En v¨ªsperas del 1 de mayo
LAS GRANDES manifestaciones anunciadas para ma?ana, convocadas por las centrales sindicales y autorizadas por el Ministerio del Interior para recorrer el centro de las grandes capitales, son la mejor prueba de la considerable distancia que ha recorrido nuestro pa¨ªs, de manera pac¨ªfica y de forma a veces tan gradual que pasaba inadvertida, en un breve lapso de tiempo. Los carnavales folkl¨®ricos con que la dictadura celebraba la festividad de San Jos¨¦ Artesano (ingenua argucia que el r¨¦gimen ide¨® en 1956 para ocultar los paros que se produc¨ªan al ser el 1 de mayo d¨ªa laborable) parecen ya perdidos en un pasado borroso; y los duros enfrentamientos entre los manifestantes y la fuerza p¨²blica con ocasi¨®n de la primera Fiesta del Trabajo del posfranquismo han dejado paso a una civilizada negociaci¨®n entre las centrales sind¨ªcales y el Gobierno. Es seguro el prop¨®sito pac¨ªfico e incluso el ¨¢nimo de fiesta de los cientos de miles de trabajadores que ocupar¨¢n ma?ana las calles de las ciudades y de los pueblos espa?oles para celebrar una fecha tan hondamente arraigada en la tradici¨®n del movimiento obrero. No resultar¨¢ superfluo, sin embargo, prevenir a los organizadores y a los servicios de orden contra los provocadores, que, desde la extrema derecha o la extrema izquierda, aprovechar¨¢n la m¨¢s m¨ªnima ocasi¨®n para enturbiar las aguas. Aunque la libertad sindical es un derecho inalienable de los trabajadores, no deja de ser tambi¨¦n preocupante que la existencia de otras convocatorias fuera de la anunciada por CCOO y UGT, que son las centrales mayoritarias, pueda servir de pretexto para incidentes y alteraciones del orden. Con independencia de su significaci¨®n como soldadura con un pasado abrutamente roto hace m¨¢s de cuarenta a?os y cuyos or¨ªgenes se remontan a fines del siglo XIX, y con independencia tambi¨¦n de su car¨¢cter de s¨ªmbolo de la solidaridad internacional del movimiento obrero, este 1 de mayo de 1978 posee un contenido reivindicativo espec¨ªfico. Medidas eficaces contra el paro, la defensa del proyecto de ley de Acci¨®n Sindical, la entrega del patrimonio sindical del verticalismo a las centrales y la inclusi¨®n de los derechos de los trabajadores en la Constituci¨®n son las principales consignas avanzadas por los convocantes de las manifestaciones. La especial menci¨®n en los llamamientos a la solidaridad internacional con Chile, Argentina y Uruguay constituye una buena muestra de que los v¨ªnculos afectivos con los pueblos de nuestro idioma no han sido destruidos por d¨¦cadas de ret¨®rica y de complicidades con las dictaduras de Suram¨¦rica.
Mucho ha llovido desde que la II Internacional decidi¨® en 1889 hacer suya la fecha con la que el sindicalismo estadounidense inici¨® la lucha por la jornada de ocho horas. Las celebraciones sangrientas del 1 de mayo, comenzando por la que en 1886 victimiz¨® a los ?m¨¢rtires de Chicago?, fueron siendo desplazadas progresivamente por pac¨ªficas fiestas populares. Lo que en su d¨ªa fueron duras jornadas de paro en d¨ªas laborables figuran hoy en los calendarios de todos los pa¨ªses civilizados como fechas de descanso. Las reivindicaciones que alimentaron a fines del siglo pasado las movilizaciones de los trabajadores han sido satisfechas hace ya muchas d¨¦cadas. Las condiciones de vida de los trabajadores han mejorado espectacularmente en las sociedades industriales avanzadas, e incluso la naturaleza misma de la poblaci¨®n asalariada ha sufrido tales transformaciones en los pa¨ªses democr¨¢ticos que hoy d¨ªa el 1 de mayo es una celebraci¨®n en la que participan tanto los obreros industriales como los trabajadores de cuello blanco, integrados en un sector terciario en progresiva expansi¨®n, y los profesionales que apuestan por un nuevo modelo de sociedad.
Este nuevo paisaje de la estratificaci¨®n social es lo que permite contemplar con esperanza el proceso de negociaci¨®n mediante el cual las centrales sindicales, las organizaciones de empresarios y el Parlamento deben tratar de resolver las cuestiones sobre las que versan las consignas reivindicativas de este 1 de mayo. Las medidas contra contra el paro realmente resolutorias ser¨¢n ¨²nicamente las que, a medio o largo plazo, logren una reactivaci¨®n general de nuestra econom¨ªa y un incremento de las inversiones que garanticen una situaci¨®n lo m¨¢s cercana posible al pleno empleo. Entretanto, un aumento de los fondos p¨²blicos asignados al seguro de desempleo que resulte compatible con los planes globales para el saneamiento de nuestra econom¨ªa y una administraci¨®n m¨¢s eficaz y diligente de su distribuci¨®n son las ¨²nicas medidas que, sin caer en la demagogia, pueden exigir las centrales; a las que, a su vez, cabe pedirles que emprendan una campa?a de moralizaci¨®n entre los beneficiarios del seguro de desempleo, a fin de evitar abusos que, a la postre, muestran una profunda insolidaridad de clase.
La inclusi¨®n de un c¨®digo de derechos de los trabajadores en la Constituci¨®n se mueve en un terreno fronterizo con el gusto por la ret¨®rica y la imprecisi¨®n de los legisladores econ¨®micos; pues la primera dificultad es delimitar el campo mismo de significaci¨®n de esa categor¨ªa, que puede incluir desde el pe¨®n hasta el campesino que trabaja la tierra o el ejecutivo que precibe un sueldo.
La f¨®rmula tiene el inconveniente a?adido de disociar las categor¨ªas de ?ciudadano? y ?trabajador?, con el evidente peligro de suscitar similares peticiones en otros grupos sociales tambi¨¦n definidos complementariamente por sus determinaciones ideol¨®gicas o de ingresos. La devoluci¨®n a las centrales hist¨®ricas de los bienes que les fueron incautados tras la guerra civil y la reglamentaci¨®n del uso del patrimonio acumulado por el verticalismo a lo largo de mas de tres d¨¦cadas, no deben esperar m¨¢s tiempo si el Gobierno desea realmente que funcionen en Espa?a unas relaciones industriales propias de un pa¨ªs avanzado.
En cuanto a la ley de Acci¨®n Sindical, la campa?a desatada por las organizaciones empresariales y la actitud adoptada por las centrales en defensa del proyecto salido de la ponencia hacen necesario un punto de acuerdo. Es de esperar que los grupos parlamentarios m¨¢s afines con una y otra postura sepan encontrar f¨®rmulas adecuadas para sacar del actual callej¨®n sin salida al conflicto.
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