El misterio de la crisis
Adolfo Su¨¢rez no estaba all¨ª. Antes de comenzar la sesi¨®n, bajo una neblina azul de veguero, se hab¨ªa desarrollado al pie de las gradas un ¨¦xtasis de felicidad pol¨ªtica: un ballet campechano de abrazos, un palmoteo orgi¨¢stico en el costillar de los pr¨®ceres, ese ambiente de dicha en la cumbre. El Gobierno, entrelazado con los diputados sobre la alfombra persa de la pelouse, pretend¨ªa establecer el rito de la crisis ministerial en un aire consabido de antedespacho de consejo de administraci¨®n en d¨ªa de gran dividendo. Los nuevos ministros se dejan felicitar, buscaban los saludos profesionales de los l¨ªderes de la oposici¨®n en el banco azul con la mirada brillante. Rodr¨ªguez Sahag¨²n, trenzada entre los corros celestiales la sonrisa de p¨¢jaro disecado bajo un pelo de cepillo. S¨¢nchez Ter¨¢n, con sus gafas de dorada montura, y Calvo Ortega, con un duro ce?o de jabato, se dejaban mecer por la teor¨ªa del relevo, seg¨²n el prospecto de mano. Fern¨¢ndez Ord¨®?ez tiraba de puro como un Robinson Crusoe en una isla perdida. Pero Adolfo Su¨¢rez no es taba all¨ª.Comenz¨® la sesi¨®n y habl¨® la esfinge Abril Martorell, en ese tono que normal. mente se usa para narrar una broma pesada explic¨® rudimentariamente el sentido de la crisis. No pasa nada. Todo sigue igual. El pacto de la Moncloa se ha cumplido y se seguir¨¢ cumpliendo escrupulosamente. Es necesaria la uni¨®n clara de todos los partidos, Y cosas as¨ª de bonitas. Y despu¨¦s, como adorno de crema montada, una ristra de promesas linguopaladiales. Pero todo este material tan fino y antiguo enseguida se convirti¨® en una charada, en un jerogl¨ªfico baturro inscrito al pie del plinto. Y a los l¨ªderes de la oposici¨®n les han entrado ganas de interpretar el destino del h¨¦roe.
Santiago Carrillo, entre iron¨ªas, p¨¦sames y parabienes envenenados, ha iniciado el debate. Y al instante las cartas se han puesto boca arriba. La m¨ªstica del profundo pesimismo. Felipe Gonz¨¢lez ha ido directamente al grano y le ha tirado de la nariz al or¨¢culo. Si el Gobierno ha cumplido sus pactos y pretende seguir cumpli¨¦ndolos, ?d¨®nde est¨¢ el misterio? ?A qu¨¦ obedece la clave del relevo ministerial? Las intenciones del poder se han convertido en pura criptolog¨ªa. De modo que si el Gobierno pretend¨ªa aliviarse ante el Parlamento con cuatro mantazos por la cara, se ha equivocado. Felipe Gonz¨¢lez ha hablado con poder¨ªo. Nadie sabe qu¨¦ diablos quiere el Gobierno, qu¨¦ pol¨ªtica va a seguir. Que se explique de una vez, porque a este paso el trabajo de la oposici¨®n se va a convertir en una labor de egiptolog¨ªa. Una teor¨ªa de lupas.
Y as¨ª todos los l¨ªderes, uno detr¨¢s de otro, en una sesi¨®n de capitanes y reyes. Revent¨®s quer¨ªa que le explicaran el l¨ªo, Jordi Pujol, sumido en la perplejidad de filosof¨ªa financiera, hac¨ªa espeleolog¨ªa pol¨ªtica en los s¨®tanos de la Moncloa; Manuel Fraga, radiante e inquisitivo, tambi¨¦n ha bajado a los fondos de la crisis adornado con el polvo enamorado de Quevedo; Tierno Galv¨¢n, en una lecci¨®n magistral, ha recordado la raz¨®n de estado con un reparto de consejos de alta escuela; Arzallus, lo mismo, pero con acento pat¨¦tico. La oposici¨®n esta vez ha demostrado tener buenos reflejos. Ha montado sobre la marcha un debate improvisado y ha enganchado la pantorrilla del Gobierno. Pero Adolfo Su¨¢rez no estaba all¨ª. El presidente hab¨ªa mandado a Yago para que hiciera una narraci¨®n colegial a los padres de la Patria sobre esa bobada pasajera de la crisis. Pero la cosa no va a quedar as¨ª. Esto se hincha.
El presidente del Gobierno, en una pr¨®xima sesi¨®n, tendr¨¢ que ablandar ese perfil de h¨¦roe mudo y solitario para explicar a la C¨¢mara el trabalenguas de Delfos en que se ha convertido su pol¨ªtica. El Parlamento ha decidido que baje de la columna d¨®rica y que explique la direcci¨®n de la derecha, el misterio de su programa, que muestre en p¨²blico las v¨ªsceras esot¨¦ricas de su propio futuro, aunque sea el inmediato.
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