La Corporaci¨®n Bancaria
LA NOTICIA de que la Corporaci¨®n Bancaria ha rechazado la propuesta del Banco de Navarra para acogerse a lo que ha dado en llamarse el ?hospital de bancos?, brinda una buena ocasi¨®n para reflexionar sobre el sentido de esa extra?a sociedad an¨®nima, su conveniencia y los problemas del sistema bancario espa?ol, que la crisis del Navarra hizo aflorar tan oportunamente.La Corporaci¨®n Bancaria se constituy¨® a principios del mes de marzo con un capital de quinientos millones de pesetas, suscrito por mitades por el Banco de Espa?a y un grupo de bancos privados. Funciona bajo la direcci¨®n de un consejo de cinco personas, de las cuales s¨®lo una representa al Banco de Espa?a, y tiene como finalidad intervenir, participar o adquirir bancos que, hall¨¢ndose en dificultades financieras, as¨ª lo soliciten.
La idea de montar mecanismos para ayudar a instituciones crediticias en dificultades no es privativa de nuestro pa¨ªs. Estados Unidos, por mencionar una naci¨®n de indudable esp¨ªritu econ¨®mico liberal, o Gran Breta?a, por citar otra que constituye en cierto modo un paradigma de ?econom¨ªa social de mercado?, han sido escenario de experimentos parecidos. En realidad, el montaje es siempre el mismo: en todos los sistemas financieros existen personas o grupos que, con buena o mala fe, y con poca o nula preparaci¨®n profesional, se sienten tentados a utilizar un banco como gallina de los huevos de oro. La instituci¨®n bancaria se convierte en sus manos en el motor suministrador de fondos para toda una multitud de empresas y actividades de rentabilidad potencial alta, pero de riesgo a¨²n m¨¢s elevado: especulaci¨®n inmobiliaria y negocios burs¨¢tiles son sus campos preferidos. El invento funciona razonablemente bien si su lanzamiento coincide con una ¨¦poca de coyuntura econ¨®mica favorable; pero cuando el ciclo cambia y los negocios f¨¢ciles comienzan a fallar, las dificultades se precipitan y los bancos se encuentran impotentes para hacer frente a una serie de compromisos adquiridos irresponsablemente.
As¨ª sucedi¨® en Estados Unidos en 1974 y en Gran Breta?a a partir de 1973. En Espa?a, pa¨ªs que ha estado sometido durante a?os a un estado general de hibernaci¨®n, la crisis bancaria se inici¨® a finales de 1977 y principios de 1978. Imposibilitado para hacer frente a las actividades del grupo MPI, el Banco de Navarra se encontr¨® a mediados de enero en una situaci¨®n rayana en la suspensi¨®n de pagos. El momento era dif¨ªcil no s¨®lo para la instituci¨®n concreta, sino tambi¨¦n para la comunidad bancaria, para el Banco de Espa?a y para el propio Gobierno.
Para la comunidad bancaria, porque quedaba en entredicho la imagen de que el negocio bancario es un negocio seguro; es decir, que un banco nunca quiebra. Con todo, esta filosof¨ªa hab¨ªa dejado de ser compartida por algunos de los grandes bancos, que, molestos por la ruptura del ?statu quo?, que hab¨ªa permitido la apertura de numerosos bancos a partir de 1970, ve¨ªan en la crisis del Navarra la confirmaci¨®n de sus tesis alarmistas y un medio de forzar la mano al Banco de Espa?a y al Gobierno en ocasiones futuras.
El Banco de Espa?a tampoco estaba en una situaci¨®n demasiado favorable. Se le pod¨ªa acusar -y as¨ª lo hizo la alternativa de poder socialista- de no haber aplicado con el suficiente rigor sus facultades inspectoras, permitiendo. la degradaci¨®n de una instituci¨®n condenada a la suspensi¨®n de pagos desde hac¨ªa meses. Por otro lado, sus responsabilidades como banco central le obligaban no s¨®lo a velar por el dinero de los depositantes del Navarra, sino a apoyar tambi¨¦n a dicha entidad para impedir el hundimiento de otros bancos en situaciones dif¨ªciles.
La responsabilidad ¨²ltima correspond¨ªa, sin embargo, al Gobierno. El ten¨ªa que decidir si los bancos privados son o no empresas sometidas a los mismos riesgos que cualquier otra empresa en un sistema de econom¨ªa libre, o si, por el contrario, deb¨ªa evitar la suspensi¨®n de pagos y montar una operaci¨®n de salvamento. Fue, al parecer, el vicepresidente Fuentes Quintana quien se inclin¨® por esta ¨²ltima soluci¨®n, forzando al Banco de Espa?a a intervenir el Banco de Navarra, proporcion¨¢ndole una ayuda cuya cuant¨ªa se supone elevada.
Posteriormente, dos bancos -el Cant¨¢brico y el Meridional- han atravesado por circunstancias parecidas, siendo adquiridos, ¨¦stos s¨ª, por la Corporaci¨®n Bancaria. Esta tratar¨¢, seg¨²n indican sus estatutos, de sanear ambas entidades para enajenarlas despu¨¦s. Si se revelasen econ¨®micamente inviables se proceder¨ªa a liquidarlas.
Este programa de actuaci¨®n suscita algunas dudas que quiz¨¢ deber¨ªan ser respondidas. ?Puede pensarse razonablemente que la Corporaci¨®n tiene recursos -financieros y humanos- para regir eficazmente unos bancos en tan delicada situaci¨®n y llevarlos a buen puerto? ?No ser¨¢ que la Corporaci¨®n es un medio para disfrazar, so capa de saneamiento, una actuaci¨®n que el Banco de Espa?a, muy l¨®gicamente, no quiere hacer directamente, puesto que ello supone confesar que se est¨¢ financiando con dinero de todos los espa?oles el salvamento de unas entidades privadas en quiebra?
Pero la interrogante m¨¢s importante se refiere al encaje de este montaje en un sistema econ¨®mico que, seg¨²n repetidas declaraciones gubernamentales, es de libre empresa. ?Por qu¨¦ no puede quebrar un banco peque?o y s¨ª una gran empresa siderometal¨²rgica? Y si este sistema de salvamento se utiliza como precedente, ?c¨®mo va a diferenciar el sistema econ¨®mico las empresas rentables y bien llevadas de las ruinosas o dirigidas irresponsablemente? Las declaraciones de filosof¨ªa econ¨®mica son muy f¨¢ciles de hacer, pero todav¨ªa no ha aparecido el pol¨ªtico capaz de llevarlas a sus ¨²ltimas consecuencias. El resultado lo estamos pagando todos los contribuyentes.
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