La reforma fiscal
Catedr¨¢tico de Teor¨ªa Econ¨®mica de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.Secretario general t¨¦cnico del Ministerio de Hacienda
Parece oportuno hacer algunas consideraciones sobre la reforma fiscal, cuyo desarrollo est¨¢ afectando al bolsillo del contribuyente, y, por ello, es tema de renovada controversia y preocupaci¨®n. La reforma fiscal fue una de las promesas electorales de UCD, y de la mayor¨ªa de los partidos pol¨ªticos, durante las elecciones legislativas del 15 de junio del pasa do a?o. El cumplimiento de dicha promesa genera, por un lado, que las t¨¦cnicas de inoportunidad, precipitaci¨®n, etc¨¦tera, y por otro que las pol¨ªticas de desviacionismo de UCD respecto de sus electores, al hacer le Gobierno -se dice- una reforma fiscal izquierdista. Mucho me temo que tales observaciones procedan de grupos de interese que, en buena parte, no canalizaron sus votos a UCD, o bien de n¨²cleos privilegiados que no desean asumir la tarea solidaria que la profunda crisis econ¨®mica reclama. Pero veamos qu¨¦ reforma se est¨¢ haciendo y qu¨¦ se prometi¨® a los electores.En aquellos d¨ªas de junio de 1977, lo que UCD anunciaba como programa econ¨®mico est¨¢ escrito en un folleto -?Una respuesta a la crisis econ¨®mica?- que fue ampliamente difundido en los m¨ªtines y actos electorales. En las p¨¢ginas 16 y 17 se indica que la pol¨ªtica de saneamiento que la crisis econ¨®mica espa?ola exig¨ªa (y que el Gobierno ha emprendido desde el ¨²ltimo verano) deb¨ªa venir acompa?ada por una reforma fiscal que ?es vital para el ¨¦xito del programa de saneamiento, ya que s¨®lo ella dar¨¢ credibilidad al objetivo de repartir equitativamente la carga de la estabilizaci¨®n y aportar¨¢ al mismo tiempo los recursos necesarios para reducir el d¨¦ficit del sector p¨²blico?. Se se?alaba, adem¨¢s, que esta reforma deber¨ªa asentarse fundamentalmente en la lucha urgente contra el fraude fiscal, en la eficacia del impuesto sobre la renta, en evitar que las plusval¨ªas reales y otras fuentes de riqueza escapen a la acci¨®n fiscal y en la absorci¨®n gradual de la financiaci¨®n de la Seguridad Social por el Estado, desarrollando para ello la revisi¨®n de la imposici¨®n indirecta mediante la creaci¨®n del impuesto sobre el valor a?adido.
Desarrollo de la reforma
Pues bien, lo prometido se est¨¢ cumpliendo. La ley 50/1977, de 14 de noviembre, sobre medidas urgentes de reforma fiscal (cuya aprobaci¨®n en el Senado por 180 votos a favor, diez abstenciones y ninguno en contra, oblig¨® a su presidente, ante los numerosos aplausos, a rogar a ?sus se?or¨ªas, antes de manifestar tan calurosamente su entusiasmo?, que le permitieran proclamar el resultado oficial de la votaci¨®n), es verdaderamente una ley que permite luchar eficazmente contra el fraude, es, en realidad, la pieza clave de la reforma fiscal. Dicha ley nace del convencimiento de que debe cambiarse radicalmente la actitud del contribuyente espa?ol, que hasta ahora incluso presum¨ªa de defraudador, para transformarlo en, contribuyente responsable, para quien el pago del impuesto constituya un honor y un origen de derechos que le permitan exigir del Estado las cuentas que justifiquen el buen uso del dinero que aporta. La ley mencionada busca ese fin, y para ello facilita la acci¨®n inspectora a trav¨¦s de la colaboraci¨®n tributaria a que se ven obligadas las entidades de cr¨¦dito, se tipifica como delito el fraude fiscal, se incorpora a nuestro sistema tributario el impuestos obre el patrimonio -que reforzar¨¢ el conocimiento de las fuentes de renta del contribuyente- y, finalmente, se abre un plazo para la regulaci¨®n voluntaria de la situaci¨®n fiscal de las personas f¨ªsicas y sociedades, sin sanci¨®n alguna, que abre el futuro, al contribuyente, para una conducta fiscal correcta y responsable, con olvido del pasado. As¨ª, pues, el fraude podr¨¢ atacarse seriamente.
Por otra parte, y en relaci¨®n con los puntos b¨¢sicos de la reforma prometida, debe se?alarse que ya est¨¢n en las Cortes los proyectos de ley sobre la imposici¨®n de las rentas de las personas f¨ªsicas, patrimonio y sucesiones y donaciones. Por el primero de ellos se suprimen los impuestos a cuenta y las desgravaciones, que eran elementos de elevada regresividad en nuestro sistema tributario, al constituir privilegios en favor de los perceptores de ingresos m¨¢s altos; tambi¨¦n es importante destacar que el nuevo impuesto sobre la renta va acompa?ado de una tarifa m¨¢s reducida, aplicable para el a?o 1977 si el proyecto de ley correspondiente prospera. El impuesto sobre el patrimonio, que es muy ¨²til en una sociedad de fraude extendido, har¨¢ tributar a plusval¨ªas que ahora se escapan y a otras fuentes de riqueza. Es, sin embargo, un impuesto poco gravoso, que puede pagarse c¨®modamente con una parte reducida de la renta derivada del mismo, y que moviliza a los patrimonios no productivos. En tercer lugar, el impuesto sobre las sucesiones y donaciones es marcadamente social, grava las adquisiciones gratuitas y queda fijada la carga tributaria al tiempo de incrementarse la capacidad de pago del contribuyente. Se cierra, con el mismo, la imposici¨®n directa.
