La hechicera en el palacio
Como ustedes saben, unos cuantos escritores fuimos el otro d¨ªa a La Zarzuela para conocer a los Reyes y homenajear a un escritor marxista, Alejo Carpentier. Con lo que no contaba Carpentier, ni los Reyes, ni nosotros, ni nadie, es con que ¨ªbamos a tener a la hechicera en palacio: Natalia Figueroa de Raphael.Natalia ha hecho en ABC una cr¨®nica del c¨®ctel que es un modelo de periodismo de aficionada -eterna aficionada a todo, Natalia-, donde la indiscreci¨®n, ajena a toda gracia period¨ªstica, est¨¢ entre el comadreo de gente bien y los juicios de faltas de comisar¨ªa de barrio. Si P¨ªo Cabanillas, o Ricardo de la Cierva, o quien sea, han concebido estas reuniones de escritores y artistas en La Zarzuela como una afortunada sustituci¨®n de los saraos con pisaverdes, he aqu¨ª que la mon¨¢rquica Natalia se encarga de darle a la cosa un clima irrespirable de caf¨¦ de c¨®micas, haciendo de esp¨ªa, hechicera de chismes e indiscreta impertinente. As¨ª, cuando reproduce una conversaci¨®n entre Camilo Jos¨¦ Cela y yo, a prop¨®sito de algunos escritores y de algunos peri¨®dicos, como El Alc¨¢zar, en el que uno se encuentra una firma como la de Rafael Garc¨ªa-Serrano, de quien, al margen de ideolog¨ªas, hicimos elogio literario Camilo y servidor, elogio que no recoge la her¨¢ldica reportera, la ilustre chismosilla.
El estilo de informaci¨®n social del ABC es otro -el de Pilar Trenas, por ejemplo- y Natalia de Raphael ha cometido doble abuso contra La Zarzuela y contra el ABC redactando una cr¨®nica -hay gente que nunca llega a escribir, sino que s¨®lo redacta- en la que el exceso de insensatez suple la falta de estilo.
No voy a defender a Camilo, que tacos le sobran para defenderse solo, pero tanto ¨¦l como yo, si queremos hacer la cr¨ªtica de un escritor o de un peri¨®dico, contamos con una sintaxis y una ideolog¨ªa clara para ello, y s¨®lo en muy ¨²ltimo extremo acudir¨ªamos a los auxilios estil¨ªsticos e indiscretos de Natalia Figueroa.
No venimos ni Cela ni yo de una genealog¨ªa de monederos falsos de la literatura o la pol¨ªtica, y escritores s¨ª que somos, me parece. Y a¨²n me dice Natalia, hechicerilla, hechicerilla en palacio, en su despedido de la cr¨®nica:
-Umbral, Umbral, no me des ma?ana la cuchillada por la espalda.
Recientemente he publicado en una revista un art¨ªculo titulado Los mon¨¢rquicos, describiendo el melanc¨®lico desconcierto de aquellos que, con la vuelta de la Monarqu¨ªa, esperaban la vuelta del rond¨® exquisito, y se encuentran perplejos ante una Monarqu¨ªa que quiere ser una democracia. Pero se me escap¨® la variante de los hechiceros y hechiceras en palacio, que van a envenenar la convivencia de intelectuales y reyes, que van a poner un clima de cafet¨ªn insidioso en el incipiente aire ilustrado de una Corte que no se quiere cortesana. Me olvidaba de Natalia, hombre.
No s¨¦ si Natalia tiene o no tiene el difundido carnet ese de prensa. Si lo tiene, debiera respetarlo. Y si no lo tiene, que se lo den en seguida, porque el carnet naci¨® con una connotaci¨®n de espionaje que, afortunadamente, ha perdido, y que ella le va a devolver. La Uni¨®n de Periodistas, reci¨¦n nacida, anuncia elecciones democr¨¢ticas para un d¨ªa de estos: esperemos que no salga Natalia Figueroa entre los vicepresidentes. Ser¨ªa un contratiempo.
La noche en que llegu¨¦ al Caf¨¦ Gij¨®n, Rafael Garc¨ªa Serrano vio en alg¨²n sitio una cosa m¨ªa y dijo:
-Todo lo que escribe este chico est¨¢ vivo.
Yo esas cosas no las olvido. Tambi¨¦n en la extrema derecha se dan los buenos escritores: Malaparte, D'Annunzio, Marinetti. Y, por supuesto, en las monarqu¨ªas, aunque no sea el caso de Natalia Figueroa. Cuidado, se?or Cabanillas, que pueden echarle a perder el invento. No he hecho columna del c¨®ctel de La Zarzuela por expectativa ante algo que nace. Natalia Figueroa s¨ª que la ha hecho. Ya no podemos evitarlo.
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