Habla, Su¨¢rez, habla
HA SIDO necesaria una inesperada votaci¨®n adversa contra el Gobierno para que el se?or Su¨¢rez acuda hoy al Congreso a exponer a los representantes de la soberan¨ªa nacional las grandes l¨ªneas de actuaci¨®n del ejecutivo en el inmediato futuro. Salvo su comparecencia para hacer la apolog¨ªa -junto con el resto de los l¨ªderes de los grupos parlamentarios- de los pactos de la Moncloa, el presidente se hab¨ªa limitado hasta ahora a calentar el banco azul mientras los portavoces de su partido o sus ministros corr¨ªan con los riesgos de las interpelaciones y los debates. Aunque su presencia de hoy en la tribuna de oradores sea forzada, no cabe sino celebrar este descenso del Olimpo. Ya era hora.El presidente ha dispuesto de tiempo para preparar una intervenci¨®n seria y convincente. Confiemos en que los efectos ret¨®ricos sean esta vez s¨®lo simples adornos de una pieza con sustancia propia. Los congresistas y, a trav¨¦s de ellos, todos los electores, necesitan saber a ciencia cierta cu¨¢l es el programa que el presidente, a punto ya de coronarse los trabajos constitucionales, ofrece al pa¨ªs.
Ante todo, est¨¢ el modelo de ordenaci¨®n de las fuerzas pol¨ªticas, por el que apuestan el Gobierno y su partido. A lo largo de los ¨²ltimos meses, el se?or Su¨¢rez viene jugando, o jugueteando, con posibilidades diferentes. La primera, y seguramente la m¨¢s acariciada por el presidente, es el Gobierno en solitario de UCD, que se autodenomin¨® en un principio ni m¨¢s ni menos que de centro-izquierda. La segunda posibilidad tom¨® cuerpo con los pactos de la Moncloa: un Gabinete monocolor ucedista con el apoyo parlamentario de un amplio ?arco constitucional? al estilo italiano. Esa f¨®rmula posee una din¨¢mica propia, que empuja hacia un Gobierno de concentraci¨®n nacional o de salvaci¨®n p¨²blica, del que s¨®lo los comunistas -y con entusiasmo- se muestran partidarios.
La tercera perspectiva apunta a fortalecer en Espa?a las tendencias, ya existentes, a un bipartidismo imperfecto, protagonizado por ucedistas y socialistas, bien en forma de Gobiernos de coalici¨®n, bien como institucionalizaci¨®n de un sistema similar al de los turnos de poder. Las conversaciones entre Adolfo Su¨¢rez y Felipe Gonz¨¢lez y las intermitentes lunas de miel entre los partidos que presiden son indicios de que esa perspectiva no ha sido a¨²n desechada. Finalmente, la cuarta posibilidad con la que juega el presidente del Gobierno, y la que en las ¨²ltimas semanas parece contar con sus favores, es la reconstrucci¨®n de la derecha espa?ola, mediante un pacto de largo alcance entre una UCD que dejar¨ªa de coquetear con el reformismo de centro-izquierda y una Alianza Popular que bajar¨ªa de los montes.
Las vacilaciones del se?or Su¨¢rez ante esas cuatro posibilidades parecen el reflejo de su inseguridad acerca de cu¨¢l de ellas garantiza mejor su futuro pol¨ªtico y de su indefinici¨®n respecto al modelo de sociedad que quiere construir. Es la actitud propia de un profesional del poder, pero no la de un hombre de Estado que asume la responsabilidad de establecer las bases para una convivencia democr¨¢tica. El presidente del Gobierno de la nacion debe dejar a un lado sus preocupaciones profesionales como pol¨ªticos y encararde una vez cu¨¢l es el modelo que su partido desea para el futuro.
Esa indecisi¨®n b¨¢sica del se?or Su¨¢rez est¨¢ gravitando pesadamente sobre la pol¨ªtica ¨¢ctual e hipotecando la eficacia de la acci¨®n del Estado. Y, sin embargo, son muchos y muy graves los problemas con que nuestra naciente democracia se enfrenta. En el orden internacional, una pol¨ªtica exterior heredada y no saldada a su debido tiempo nos ha arrastrado, sin quererlo y casi sin saberlo, a esa peligrosa zona de las tormentas que es hoy d¨ªa el norte de Africa, con sus repercusiones en Ceuta, Melilla y las Canarias. La integraci¨®n en Europa ha comenzado a tropezar con la realidad de las dificultades econ¨®micas, pasado el fervor pol¨ªtico. El ingreso en la OTAN o la opci¨®n por la neutralidad son respuestas de orden internacional que s¨®lo podr¨¢n ser dadas cuando el dise?o interior de las fuerzas pol¨ªticas resulte claro.
En el orden interno, la crisis ministerial que el se?or Su¨¢rez se ha comprometido a explicar hoy a los diputados mostr¨®, en su d¨ªa, que la ejecuci¨®n de los pactos de la Moncloa es incomparablemente m¨¢s dif¨ªcil que su simple formulaci¨®n. Las contradicciones dentro de la propia UCD, como insinu¨® recientemente el dimitido o cesado profesor Fuentes, han hecho imposible la aplicaci¨®n coherente y eficaz del programa de saneamiento econ¨®mico; y tambi¨¦n est¨¢n frenando la realizaci¨®n del ?Acuerdo sobre el programa de actuaci¨®n jur¨ªdica y politica?, que forma parte -no se olvide-, y con igual importancia, de los pactos. La congelaci¨®n salarial, la reforma fiscal y la pol¨ªtica monetaria s¨®lo son elementos de un acuerdo pol¨ªtico m¨¢s complejo para la modernizaci¨®n y democratizaci¨®n del pa¨ªs, que incluye desde la reforma de la Seguridad Social y un replanteamiento de nuestro deficiente sistema educativo, hasta el desmantelamiento de los numerosos residuos de autoritarismo en nuestro ordenamiento legal y en el propio aparato estatal. Pasando, naturalmente, por esa pieza curiosa e incomprensiblemente ?olvidada? por unos y por otros el pasado mes de octubre y que se ha convertido en un casus belli: la urgente renovaci¨®n de la Administraci¨®n local, sin la cual, entre otras cosas, los reg¨ªmenes de preautonom¨ªa carecer¨¢n de viabilidad y de contenido.
?Y la Constituci¨®n? La obvia necesidad de que Espa?a disponga r¨¢pidamente de esa ley b¨¢sica no debe servir al Gobierno de coartada para aplazar el planteamiento y la soluci¨®n de los problemas, ni tampoco justifica la paralizaci¨®n de la actividad estatal en ¨¢reas de vital importancia para nuestra, seguridad exterior, o la consolidaci¨®n de la democracia. Como ha se?alado el profesor Garc¨ªa-Pelayo, ser¨ªa un error caer, a este respecto, en el ?mito del Verbo?. El dise?o de las grandes l¨ªneas del sistema pol¨ªtico, de las fuerzas que lo animen y de las reglas de juego entre los partidos tienen tanta o m¨¢s importancia que la norma jur¨ªdica que formalice las pautas de funcionamiento del Estado y de sus relaciones con la sociedad.
A todas estas interrogantes debe tratar de responder, y sobre todas estas oscuridades intentar arrojar alguna luz el tan esperado discurso del presidente. Una aparici¨®n m¨¢s frecuente sobre la tribuna del Parlamento le hubiera evitado que el trabajo se le acumulara. El ha preferido hacerlo as¨ª. Le deseamos suerte.
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