Crisis econ¨®mica y pacto social
Secretario general de Alianza PopularUno de los conceptos m¨¢s importantes y tambi¨¦n m¨¢s equ¨ªvocos del momento presente (lleno de confusi¨®n, a todos los niveles) es el del pacto social. Se trata de un concepto clave, en el momento actual de Europa, y en particular el de nuestra Espa?a. Si en un momento de recesi¨®n econ¨®mica y de inflaci¨®n se mantiene una lucha abierta e ilimitada por el aumento nominal de los salarios, la cat¨¢strofe es segura. Para evitarla no hay m¨¢s que dos caminos: o la imposici¨®n por el Estado de una pol¨ªtica de rentas y precios, con medidas legislativas y administrativas obligatorias y coactivas, o un pacto social voluntario entre las fuerzas b¨¢sicas del sistema econ¨®mico-social, en el cual la intervenci¨®n del Estado sea m¨¢s bien coadyuvante o arbitral.
En todos los pa¨ªses europeos, industrialmente desarrollados, el problema comenz¨® a plantearse en los a?os treinta. La primera gran crisis econ¨®mica mundial hizo comprender a la mayor¨ªa que no hab¨ªa m¨¢s que dos caminos para evitar el desastre total: o echarse en manos de un poder totalitario, marxista o nazi, o bien entenderse. En los pa¨ªses escandinavos y en Suiza comenzaron los primeros intentos de eso que hoy llamar¨ªamos un pacto social.
El caso de Suiza es particularmente interesante. En 1937 se firm¨® el primer acuerdo entre los grupos siderometal¨²rgicos y los sindicatos correspondientes de la Confederaci¨®n Helv¨¦tica. De aquel pacto, que sirvi¨® de modelo a otros sectores, han surgido m¨¢s de cuarenta a?os de paz laboral. Firmado por dos a?os, para el per¨ªodo 1937 a 1939, ha sido despu¨¦s renovado cada cinco, la ¨²ltima vez en 1974. Ha permitido crecer los salarios, entre 1939 y 1964, en un 8 5%; pero (y esto es lo importante) con una moneda estable, es decir, que han sido aumentos reales.
Porque la consecuencia principal del pacto social es la estabilidad econ¨®mica, que da garant¨ªas al trabajador, cuyos aumentos salariales no son absorbidos por la inflaci¨®n; al ahorrador y al inversor.
El pacto social suizo centra la negociaci¨®n en la empresa, en la que se crea un comit¨¦ de trabajadores, estableci¨¦ndose a otros niveles comisiones de conciliaci¨®n y de arbitraje.
Pero el punto clave es el esp¨ªritu. El pacto social supone el mutuo reconocimiento delas partes, como interlocutores v¨¢lidos, y del sistema econ¨®mico-social, basado en la empresa, como v¨¢lido. Eso ocurre en Suiza, en Alemania, en Jap¨®n, en Estados Unidos. Supone, por lo mismo, la idea de que la productividad y el beneficio son buenos para todos; que el progreso social es tema de evoluci¨®n y no de revoluci¨®n; que la econom¨ªa social de mercado. produce, a la corta y a la larga, m¨¢s riqueza, m¨¢s beneficios sociales y mayor libertad. Supone, tambi¨¦n, por otra parte, que se acepta la funci¨®n social de la propiedad y de la empresa; que ¨¦sta debe ser llevada con una cierta publicidad, y que todos debemos pagar impuestos justos y no confiscatorios.
Supone tambi¨¦n que los grupos pol¨ªticos, y en particular los mayoritarios, y m¨¢s que nadie el Gobierno, renuncien a la demagogia como arma pol¨ªtica. En ella es f¨¢cil llegar al rid¨ªculo, como en una reciente sesi¨®n del Congreso, alguien aludi¨® a los capitalistas fumadores de habanos, cuando en la primera fila de un partido obrero se exhib¨ªan unos vegueros imponentes. Pero la demagogia tiene un efecto seguro: retraer la inversi¨®n y reducir la asunci¨®n de nuevos riesgos empresariales.
El pacto social presupone tambi¨¦n un liderazgo sindical que asume los principios anteriores y que renuncia al sentimiento como actitud social. Es de esperar que, tras las pr¨®ximas elecciones sindicales (que ya est¨¢n apuntando tendencias interesantes), se produzca una mejor¨ªa, estrictamente indispensable para la recuperaci¨®n econ¨®mica.
Hace falta, en fin, una sensaci¨®n general de orden, de seguridad, de cumplimiento de la ley de confianza. No puede haber pacto social en medio del desorden, de la inseguridad, de la sensaci¨®n de impunidad, de no saber hacia d¨®nde se va. Con empresarios asesinados en Vizcaya y en Barcelona; con criminales profesionales y s¨¢dicos en la calle; con una ley de amnist¨ªa laboral de alcances desconocidos; con leyes que no se cumplen y con proyectos de alcance desconocido, el panorama econ¨®mico y social no presenta perspectivas optimistas.
