Lecciones de una huelga
DURANTE CASI tres semanas, cerca de 100.000 maestros espa?oles han estado en paro, en una huelga en principio laboral, que planteaba reivindicaciones justas, mezcladas tambi¨¦n con otras de tipo ideol¨®gico y que ha dejado sin escuela a millones de ni?os, causando los consiguientes perjuicios en la vida familiar y social del pa¨ªs, aparte de los. derivados de la interrupci¨®n de la estricta funci¨®n educativa. A juzgar por el n¨²mero de cartas, telegramas y comunicaciones de todo tipo recibidas en nuestra redacci¨®n -y la repercusi¨®n habida en los medios pol¨ªticos e informativos-, esta huelga ha alcanzado una evidente repercusi¨®n nacional, consiguiendo, por tanto, un objetivo al menos: llamar la atenci¨®n de todos los espa?oles sobre la injusta situaci¨®n laboral de nuestro profesorado y sobre la necesidad de reconocer la importancia fundamental de su abnegada y sacrificada labor. La huelga ha sido importante en el sector de la ense?anza estatal y mucho menor en el de la privada. Ello es algo l¨®gico y responde a lo que se considera normal en los pa¨ªses democr¨¢ticos, donde los paros laborales tienen siempre m¨¢s repercusi¨®n en el sector p¨²blico que en el privado. En este ¨²ltimojuega siempre un factor de temor, al ser menor la seguridad en el empleo; factor considerablemente agravado en estos tiempos de crisis econ¨®mica.
Las reivindicaciones estrictamente laborales de los maestros han sido reconocidas comojustas por todos. Las qu¨¦ adem¨¢s comportaban elementos ideol¨®gicos o pol¨ªticos han suscitado recelos en algunos sectores, pues despertaban el viejo fantasma de esa nueva guerra de religi¨®n en tomo a la ense?anza que se avecina en Espa?a. Pero esta guerra tiene un escenario propio, que es el Parlamento, donde se han librado ya las primeras escaramuzas. El art¨ªculo 26 del anteproyecto de Constituci¨®n ha provocado ya la ruptura del consenso constitucional entre las diversas fuerzas parlamentarias, en lo que se refiere a este punto concreto. Pero la lucha entre los defensores de la ense?anza p¨²blica y los de la confesional o privada es un problema nacional que debe ser dilucidado por los representantes del pueblo entero, esto,es, por los diputados y senadores. Los maestros, profesores y educadores pueden hacer ol su voz, claro est¨¢, como el resto de los ciudadanos en un pa¨ªs democr¨¢tico, y hasta con el prestigio que les concede su condici¨®n de expertos y t¨¦cnicos en la materia, pero no deben protagonizar una. batalla que debe ser dilucidada por el pueblo entero, es decir, por el Parlamento.
La huelga, pues, ha conseguido un objetivo fundamental, pero ha fracasado como tal en la obtenci¨®n de sus metas concretas. El laudo dictado para la ense?anza privada no ha resuelto nada, y en la estatal los maestros han recibido como toda respuesta una serie de promesas para el curso que viene. Por tanto, aunque la huelga haya terminado, el conflicto sigue en pie. Las reivindicaciones laborales de los maestros -como unos sueldos dignos, el problema de la dedicaci¨®n, la estabilidad en el empleo y una jubilaci¨®n adecuada, aparte de una aut¨¦ntica participaci¨®n en la vida de los centros- han sido reconocidas como justas hasta por el propio ministro de Educaci¨®n. Si la huelga ha fracasado tal vez se haya debido a su planteamiento. Una acci¨®n de este tipo es el arma final de toda negociaci¨®n, y no debe ser planteada de manera radical de buenas a primeras, sin una labor previa de di¨¢logo e informaci¨®n exhaustiva, sin haber logrado concienciar a la opini¨®n p¨²blica y sin ensayar otro tipo de presiones parciales como son las huelgas limitadas repetidas, habituales en los pa¨ªses occidentales en este tipo de conflictos. La estrategia ha sido pobre, y los maestros han malgastado repentinamente y sin acciones de recambio su principal arma. A la inoperancia ministerial y gubernamental que ha jugado contra los maestros se ha unido una mala estrategia sindical, pues la huelga ha sido mal planteada y mal llevada. Y si una huelga fracasa ya no queda m¨¢s que el malestar y la resignaci¨®n.
La raz¨®n esgrimida para aplazar las soluciones ha sido sobre todo econ¨®mica, oponiendo a sus reivindicaciones la rigidez de los presupuestos y los l¨ªmites impuestos por los pactos de la Moncloa. Habr¨ªa mucho que hablar sobre el tema, pues un presupuesto puede corregirse y el tratamiento del personal docente, dentro de las escalas del funcionariado, ha sido desfavorecido proporcionalmente: esto es, que los l¨ªmites de los citados pactos no han sido aplicados equitativa y justamente para todos. Una injusticia m¨¢s que se a?ade a la injusticia total que padece desde siempre el magisterio espa?ol.
El fracaso de la huelga no ha cerrado, pues, la batalla. El conflicto sigue, y es de esperar que se estudien en profundidad las debidas soluciones y que se apliquen urgentemente medidas correctoras en favor de los maestros, ahora mejor que nunca, pasados ya los tiempos de crispaci¨®n, nerviosismo y presiones que toda huelga comporta. Pues en este tema, dos son los puntos fundamentales. El problema de la ense?anza en Espa?a tiene una prioridad: todos los ni?os espa?oles deben recibir educaci¨®n gratuita y obligatoria hasta los catorce a?os por lo menos, en igualdad de condiciones. Todo ni?o que nace debe tener reservado ya su puesto escolar gratuito. Y para ello es fundamental que el cuerpo espa?ol del magisterio, que todos los profesores y educadores del pa¨ªs, reciban un tratamiento econ¨®mico y social digno y proporcionado a la importancia nacional de su labor, y que termine de una vez la injusticia hist¨®rica que la colectividad y sus Gobiernos les vienen perpetrando desde tiempo inmemorial.
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