Sin comentarios
LA INTERVENCION de ayer del presidente Su¨¢rez ante el Congreso ha defraudado. En un discurso le¨ªdo, de m¨¢s de una hora, largo, reiterativo, aburrido y desprovisto de contenido, el presidente del Gobierno y l¨ªder del partido en el poder ha sabido ingeni¨¢rselas para no explicar la reciente crisis de su Gabinete (principal motivo de su comparecencia ante los diputados) ni desarrollar un programa pol¨ªtico que ni ¨¦l ni su partido han formulado hasta el momento. El discurso del presidente del Gobierno, sencillamente, no es comentable.Para el viaje parlamentario de ayer no eran precisas las alforjas de tanta expectaci¨®n previa, tanta especulaci¨®n acerca de las acechanzas de las minor¨ªas parlamentarias, y tanta historia de mu?idores de votaciones de confianza, de amanuenses del discurso presidencial y hasta de odontolog¨ªa aplicada a la pol¨ªtica.
El discurso -insistimos- carece de comentario, pero, al menos, sirve para que el pa¨ªs se ci?a a las realidades del aut¨¦ntico papel que ahora desempe?a el Parlamento. Mientras no rija una Constituci¨®n el Gobierno no tiene responsabilidad parlamentaria, ni el Parlamento tiene siquiera capacidad legislativa. Lo que aqu¨ª tenemos es un Gobierno que ha ganado unas elecciones democr¨¢ticas y que pacta sus tareas ejecutivas con la Oposici¨®n y maneja su mayor¨ªa en el Congreso para legislar en solitario. Lo dem¨¢s son buenas maneras, amagos de parlamentarismo constitucional y ensayos generales para lo que en su d¨ªa ser¨¢ una aut¨¦ntica democracia parlamentaria. Y algo de esto vino a decir a la postre el propio presidente.
Cuando el vicepresidente Abril Martorell dio pie, con su desafortunada explicaci¨®n de la crisis de Gobierno, a que la mayor¨ªa de UCD perdiera por vez primera una votaci¨®n en el Congreso, los l¨ªderes pol¨ªticos vinieron a comentar que el palacio de la Carrera de San Jer¨®nimo comenzaba a parecerse a un Parlamento, mientras el portavoz de UCD tildaba la derrota de su partido de emboscada parlamentaria. Palabras, usos, costumbres, t¨ªpicos de los Parlamentos democr¨¢ticos, pero que no se corresponden todav¨ªa con nuestra realidad constitucional.
La C¨¢mara quiso que el Gobierno explicara su pol¨ªtica tras la dimisi¨®n del vicepresidente econ¨®mico Fuentes Quintana, y el presidente Su¨¢rez no ha hecho m¨¢s que repetir por extenso lo ya dicho por Abril Martorell o lo que sus ministros han explicado en declaraciones period¨ªsticas. Parece que hoy el presidente est¨¢ dispuesto a intervenir en el debate parlamentario, pero ser¨ªa ingenuo esperar que en sus improvisaciones de hoy revele lo no dicho en su escrito y meditado discurso de ayer. Y, por otra parte, todos los datos pol¨ªticos detectables inducen a pensar que la oposici¨®n parlamentaria carece de la insensata intenci¨®n de colocar al Gobierno en una situaci¨®n moralmente insostenible.
Pero que el discurso del presidente haya sido confeccionado en base a obviedades y lugares comunes, a buenas palabras y prop¨®sitos con los que nadie puede estar en desacuerdo, no es el principal motivo de la desilusi¨®n deparada ayer por el se?or Su¨¢rez. El presidente deber¨ªa saber -lo sabe- que no se dirig¨ªa a una C¨¢mara en la que todo est¨¢ pr¨¢cticamente pactado y sobreentendido durante el interregno constitucional entre los portavoces de los partidos. Al presidente Su¨¢rez le estaba ?escuchando? todo un pa¨ªs, una sociedad, ya un punto cansada por el interminable proceso democratizador, econ¨®micamente baqueteada, en muchos casos confusa y necesitada de est¨ªmulos y de confianza. Atenta a que se le dibuje un horizonte de m¨ªnima esperanza para la democracia que ilusionadamente vot¨® el pasado 15 de junio. Y, por eso, nos atrevemos a pronosticar que esa sociedad se ha sentido defraudada ante el discurso de un presidente que, adem¨¢s, no prodiga sus intervenciones p¨²blicas. As¨ª, la expectaci¨®n ante el Pleno de ayer, en buena parte estimulada desde los peri¨®dicos, s¨®lo merece un period¨ªstico y caritativo ?sin comentarios?.
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