Cristalino zoo de cristal
La irrupci¨®n, en el escenario del Marquina, de ?la familia Forqu¨¦ ? es el primer s¨ªntoma serio de reactivaci¨®n de nuestra decaid¨ªsima vida teatral, el primer dato, muy indicativo, de c¨®mo qui¨¦n, por d¨®nde nos puede venir y nos deben traer la soluci¨®n. Y la cosa es bien sencilla: hay que hacer buen teatro y hay que hacerlo de verdad.La reposici¨®n de El zoo de cristal es un acierto. Se trata de una gran propuesta de modificaci¨®n del naturalismo sentimentalizado tradicional, mediante la agregaci¨®n de elementos simbolistas a un relato cargado de recuerdos y homenajes autobiogr¨¢ficos. El tema mayor del texto es el choque fatal entre la antigua y sonriente cultura del sur norteamericano -la tierra de Amanda- y la nueva, dura, aplastante y triunfadora vida del norte. El desplazamiento de la familia Wingfield los ha llevado a la soledad, la derrota, la incomunicaci¨®n intersocial e interfamiliar. El grupo se desintegra al perder sus ra¨ªces tribales y una cierta a?oranza de las viejas gracias aflora, mortecinamente, en Laura, que huye de la realidad y se refugia entre las figurillas de su cristalino zool¨®gico. Cuando el unicornio se rompe, ella se retira, definitivamente herida, mientras Tom bracea tratando de sobrevivir. Tom es, naturalmente, Williams, que evoca su juventud para liberarse de ella despu¨¦s de recordarla en una expresi¨®n de muy delicada sensibilidad.
El zoo de cristal,
de Tennessee Williams.Adaptaci¨®n: Carmen V¨¢zquez Vigo. Direcci¨®n: Jos¨¦ Luis Alonso. Escenograf¨ªa: Emilio Burgos. Int¨¦rpretes: Carmen V¨¢zquez Vigo, Ver¨®nica Forqu¨¦, Paco Algora y Pep Munne. En el teatro Marquina
Se trata de una obra maestra. La poes¨ªa y la nostalgia defienden desesperadamente el sue?o, bien pasajero, de una cierta imagen de la felicidad. Esta imagen es incompatible con la brutal exigencia y la falta de perspectiva de la vida diaria. Williams protesta, rechaza, se revuelve. Pero no eleva esa disconformidad a la categor¨ªa de soluci¨®n. Su discreto dolor no le ciega en cuanto al valor liberatorio de los gestos individuales. Las estructuras sociales de la opresiva ciudad son m¨¢s fuertes que los impulsos biol¨®gicos de los personajes. La dial¨¦ctica es justa. La queja es noble. El dibujo, fin¨ªsimo. Un texto muy importante, un gran eslab¨®n en la cadena teatral que lleva veintitantos siglos tratando de explicar a seres humanos como son, viven, sue?an, sufren, se deshacen y se rehacen los seres humanos. Tarea que requiere estos radicales cortes de la m¨¦dula social, estos an¨¢lisis profundos de la infelicidad cr¨®nica, estos vitales documentos literarios. Por estos d¨ªas, precisamente, se andan contando muchas historias sobre la pat¨¦tica retirada del mundo de Tennessee Williams. Sobre sus ¨²ltimos fracasos. Sobre su abandono de la lucha. Pero en El zoo de cristal a¨²n no hab¨ªa renunciado. Por eso hay que ver y o¨ªr este espect¨¢culo.
Y por algo m¨¢s que tambi¨¦n nos ata?e muy directamente: la calidad extraordinaria de la representaci¨®n. Yo expreso aqu¨ª, sin reserva alguna, mi adhesi¨®n y mi aplauso al trabajo de un director y unos actores de infrecuente sensibilidad y de aun m¨¢s ins¨®lita capacidad t¨¦cnica. Todo est¨¢ aqu¨ª en su sitio: el an¨¢lisis de los significados del texto, la ponderaci¨®n de las situaciones, el dibujo de los personajes, la elaboraci¨®n conjunta del clima, la impecable y matizad¨ªsima dicci¨®n. Nada est¨¢ crispado y la angustia llega. Nada est¨¢ subrayado y la opresi¨®n se consigue. Nada est¨¢ gritado y aquellas dolientes voces nos traspasan. Un tempo rico y preciso revela con sus pausas sorprendentes y sus tremendos silencios todo el subtexto interior de los personajes. Y un relajado comportamiento general evidencia el estudio profundo, las sesiones de trabajo, el oficio bien tenido.
Todo est¨¢ pensado: el espacio esc¨¦nico, en que el enorme talento de Emilio Burgos consigue incluir en el localismo datos clave para el entendimiento de la obra; el ritmo, que permite una profunda lectura de las intenciones del autor; el movimiento general, que revela sin un solo titubeo la corrosi¨®n de los personajes. Creo que entre tantos y tantos nobles trabajos como Jos¨¦ Luis Alonso ha realizado, a trav¨¦s de su carrera profesional, ¨¦ste va a ser uno de los que habr¨¢ de recordarse siempre. Por su concreci¨®n rigurosa a t¨¦rminos teatrales. Por su impecable ajuste a las peticiones del texto. Por su af¨¢n profundizador. Y por su fenomenal trabajo con los actores.
Interpretaci¨®n
Un cuarteto de bandera. Los hombres, uno inconsciente -Pep Munne- y otro consciente -Paco Algora-, punteando la autenticidad de su lucha en el mundo emergente. Las mujeres, envueltas en la enso?aci¨®n de las grandes perdedoras. Carmen V¨¢zquez Vigo, responsable del hermoso texto castellano, ha vuelto despu¨¦s de veinte a?os de ausencia del escenario, con una madura y decantada sensibilidad que encuentra la justa t¨¦cnica para expresar riqu¨ªsimas oleadas de matices. Ver¨®nica Forqu¨¦, debutante, seg¨²n creo, iniciando una formidable carrera, desde la transparencia de un personaje ingrato y dif¨ªcil. Todo el cuarteto, trabajando sin red en esa zona de la media voz, la mirada, el refil¨®n, el patetismo sin grito y la revelaci¨®n sin brusquedad.Vayan, cuanto antes, al Marquina. Se nos est¨¢ volviendo un lugar com¨²n la lloriqueante denuncia de la temporada. Un solo ¨¦xito puede justificar la fe en el teatro. Yo se lo deseo a El zoo de cristal, donde se habla del ser humano en t¨¦rminos entra?ables, rigurosos, de casi tr¨¢gica poes¨ªa y de estremecedora calidad teatral.
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