Finalmente, el prop¨®sito de absorber por el Estado la financiaci¨®n de la Seguridad Social, seg¨²n la reforma prometida, se ha iniciado ya con motivo de la aprobaci¨®n de los Presupuestos Generales del Estado para 1978. En efecto, el Estado aportar¨¢ a la Seguridad Social 100.649 millones de pesetas, 71.694 m¨¢s que en 1977, lo que representa una financiaci¨®n del 7,8% del presupuesto de la Seguridad Social a cargo del Estado (en el a?o 1977 este porcentaje fue de s¨®lo el 2,8 %). Este esfuerzo proseguir¨¢ durante los a?os venideros y deber¨¢ culminarse mediante la revisi¨®n del sistema de imposici¨®n indirecta. Los textos legales est¨¢n muy avanzados y pronto los conocer¨¢ el Gobierno para su estudio y posterior remisi¨®n a las Cortes. Se implantar¨¢, de este modo, el impuesto sobre valor a?adido -con la cautela necesaria para no perjudicar a nuestras exportaciones y no afectar, a la alza, al nivel de precios-, que sustituir¨¢ al impuesto sobre tr¨¢fico de empresas y englobar¨¢ parcialmente las cotizaciones de la Seguridad Social.
Quejas injustificadas
Si todo esto se hab¨ªa notificado en la ¨²ltima campa?a electoral, ?por qu¨¦ sorprende ahora?, ?es inoportuna la reforma? Lo que est¨¢ pasando es que la opini¨®n ciudadana ya ha captado que la reforma es seria, algo inimaginable cuando hac¨ªa tanto tiempo que se hablaba de ella y nunca se realizaba. La reforma es molesta para el defraudador -que es el privilegiado del marco tributario que se intenta erradicar- y tambi¨¦n para el perceptor de elevados ingresos y el poseedor de una fortuna significativa, que son los que deben pagar proporcionalmente m¨¢s impuestos si aceptamos la progresividad del sistema. Sin embargo, cabe esperar, que tanto los primeros -movidos por un inter¨¦s de ordenamiento y clarificaci¨®n tributaria-, como los segundos -estimulados por el esp¨ªritu de solidaridad y justicia que la democracia requiere-, aceptar¨¢n el sacrificio que la reforma implica, pues, desde un punto social, es el mejor camino para alcanzar una sociedad democr¨¢tica y estable, apoyada en una econom¨ªa que satisfaga adecuadamente las necesidades b¨¢sicas (educaci¨®n, sanidad, etc¨¦tera) y que corrija las diferencias de renta y riqueza entre los diferentes grupos sociales con el fin de integrar a todos los ciudadanos en la causa com¨²n de una Espa?a m¨¢s pr¨®spera y m¨¢s justa. Como afirma Jean Francois Revel, en su obra La tentaci¨®n totalitaria, ?precisamente en los pa¨ªses en que m¨¢s precoz y profundamente ha penetrado el esp¨ªritu capitalista, es donde la fiscalidad es m¨¢s justa y el fraude es combatido con mayor severidad. Son las verdaderas sociedades capitalistas quienes han establecido el impuesto sobre el patrimonio?, contra el cual reaccionan los sectores ego¨ªstamente insolidarios.
La reforma no es s¨®lo oportuna por los motivos anteriores sino que la crisis econ¨®mica, que no es solamente una crisis de insuficiencia de demanda, sino una crisis real, una crisis de inadecuaci¨®n de estructuras productivas, exige precisamente la revisi¨®n del aparato fiscal. El d¨¦ficit del sector p¨²blico, y la generaci¨®n de inflaci¨®n que su financiaci¨®n requer¨ªa, obliga a practicar una correcci¨®n del sistema fiscal. La reforma apunta hacia ello y es un elemento m¨¢s -muy importante- del saneamiento estructural que nuestra econom¨ªa precisa.
No soy quien deba opinar en torno al perfeccionamiento t¨¦cnico de la reforma. Sin embargo, aconsejar la postergaci¨®n de la misma a un estudio cuidadoso del sistema tributario espa?ol es una ingenuidad -cualquier estudioso del tema conoce los libros verdes, blancos e informes que se han hecho durante los ¨²ltimos tiempos por nuestros mejores especialistas tributarios sin ¨¦xito positivo alguno-, o bien una t¨¢ctica obstruccionista ante un cambio estructural necesario. Los grupos privilegiados (quienes gozan de desgravaciones poco fundadas, quienes disfrutan de riqueza y plusval¨ªas no gravadas, los defraudadores tolerados) son los ¨²nicos que pudieran oponerse a la reforma, pero la sociedad no puede tolerar que los intereses de estos priven sobre el resto de los ciudadanos.
La reforma fiscal est¨¢ esencialmente hecha, pues la ley de medidas urgentes de reforma fiscal ah¨ª est¨¢. Los proyectos de adecuaci¨®n de los impuestos al nuevo mundo fiscal en que vivimos est¨¢n en las Cortes (renta, patrimonio y sucesiones y donaciones) o pr¨®ximos a remitirse (sociedades y valor a?adido). La reforma fiscal se ha hecho gracias a la iniciativa del Gobierno, que de este modo cumple con lo prometido, y al esfuerzo y trabajo de todos los partidos pol¨ªticos que en el parlamento han comprendido la necesidad del cambio estructural de uno de los fundamentos del sistema econ¨®mico, como es el sistema fiscal.
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