Los quijotes planetarios
En esta obra el autor trata dos temas claramente diferenciados. El relato b¨¦lico de la guerra civil espa?ola y el posterior exilio de los hombres que se vieron forzados a cruzar las fronteras de su patria como consecuencia de la derrota militar.La historia, escrib¨ªa Maritain, es una memoria y una experiencia cuyo uso est¨¢ reservado a los prudentes. No es una ciencia exacta porque versa sobre hechos variables y contingentes. Un hecho hist¨®rico, aunque se trate de algo tan concreto como una batalla militar, es suceptible de muchas interpretaciones.
Podemos hacer sobre un suceso multitud de an¨¢lisis casu¨ªsticos e interesados. Pero por muchos sofismas que se utilicen no variaremos un ¨¢pice, por ejemplo, el resultado de la batalla de Waterloo.
Los derrotados y el exilio
Eduardo Pons PradesEditorial Bruguera, SA Barcelona, 1977
El peligro reside cuando el historiador trata, desde su peculiar punto de vista, de interpretar la historia. Entonces juzga, determina, acusa y dogmatiza. Sostiene Eduardo Pons Prades una tesis harto discutida y discutible. Afirma, con absoluta convicci¨®n, que despu¨¦s de la p¨¦rdida de Catalu?a las fuerzas del Gobierno republicano hubieran podido mantener la lucha seis meses m¨¢s en la zona del centro, con lo que se hubiera conseguido empalmar nuestra guerra con la contienda mundial, variando por completo el acontecer pol¨ªtico de nuestra reciente historia.
Y como la realidad no se produjo as¨ª, no entremos ahora en la conveniencia de que ocurriera o no, entonces se lanza a emitir juicios que, por lo menos, hay que calificar de incongruente ligereza. Con un sincretismo gratuito no ve m¨¢s que traidores a diestro y siniestro. Incluso a hombres esencialmente afines a su credo libertario, como Cipriano Mera, los moteja de enga?ados y equivocados. Los dem¨¢s, hasta la personalidad digna y respetable de Juli¨¢n Besteiro, son sencillamente traidores. As¨ª no se escribe la historia. As¨ª lo m¨¢s que se hace es un panfleto mitinesco. No recuerda Pons Prades el estado de la opini¨®n p¨²blica en los momentos en que desarrolla su relato. Somos de su misma quinta, la ?quinta del biber¨®n?, y cuando nos habla de la posible capacidad de resistencia numantina, en aquellas fechas, nos invade el escepticismo.
Olvida, lamentablemente, el esp¨ªritu de entrega cobarde incubado en Munich que imperaba aquellos d¨ªas en Europa. En plena batalla del Ebro, Hitler hab¨ªa ocupado Austria; despu¨¦s liber¨® a los sudetes de Checoslovaquia, la quimera de enlazar nuestra contienda con la segunda guerra mundial no pasa de ser una vaga utop¨ªa.
En lo que estamos totalmente de acuerdo con Pons Prades, por ser una verdad incontrovertible, es en la cruel odisea del exilio y en el hero¨ªsmo con que los espa?oles lucharon contra el nazifascismo europeo en los bosques de Francia, en los fiords de Noruega, en las monta?as de Italia, en los desiertos de ?frica y en las estepas rusas.
Dice Pons Prades que cuando hablan las armas el coraz¨®n debe enmudecer. Por eso hay que agradecerle el extraordinario trabajo que ha realizado reuniendo la m¨¢s copiosa documentaci¨®n testimonial sobre la infatigable lucha de los espanoles exiliados contra el poder¨ªo nazi.
El relato de Mart¨ªn Bernal (Garc¨¦s) es fiel reflejo de ese esp¨ªritu: ?Yo fui, eso s¨ª, uno de los primeros espa?oles que entr¨® en el Berghof de Hitler y seguramente el primer europeo llegado a ¨¦l sin haber sido invitado por su due?o. Y lo primero que hice fue desabrocharme la bragueta y vaciar mi cargada vejiga en el hall. Y experiment¨¦, lo confieso, un gran alivio, no s¨®lo material sino tambi¨¦n y, sobre todo, moral. Era como si al fin hubi¨¦semos lavado todas las afrentas que los republicanos hab¨ªamos recibido del fascismo europeo desde el verano de 1936.?
Este es el quinto libro que conocemos de Eduardo Pons Prades dedicado al estudio y a las consecuencias de nuestra guerra civil. Esperamos de ¨¦l, quijote planetario, nuevas obras y nuevos testimonios, porque Pons Prades es de esos hombres que no abandonan la lucha en el camino hacia la libertad.
Babelia
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