La traici¨®n de Bumedian
Cuando Francia concedi¨® la in dependencia a Mauritania, va para los dieciocho a?os, en las canciller¨ªas europeas se pensaba que la potencia colonizadora de jaba tras de s¨ª un ?Estado tap¨®n? entre los pa¨ªses norteafricanos y los del Africa negra occidental, todav¨ªa bajo su tutela. De hecho, Mauritania naci¨® como un Esta do fantasma, ignorado por Marruecos, vetado a la hora de su ingreso en las Naciones Unidas por la Uni¨®n Sovi¨¦tica e, incluso, cuestionado por pa¨ªses como Senegal y Mal¨ª, que alegaban derechos sobre su poblaci¨®n de etnia negra.Al cabo de los a?os, aquel pa¨ªs surgido de la voluntad francesa, que amalgama en su m¨¢s de un mill¨®n de kil¨®metros cuadrados moros y negros subdivididos en toda una teor¨ªa de tribus y castas, aparece como imprescindible para el mantenimiento del equilibrio en el Africa noroccidental. Un equilibrio que, en cualquier caso, es precario y se ve constantemente amenazado por dos conflictos: el del antiguo Sahara espa?ol e, incluso, el del Chad.
Buena prueba de que el equilibrio de la zona es muy inestable se encuentra en la evoluci¨®n de las relaciones de Nuakchott con sus vecinos: el pa¨ªs no fue reconocido por Marruecos hasta 1969, cuando Rabat vio que los d¨ªas de la presencia espa?ola en el Sahara estaban contados y se olvid¨® -al menos por el momento- de sus reivindicaciones territoriales hasta el r¨ªo Senegal. Ahora la monarqu¨ªa alau¨ªta es el m¨¢s firme aliado de los mauritanos. El 13 de mayo del pasado a?o ambos pa¨ªses firmaron un acuerdo, de asistencia militar y defensa mutua, en virtud del cual hay estacionados en la zona norte del pa¨ªs unos 10.000 soldados marroqu¨ªes.
Tras unos primeros a?os de buenas relaciones con Francia, en 1972 se produjo una tensi¨®n entre ambos pa¨ªses, probable mente inducida desde Argel por el presidente Bumedian, por la que Nuakchott denunciaba los acuerdos de cooperaci¨®n franco-mauritanos, el pa¨ªs se retiraba de la zona del franco y creaba su propia moneda -la uguiya- y se nacionalizaba la importante empresa minera Miferma. La Argelia de Bumedian, sobre todo a partir de 1970, se prestaba a sustituir la influencia francesa a trav¨¦s de una serie de acuerdos que sellaban una estrecha cooperaci¨®n con Nuakchott.
Desde 1975 y, concretamente, a partir del 14 de noviembre de ese a?o, fecha en que se concret¨® el Acuerdo de Madrid, por el que Mauritania y Marruecos se repart¨ªan el Sahara espa?ol, la decoraci¨®n cambi¨® por completo. Argelia se convirti¨® en el principal enemigo de Nuakchott, al financiar y organizar desde su territorio la guerra de conquista del antiguo R¨ªo de Oro, y Francia volvi¨® a ocupar su puesto privilegiado e influyente, con su decidida intervenci¨®n en favor del r¨¦gimen del presidente Moktar Uld Daddah.
En poco tiempo, todo ha variado y la guerra permanece. Las alianzas cambiaron como las dunas del desierto, pero los protagonistas, y sus intenciones, siguen sobre el tablero.
El punto de vista mauritano
Para Nuakchott, el tema de la anexi¨®n de la parte del Sahara que le correspondi¨® es una cuesti¨®n zanjada. La wilaya de Tiris el Garbia se ha convertido en la decimotercera regi¨®n administrativa del pa¨ªs y su capital es Dajla, la antigua Villa Cisneros. ?Desde nuestro punto de vista, la reunificaci¨®n es irreversible. No es njegociable?, manifiesta el presidente Uld Daddah. ?Nosotros queremos la paz, pero Argelia nos empuja a la guerra, enviando contra nosotros bandas armadas. S¨®lo la actitud de Bumedian puede cambiar las cosas. Mi pueblo est¨¢ dispuesto a cooperar en la creaci¨®n de un gran Magreb ¨¢rabe, sin renunciar a nuestra integridad territorial. Pero si nos siguen atacando, seguiremos defendi¨¦ndonos con todos los medios a nuestro alcance.?
En octubre de 1970, los jefes de Estado de Mauritania, Marruecos y Argelia acordaron, reunidos en Nuadibu, concertar su acci¨®n para obligar a Espa?a a evacuar el Sahara. S¨®lo meses antes Hassan II accedi¨® a reconocer diplom¨¢ticamente a la hasta entonces ignorada Mauritania. Cuatro a?os despu¨¦s, con ocasi¨®n de la ?cumbre? de la Liga de Estados Arabes celebrada en Rabat, fue adoptada una resoluci¨®n en la que se especificaba que Marruecos y Mauritania eran los dos ¨²nicos pa¨ªses afectados por el porvenir del Sahara espa?ol. Argelia acataba la resoluci¨®n, que ella misma hab¨ªa facilitado, y decidi¨® retirarse del concierto de Nuadibu.
?El coronel Bumedian deb¨ªa pensar que los acontecimientos se iban a desarrollar de otra forma y por eso no tuvo inconveniente en retirarse de la cuesti¨®n -opina el presidente mauritano- En realidad, del Sahara le interesaba entonces lo mismo que ahora: una salida al mar para el mineral de hierro de Tinduf, que no es rentable si no es directa, a trav¨¦s del Sahara occidental.?
