La par¨¢lisis econ¨®mica
DURANTE LAS tres semanas que han transcurrido desde que se hizo inopinadamente cargo de la direcci¨®n de la econom¨ªa espa?ola, el se?or Abril se ha limitado a proclamar su lealtad incondicional a los pactos de la Moncloa y al programa de Fuentes Quintana. La leyenda de que el nuevo ministro de Econom¨ªa es solo el resuelto ejecutor y el fiel testamentario del vacilante se?or Fuentes no resiste el m¨¢s ligero an¨¢lisis. La salida del Gobierno del anterior responsable de la econom¨ªa espa?ola no es, como los portavoces oficiosos del Gobierno tratan de insinuar, un asunto psicol¨®gico. Resulta disculpable que el interesado haya preferido la discreci¨®n a la ruptura p¨²blica con el se?or Su¨¢rez, del que contin¨²a siendo asesor. Sin embargo, el silencio del se?or Fuentes Quintana respecto a las verdaderas causas de su defenestraci¨®n hurta a los ciudadanos la transparencia informativa imprescindible en una democracia. Apoyado en la f¨¢bula de que es m¨¢s fuentista que el propio Fuentes, el se?or Abril parece hacer suyo el proverbio chino de que no hay que preocuparse de las cosas que carecen de remedio y que hay que esperar tranquilamente la soluci¨®n espont¨¢nea de los asuntos que s¨ª lo tienen. Esta actitud puede resultar fatal para una econom¨ªa aquejada por grav¨ªsimos males. La espectacular mejor¨ªa de nuestra balanza de pagos -en 1977 el d¨¦ficit de la balanza comercial se redujo en 1.700 millones de d¨®lares- y una cierta contenci¨®n de la inflaci¨®n -hemos pasado de un 30% anual a finales del verano a un 20% durante el ¨²ltimo, trimestre- no deben hacer olvidar la existencia de enfermedades end¨¦micas para las que el Gobierno del se?or Su¨¢rez no ha encontrado alivio y menos a¨²n curaci¨®n.
El persistente aumento del paro muestra, entre otras cosas, la ausencia de una pol¨ªtica ¨¢gil de gasto p¨²blico. De todos era sabido que este a?o los aumentos de los ingresos fiscales iban a ser espectaculares. ?C¨®mo es posible, entonces, que no existieran planes de inversi¨®n ya preparados para ser aplicados de inmediato? Por otro lado, el Plan Energ¨¦tico ha dejado intacta la compartimentaci¨®n de esos grupos institucionales y de intereses contrapuestos que, durante a?os nos han impedido resolver los problemas que se derivan de la dependencia energ¨¦tica del exterior y acometer una reestructuraci¨®n de la industria que tenga en cuenta que la energ¨ªa es escasa y cara.
Por ¨²ltimo, la ausencia de otros instrumentos hace que, una vez m¨¢s, se recurra a la pol¨ªtica monetaria en grado desmedido y con una apreciaci¨®n err¨®nea de su posible eficacia. Porque cuando el gasto de demanda -sea de consumo o de inversi¨®n- es muy bajo o nulo, de nada sirve incitar a la banca para que recurra a la financiaci¨®n del Banco de Espa?a. Lo ¨²nico que podr¨ªa resultar es que nuestro banco central, en un desesperado intento por conseguir que la banca privada aceptara los cr¨¦ditos que le ofrece, redujera innecesariamente el coste de esos fondos o los concediera a plazos tan largos que comprometieran su pol¨ªtica monetaria hacia el futuro.
Lo cierto es que la pol¨ªtica econ¨®mica est¨¢ metida en un pantano y que los intentos del Gobierno por sacarla a flote, al no estar ordenados en una estrategia coherente, amenazan con hundirla todav¨ªa m¨¢s en esas arenas movedizas. Los acuerdos de octubre de 1977 constituyeron, m¨¢s que un programa econ¨®mico articulado, una exposici¨®n de intenciones y objetivos. No fue mala la idea de sustraer los problemas econ¨®micos a la inevitable lucha partidaria y encerrarlos en un Gabinete de total asepsia t¨¦cnica. Pero el invento requer¨ªa desplegar, a continuaci¨®n, una estrategia eficaz de planes bien pensados que se realizaran con continuidad en el tiempo.
La devaluaci¨®n de la peseta, la aplicaci¨®n restrictiva de la pol¨ªtica monetaria y el inicio de la reforma fiscal constituyeron la primera etapa de ese plan de emergencia para salvar una econom¨ªa que se hund¨ªa irremediablemente. Todos esper¨¢bamos que se acometiera inmediatamente despu¨¦s la segunda fase del programa: aquella que permitir¨ªa la reducci¨®n paulatina del paro, la reestructuraci¨®n de la industria para fomentar un uso m¨¢s racional de la energ¨ªa, animar la inversi¨®n y sustituir importaciones, la ordenaci¨®n del gasto p¨²blico, la fiscalizaci¨®n y contenci¨®n del despilfarro de la Seguridad Social, el afrontamiento de los problemas de la agricultura. No ha sido as¨ª. El senor Abril se encuentra ahora ante una econom¨ªa en ruinas.
Que los idus de marzo le den fortuna.
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