El fuego
El fuego, el fuego en el Pazo. Han corrido, han ardido las hip¨®tesis, ?qui¨¦n ha incendiado el Pazo? Pero toda explicaci¨®n, real o ficticia, ser¨¢ una verdad mezquina a la luz del fuego, a la luz de esa verdad airada e inexplicable que es el fuego. Todos hemos visto, para nuestro bien y para nuestro mal, las im¨¢genes atroces y entreso?adas de cuarenta a?os, el fuego barroquizando el barroquismo ya dormido de una dictadura. Y hemos sufrido.El fuego, el fuego en el Pazo. Comprendo que es urgencia llameante de periodistas y polic¨ªas averiguar el qu¨¦, el por qu¨¦, c¨®mo, el c¨®mo ese fuego, pero yo no quiero saber la verdad -que seguramente es una verdad azarosa y mediocre-, porque me quedo hoy con el s¨ªmbolo, con la ¨¦tica y la est¨¦tica del fuego, que viene a poner una apoteosis de oro indignado al oro de los estofados y las siller¨ªas. Hubo como una decepci¨®n de la Historia, para los eternos descontentos, cuando la dictadura se termin¨® a s¨ª misma, tan callando, y ahora tienen aqu¨ª, ya incruento, el, fuego eterno que so?aban.
Qu¨¦ espect¨¢culo este espect¨¢culo del fuego. Qu¨¦ lenguaje el lenguaje del fuego. De qu¨¦ valen fasc¨ªculos, memorias, tratados del franquismo, todo lo que se escribe cada d¨ªa. M¨¢s elocuente que todo, m¨¢s informativo, es el incendio del Pazo, esa cat¨¢strofe en la que cruza, fantasma en camis¨®n, la memoria de do?a Emilia, esa hoguera grandiosa en la noche gallega, el resplandor de la hoguera que ya viera Valle, el resplandor de la Historia ardiendo al fin.
C¨®mo quema ese fuego, c¨®mo nos quema a todos, como una injusta justicia justiciera. C¨®mo se toma siempre la justicia por su mano, el fuego, en una noche de ira que los espa?oles no tuvimos, afortunadamente, porque los espa?oles ya no somos pir¨®manos con nadie. La revoluci¨®n que no se ha hecho, la hace el fuego simb¨®lico y maldito, como un pensamiento colectivo que debemos negarnos.
No hay derecho. No era ¨¦sta nuestra apoteosis, no quer¨ªamos ser m¨¢s un pueblo de pastores incendiarios. Temo a la verdad de ese fuego, por si es una verdad alevosa, por si es una mentira o un azar, por si es una verdad demasiado hermosa o demasiado simple. Prefiero ver la mano del azar y el instinto sim¨¦trico del tiempo cumpliendo una apoteosis a la que todos hemos renunciado.
Es un s¨ªmbolo ese fuego, es un altar, un ara, es un recamado de fuego que le pone la nada a la ausencia del muerto. Un ¨²ltimo derroche, un lujo, un estrambote de oro con el que no cont¨¢bamos para la historia escrita del franquismo. Me horroriza ese fuego, que es como nacido del ansia llameante de los muertos. Yo no quiero ese fuego, no lo quiero porque viene a quemarnos a nosotros. ?Seremos incendiarios para siempre?
La soga en casa del ahorcado, el cuchillo en casa del herrero, el fuego en casa del guerrero. Siendo un fuego casual o provocado, viene a expresar y resumir la violencia callada de mil a?os. Pu?os de llama llameando, llamando sobre puertas asordadas, lenguas de fuego habl¨¢ndole a los cuadros y a los santos, un Guernica casual, tribal, final, un contra Guernica inexplicable.
Simetr¨ªa de la Historia, secreto de ese fuego que ya nadie quer¨ªa, innecesario fuego represado que ha abierto sus esclusas, que en alg¨²n sitio ard¨ªa, soterrado. Ya no quer¨ªamos tanto, esa devastaci¨®n, esa venganza, el recital del fuego entre consolas, las fotos que hemos visto, las camas y las sillas, fuego que llega tarde, fuego y oro, inundaci¨®n de un agua roja y loca.
El fuego, el fuego en el Pazo. Un ex-libris de llamas. Una cruel decisi¨®n que toma el tiempo. La lecci¨®n de ese fuego es que no lo quer¨ªamos. Que est¨¢bamos empezando a olvidar, los espa?oles. Que nos quema ese fuego, ?improvocado? Pura interrogaci¨®n es siempre el fuego.
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