en su discurso ante la C¨¢mara piamontesa del 28 de mayo de 1860. Y si leemos un manual como el libro de G. Weil. La Europa del siglo. XIX y la idea de nacionalidad, veremos que hay testimonios muy anteriores. Yo creo que el se?or Mar¨ªas ten¨ªa el deber, hacia sus lectores, de no pasar por alto estas cuestiones.As¨ª, por ejemplo, nos podr¨ªa decir que la palabra aparece en ingl¨¦s en el Diccionario Murray, en 1691, y que en Alemania se introduce en la tercera mitad del siglo XVIII. Entonces, curiosa mente, Jahn la combate, como Mar¨ªas ahora, por creer que es un galicismo. Bueno, ya hemos visto que Mar¨ªas insin¨²a que es un anglicismo lo que en el mejor de los casos ser¨ªa un catalanismo Jahn antepone a la nacionalidad el t¨¦rmino ?Volksturn?, derivado de ?Volk? (Pueblo). Y dice Weil: ?No obstante los esfuerzos de Jahn, la palabra "Nacionalit¨¢t" se abre camino en Alemania al lado de "Volkstum"; ya emplea da por Navalis en 1798, por Guillermo de Humboldt y Goerres, reaparece frecuentemente en las lecciones de Federico Schlegel, en los discursos de Ficlite. De este modo ha adquirido el derecho de ciudadan¨ªa antes de 1815.? Ya ve qui¨¦nes son, verdaderamente, los que acu?aron el concepto. Poetas y fil¨®sofos. No juristas. Y en todos ellos el t¨¦rmino ten¨ªa por lo menos los dos sentidos que Mar¨ªas reconoce en la extravagante cita de Stuart Mill. As¨ª, en 1866 Buchez, al consagrar la expresi¨®n en franc¨¦s, la define en estos t¨¦rminos plenamente actuales: ?Cuando pronunci¨¦ por vez primera la palabra nacionalidad cre¨ª inventarla... le daba un significado nuevo que todav¨ªa le mantengo, pero hoy en d¨ªa con total autoridad, ya que la palabra ha hecho fortuna en su nuevo sentido... Quiere decir no s¨®lo la naci¨®n, sino tambi¨¦n alguna cosa m¨¢s en virtud de la cual una naci¨®n subsiste incluso cuando ha perdido su autonom¨ªa.?
Nacionalidad-Naci¨®n
A pesar de todo lo anterior el se?or Mar¨ªas, como un servidor, tiene perfecto derecho a que no le gusten las ?nacionalidades?. ?Por qu¨¦ no habla entonces de ?naciones?? La explicaci¨®n es muy sencilla. Al se?or Mar¨ªas no le gusta el ?uso ling¨¹¨ªstico cl¨¢sico?, a pesar de que lo invoque para confundir a los ingenuos. Y voy a tratar de demostrarlo. En uno de sus libros, el se?or Mar¨ªas dice que ?Catalu?a no ha sido nunca una naci¨®n?. Si con ello quiere decir que nunca ha sido un Estado puede que tenga raz¨®n, aunque un historiador tan competente como el catedr¨¢tico franc¨¦s Pierre Vilar diga que entre 1250 y 1350 Catalu?a fue el primer ejemplo europeo de Estado-naci¨®n. ?Pero c¨®mo podr¨ªa explicarme el se?or Mar¨ªas que a pesar de carecer Catalu?a de entidad pol¨ªtica propia -y ser tan s¨®lo un pueblo con se?as de identidad propias dentro de la Corona de Arag¨®n-, los propios -catalanes se consideraran a s¨ª mismos una naci¨®n y este mismo tratamiento les dieran los castellanos? Y ello, por supuesto, antes y despu¨¦s de los Reyes Cat¨®licos. Tengo docenas de citas para acreditarlo, de las que prescindo en aras de no extenderme demasiado. Citar¨¦ tan s¨®lo una que precisa extraordinariamente los t¨¦rminos. Es el texto de las Cortes de Tortosa (1411) que alude a la enemistad de los genoveses hacia ?la Corona de Arag¨®n y los naturales de aqu¨¦lla y sobre todo la naci¨®n catalana?. ?Puede decirnos el se?or Mar¨ªas cu¨¢ndo desapareci¨® aquella naci¨®n tan reiteradamente documentada por la historia y que carec¨ªa, pese a todo, de entidad pol¨ªtica? Pero es que ni siquiera desde la lengua castellana cabe involucrar ?no s¨®lo la realidad, sino el uso ling¨¹¨ªstico? para descalificar las ?nacionalidades? y no colocar en su lugar el concepto de ?naci¨®n?. Porque, ?es o no verdad, se?or Mar¨ªas, que Pero L¨®pez de Ayala, en su Rimado de palacio, escrito hacia 1400, habla de las principales naciones de Europa y se refiere a los catalanes, los lombardos, los escoceses? ?Es o no cierto que Baltasar de Roman¨ª, en el siglo XVI, comenta las obras de Osias Marco, cavallero valenciano de naci¨®n catalana? ?Y es o no cierto, en fin, que un conocedor del idioma como Azor¨ªn escribi¨® el p¨¢rrafo.que transcribo como cierre de este ya largo art¨ªculo? Este es el texto de Azor¨ªn: ?No se puede confundir e identificar el Estado y la naci¨®n. En Espa?a hay un Estado y varias naciones. De "naciones" han hablado siempre los escritores cl¨¢sicos: Lope, Graci¨¢n, Cervantes -al referirse a catalanes, vascos, castellanos, gallegos, etc¨¦tera-. A la "naci¨®n catalana", as¨ª, expresamente dicho, muestra su simpat¨ªa Graci¨¢n.? ?D¨®nde est¨¢ entonces el verdadero uso ling¨¹¨ªstico?
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