En el oto?o de 1975 los acontecimientos se precipitaron. Franco se mor¨ªa a chorros en un hospital y las autoridades de Madrid estaban m¨¢s atentas a los eventuales acontecimientos en el interior que a la evoluci¨®n, cada vez m¨¢s acelerada, de la situaci¨®n del Sahara. El 6 de noviembre la ?Marcha Verde? marroqu¨ª atravesaba la frontera del Sahara y s¨®lo unas tres semanas despu¨¦s no quedaba pr¨¢cticamente ning¨²n espa?ol en el territorio. La salida, por emplear un eufemismo, fue tan precipitada que, por ejemplo, en el despacho del comandante del puesto de La G¨¹era quedaron los muebles y hasta el mapa de Estado Mayor a disposici¨®n de quienes vinieran que, por unos d¨ªas, resultaron ser unas decenas de miembros del Polisario.
La entrevista de Bechar
D¨ªas antes de la evacuaci¨®n espa?ola se produjo en la ciudad argelina de Bechar una dram¨¢tica entrevista entre Uld Daddah y Bumedian. Aquella conversaci¨®n, ¨²ltima que han mantenido ambos jefes de Estado, contada por el presidente mauritano recuerda aquellas otras que Hitler mantuvo con el canciller austr¨ªaco y hasta con Serrano S¨²?er, en su famoso Nido de ¨¢guilas, de Berchtesgaden. La prepotencia como punto de partida; la amenaza y el chantaje como tel¨®n de fondo de un aut¨¦ntico mon¨®logo.
?Me inst¨® a elegir entre Marruecos y Argelia -explica Uld Daddah, como si recordara una pesadilla- Bumedian me dijo que pondr¨ªa al servicio del movimiento de liberaci¨®n del Sahara todo su potencial econ¨®mico, militar y diplom¨¢tico. Siempre bajo el tono de la amenaza, me dijo que si ese movimiento ten¨ªa necesidad de hombres de Argelia le proporcionar¨ªa voluntarios para cubrir todas sus necesidades. Y si a¨²n fuera insuficiente, me agreg¨®, su pa¨ªs obtendr¨ªa para tales hombres todo el apoyo que fuera necesario, apelando a la solidaridad revolucionaria internacional.?
Recuerda el presidente mauritano que Bumedian le habl¨® de aportar 50, 100.000 hombres, cuando Mauritania s¨®lo pod¨ªa oponer unos 3.000 soldados, p¨¦simamente armados y en su mayor¨ªa biso?os.
?Ha sido la mayor decepci¨®n de mi vida. El hasta entonces mejor aliado de mi pa¨ªs, el gran amigo personal, me planteaba un chantaje intolerable y me humillaba?, agrega.
Para Uld Daddah, el desencanto que le produjo el jefe de Estado argelino ha sido posteriormente compartido por otros pa¨ªses. ?Todos -opina- terminar¨¢n por conocer debidamente a Argelia, incluso los africanos. S¨®lo hace falta comparar la posici¨®n internacional de Argel hace tres a?os con la actual, para darse cuenta que Bumedian se est¨¢ quedando cada vez m¨¢s aislado.?
La opini¨®n del presidente mauritano sobre el conflicto del Sahara, centrada en estas coordenadas, es compartida por su Gobierno y, seg¨²n opiniones recogidas en Nuakchott, la capital, y Nuadibu y Rosso, las dos ciudades m¨¢s importantes del pa¨ªs, por el pueblo. Algui¨¦n ha dicho que el r¨¦gimen de Uld Daddah, unipartidista -el ¨²nico partido es el Socialista y la ¨²nica sindical es la Uni¨®n de Trabajadores Mauritanos, inscrita dentro del partido- no tiene enemigos de consistencia en el interior. ?Nuestros enemigos nos combaten en las filas del Polisario?, opina Habib Bullah, director de informaci¨®n del correspondiente departamento ministerial.
Esto es cierto hasta cierto punto. Hay sectores de la poblaci¨®n que ofrecen opiniones m¨¢s matizadas, en base a consideraciones pol¨ªticas y aun raciales. Por otra parte, el nomadismo y la organizaci¨®n social en tribus y clanes no favorecen precisamente la consolidaci¨®n de la idea del Estado entre los mauritanos. S¨®lo el tiempo y la indudable prudencia y sagacidad pol¨ªti cas del presidente Uld Daddah y de sus ministros, especialmente el de Asuntos Exteriores, Harndi Uld Muknass, pueden llegar a aglutinar en un todo este joven e ?mprescindible pa¨ªs.
Ahora, la guerra que viene de Argelia es un factor de cohesi¨®n m¨¢s, al menos en las ¨¢reas m¨¢s afectadas hasta el momento. Y quiz¨¢, por parad¨®jico que parezca, un factor que obra positivamente por la supervivencia. ?Mauritania es un pa¨ªs demasiado d¨¦bil como para que alguno de sus vecinos lo pueda romper?. Es la opini¨®n de un miembro de la Asamblea Nacional, embajador de su pa¨ªs en Francia durante los a?os dif¨ªciles que siguieron a la tensi¨®n entre Par¨ªs y Nuakchott.
Pr¨®ximo cap¨ªtulo: ?De la guerra convencional al terrorismo?.
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