El ejemplo brit¨¢nico es muy interesante por la gravedad de la situaci¨®n de partido, por lo reciente de la experiencia y por la eficacia de sus resultados. En los a?os siguientes a la p¨¦rdida del Imperio, la econom¨ªa brit¨¢nica empez¨® a desplomarse. Stafford Cripps, el gran hombre de la econom¨ªa en el Gobierno Attlee, comprendi¨® que hab¨ªa que imponer a todos una pol¨ªtica de austeridad, lo mismo a los asalariados que a los perceptores de dividendos; pero comprendi¨® tambi¨¦n que una pol¨ªtica de rentas no pod¨ªa hacerse realidad sin suprimir la inseguridad social, y supo encontrar dinero para un gran plan de servicios sociales, entre ellos el ejemplar servicio nacional sanitario. Bevan llev¨® m¨¢s lejos que el plan Beveridge las ideas del Welfare State, y es evidente que, ello ha contribuido a la solidez social de la Inglaterra actual.
En los a?os sesenta se agrav¨® la situaci¨®n de la econom¨ªa brit¨¢nica, y el primer Gobierno Wilson ya intent¨® plantear una pol¨ªtica de negociaci¨®n controlada de los salarios, en base al informe Donovan y al libro blanco de la ministro laborista B¨¢rbara Castle, En lugar de la pelea. No fue f¨¢cil convencer a los sindicatos brit¨¢nicos, muy fragmentados y nacidos de la ¨¦poca del capitalismo puro decimon¨®n¨ªco.
El Gobierno conservador de Heath (1970-1974) intent¨® lo mismo, con un plan en tres fases, m¨¢s controlado por el Estado, pero termin¨® enfrent¨¢ndose con los mineros y perdiendo las dos elecciones generales de 1974. Wilson logr¨® lo mismo por convencimiento, haciendo aceptar un crecimiento salarial anual del 10% (inferior a la inflaci¨®n reconocida) y logrando en base a ello una sustancial mejor¨ªa de la economia brit¨¢nica.
Wilson ha recordado estos d¨ªas en Madrid que en una democracia el contrato social s¨®lo puede sobrevivir con una cooperaci¨®n b¨¢sica de las tres partes interesadas: los empresarios, los trabajadores y el p¨²blico en general. Puede y debe haber un apoyo legislativo al pacto, contra unos pocos que se desv¨ªen, pero lo que es eficaz contra un n¨²mero limitado de indisciplinados s¨®lo lo es desde un consenso b¨¢sico, y no podr¨ªa mantenerse contra todos.
Tambi¨¦n ha recordado que el Estado ha de dar ejemplo, en el sector p¨²blico, en dos direcciones: en primer lugar, no haciendo ¨¦l mismo excepciones, y segundo, no dejando que se queden atr¨¢s los que tienen menos defensa (polic¨ªa, m¨¦dicos, profesores, etc¨¦tera).
Pero lo esencial es que nadie pacta s¨®lo sobre porcentajes o remuneraciones. Hay que sentirse miembro de una sociedad v¨¢lida, segura, con vocaci¨®n de mejora y de justicia, miembro de pleno derecho de una comunidad creadora y en la que uno participe.
Y, a este respecto, hay que recordar, una vez m¨¢s, que la crisis es grave. Son muchas las piedras del edificio que se mueven a la vez.
Se mueve la familia, que si ya no era unidad de producci¨®n, s¨ª lo era de consumo y de ahorro. Se mueve el sistema educativo, que produce cada vez m¨¢s titulados, pero no aumenta de por s¨ª sus posibilidades de empleo, con lo cual se convierten en focos de reivindicaci¨®n m¨¢s que de ense?anza. Se mueven los sistemas de sanci¨®n colectiva, habi¨¦ndose llegado a una situaci¨®n l¨ªmite, en la que no s¨®lo las c¨¢rceles no aseguran la libertad de los no delincuentes, sino que ya se est¨¢ inseguro hasta dentro de las mismas c¨¢rceles.
No habr¨¢ contrato social sin unas instituciones pol¨ªticas consolidadas; sin seguridad en la calle; sin unas crientaciones claras de pol¨ªtica exterior; sin un plan serio de lo que va a pefinanecer y lo que va a reformarse.
Cuando no se ve claro lo que se consolida y lo que se reforma, se producen a la vez la inseguridad global y la contestaci¨®n generalizada. El dilema ruptura-reforma no es accidental; es la clave de todo. Si nada est¨¢ seguro, cada uno se defiende como puede; es la lucha de todos contra todos.
Por tanto, recordemos una vez m¨¢s que la econom¨ªa es econom¨ªa pol¨ªtica y que lo social no es s¨®lo lo que viene en los libros de Derecho del Trabajo. Hay que relanzar la idea y la ilusi¨®n de una Espa?a clara, grande, viva, con ilusiones para todos. S¨®lo en ella podremos superar la crisis actual. No hay m¨¢s pacto social que un gran contrato social, que vaya desde la Constituci¨®n al restablecimiento de la cortes¨ªa, que es ?el perfume de la amistad?.
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