Una pol¨ªtica de Estado para Canarias / y 3
Consejero del presidente del Gobierno
Muchas veces se ha hablado de que Canarias es ?un problema nacional?, una ?cuesti¨®n de Estado?, un ?deber profundo de solidaridad para todas las regiones espa?olas?. Estas expresiones tienen un sentido m¨¢s que ret¨®rico, pero no impactan plenamente en el entendimiento del ciudadano espa?ol hasta que un acontecimiento dram¨¢tico viene a llenarlas de contenido. Ahora ha ocurrido eso: que la torpe y necia intromisi¨®n de un grupo de ministros extranjeros logr¨®, desde fuera, hacer comprender qu¨¦ es lo que se quiere decir con tales expresiones que a todos suenan bien, pero que en boca de quien las pronuncia van m¨¢s all¨¢ de las meras palabras. Buscan sintonizar con un esfuerzo que habr¨¢ de ser generoso en una determinada capacidad de renuncia por parte de los espa?oles peninsulares a la hora de aportar soluciones a ese problema insular que, sin duda alguna, ha adquirido, si no la tuvo siempre, dimensi¨®n nacional.
El r¨¦gimen preauton¨®mico
Nos consta la plena comprensi¨®n de S. M. el Rey, as¨ª como la del presidente del Gobierno y miembros de su Gabinete, que acaban de aprobar un amplio r¨¦gimen preauton¨®mico para Canarias. Fundamental mente por su talante, pero tambi¨¦n por el nivel de informaci¨®n que poseen, ellos conocen el aut¨¦ntico conflicto subyacente al estallido emocional de estos ¨²ltimos d¨ªas. Saben que una eficaz diplomacia puede disolver a corto y medio plazo la cuesti¨®n creada por la OUA y que, en todo caso, tal cuesti¨®n ser¨ªa de orden menor si no se dieran en el archipi¨¦lago determinadas condiciones cuyo origen se remonta muy atr¨¢s, pero resultaron exacerbadas por los males y problemas derivados de la descolonizaci¨®n del Sahara.
Lamentablemente, el sentimiento nacional de un pueblo como el canario, que ser¨ªa fecundo de manera absoluta sin atentar contra la base com¨²n de la identidad espa?ola -identidad de sangre, cultura, historia y convivencia secular-, ha sido utilizado por determinados sectores seg¨²n convino o conviene a sus intereses. Para empezar, la tendencia a glorificar lo de dentro y a condenar lo de fuera es una grosera tautolog¨ªa, una demag¨®gica totalizaci¨®n que muy poco dice de la lucidez y el rigor de an¨¢lisis de quienes en ello incurren. Pero est¨¢n ah¨ª y no son, claro est¨¢, los que buscan una imagen de moderaci¨®n p¨²blica que legitime su autoridad moral o ideol¨®gica. Estos saben que las capas de la poblaci¨®n canaria, dotadas de una sana conciencia pol¨ªtica, sea del signo que fuere, no comulga con tales ruedas de molino. Ese otro nacionalismo es mercanc¨ªa de pintadas, de mitin algunas veces, atentado terrorista otras y, en cualquier caso, corrientes subterr¨¢neas que afloran a la superficie en sectores sin suficiente capacidad cr¨ªtica o en supuestos de contestaci¨®n violenta del orden del Estado. Es una protesta irracional alentada desde fuera por intereses extra?os a Canarias y a Espa?a, pero puede provocar en las islas un da?o irreversible.
Los sectores revolucionarios
As¨ª como en otras regiones ha sido patente el rechazo de la democracia por sectores que se autocalifican de revolucionarios, porque vac¨ªa de sentido su ideolog¨ªa y de arraigo sus intereses, en Canarias,parece que algunos no quieren ni la democracia ni la autonom¨ªa regional. En el momento en que, por vez primera, se hace posible para los isle?os esa autonom¨ªa y se legitiman los medios de lucha pol¨ªtica y parlamentaria para acceder a ella, se involucran los marcos y las funciones institucionales con las personas; se confunden las frustraciones derivadas de una legislaci¨®n centralista -ahora en trance de revisi¨®n- con los hombres encargados de la funci¨®n p¨²blica, mezcl¨¢ndose en la misma masa el rechazo de un cierto sistema con el sentimiento xen¨®fobo dirigido contra quienes, igualmente, insulares o peninsulares, tuvieron que padecer.
La soluci¨®n auton¨®mica es la ¨²nica que puede aportar, si no la soluci¨®n inmediata, apoyos de real trascendencia en la regi¨®n canaria. Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco han llegado a un r¨¦gimen preauton¨®mico que la contextura hist¨®rica y el ser actual de ambas regionesjustifican indiscutiblemente. Canarias, con r¨¦gimen preauton¨®mico ya, es de las primeras regiones espa?olas en asumir la responsabilidad directa y primordial de su destino en su plena aceptaci¨®n de la soberan¨ªa espa?ola y desde criterios de radical solidaridad con y desde las dem¨¢s regiones. Los problemas son excepcionalmente graves, porque arrancan de la misma estructura productiva del archipi¨¦lago. Estos ¨²ltimos d¨ªas se han expuesto y repetido con todo rigor, y no es necesario reiterarlo. S¨ª, en cambio, insistir en lo que los m¨¢s l¨²cidos art¨ªculos y editoriales -entre ellos los de EL PA?S- sentaron como culminaci¨®n de la gran marea informativa provocada por la OUA: en que todos hemos obrado y lo hemos hecho con la mejor voluntad, pero es hora de que con el cese de las palabras comiencen las realidades.
El hecho clave fundamental es dar cauce a la experiencia auton¨®mica del archipi¨¦lago, que repudian los nacionalistas xen¨®fobos y rupturistas, porque calculan el alcance previsible de una responsabilizaci¨®n ciudadana en el Gobierno, la administraci¨®n y el planteamiento de la regi¨®n, interrelacionada en pie de igualdad con las dem¨¢s regiones de Espa?a.
Y, a continuaci¨®n, comprender, reconocer y aceptar que ese problema de solidaridad nacional que las m¨¢s altas esferas del Estado quieren asumir empieza por la generosidad: generosidad para aceptar sin obst¨¢culos, sin sentimientos competitivos (que no cabr¨ªa justificar, puesto que ninguna colectividad espa?ola sufre hoy circunstancias como las de Canarias), un cap¨ªtulo de transferencias en atribuciones, recursos y servicios que las islas necesitan vitalmente para imponer el simple reciclaje de sus estructuras productivas y una supresi¨®n de los m¨¢s negativos ¨ªndices reales: el paro brutal, la inflaci¨®n desproporcionada, la absoluta descapitalizaci¨®n, la zozobra de la peque?a y mediana empresa, la vergonzante falta de viviendas sociales..
Un problema nacional
Si Canarias es un problema nacional, todos y cada uno de los espa?oles deben aportar, al menos, su consentimiento y su comprensi¨®n a los programas especiales que se gestan despu¨¦s de un largo camino de deterioro, cuyo punto cr¨ªtico coincide con el intolerable atrevimiento del organismo africano. Los canarios esperamos que el un¨¢nime pronunciamiento de las C¨¢maras sobre la espa?olidad de Canarias no se trueque en regateos ni celosas reivindicaciones de parte (por supuestos improcedentes e inexistentes ?agravios comparativos?) a la horade sustanciar esta tan proclamada solidaridad.
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