La esperanza del entendimiento germano-sovi¨¦tico
LA RECIENTE visita de Le¨®nidas Brejnev, a Alemania Federal puede constituir un hito en la pol¨ªtica internacional. Como es usual en estos altos contactos, la lectura del comunicado conjunto no nos proporciona explicaciones totales sobre lo acordado y lo que a¨²n separa a ambas naciones. Y, sin embargo, la divisi¨®n de Alemania y el problema de Berl¨ªn -cuestiones que de por s¨ª ser¨ªan insostenibles para cualquier naci¨®n- han logrado tal valor de statu quo que no es dif¨ªcil imaginar la posibilidad de un acercamiento -mucho m¨¢s profundo del que se desprende de los t¨¦rminos del lenguaje diplom¨¢tico-, cuya virtualidad tal vez nos demuestren los tiempos.El resultado m¨¢s visible de las conversaciones entre los dos hombres de Estado es el tratado de cooperaci¨®n econ¨®mica, de veinticinco a?os de duraci¨®n, que pretende mejorar los intercambios de los dos pa¨ªses bajo el renacer de la confianza mutua, duramente quebrantada desde que concluyera la segunda guerra mundial. El preciso no olvidar que este acuerdo, como todas las relaciones actuales entre ambos pa¨ªses, se justifica en buena parte por el progreso de la penetraci¨®n alemana en la Uni¨®n Sovi¨¦tica; pese a que este pa¨ªs se inclina a reducir sus intercambios con Occidente, importantes contratos industriales han sido firmados el pasado a?o con empresas federales. Desde 1970, los intercambios germano-sovi¨¦ticos se han multiplicado por cinco.
Brejnev y Schmidt se han tratado, aparentemente, con una distante cortes¨ªa. Rehuyeron los temas que podr¨ªan enfrentarles y no dejaron de aludir a los considerados como ideales. A lo largo de las conversaciones esta t¨®nica ha sido considerada como la del di¨¢logo de sordos. Tambi¨¦n podr¨ªa ser la t¨®nica de una sincera voluntad de acercamiento entre dos pa¨ªses cuya dial¨¦ctica de enfrentamiento y aproximaci¨®n ha orientado en gran medida la suerte de Europa. Por eso no puede sernos ajeno lo hablado en Bonn. Entonces podemos preguntarnos, aun con la precariedad de los datos que poseemos, si la cimentaci¨®n de la armon¨ªa europea, que tras la posguerra resid¨ªa en la amistad franco-alemana, no necesitar¨¢ ya para completarla del entendimiento germano-sovi¨¦tico. En este caso, los contactos entre los dirigentes de las dos potencias no constituir¨ªan ni un Rapallo ni un Brest Litovsk; no se tratar¨ªa de un brusco cambio de alianzas, sino, m¨¢s bien, del fruto de un cierto pragmatismo de gigantes que se temen y respetan a un tiempo.
Creerlo as¨ª no significa olvidar las cuestiones no resueltas, y dif¨ªciles de resolver, de la divisi¨®n de Alemania o del Acuerdo de los Cuatro sobre Berl¨ªn. No obstante, las grandes aspiraciones de la reunificaci¨®n nacional y de la reagrupaci¨®n de las familias, con la aproximaci¨®n que ello ha supuesto entre el Gobierno y la oposici¨®n -la entrevista del derechista Strauss con Brejnev es la an¨¦cdota m¨¢s significativa-, pueden autorizar la creencia en la capacidad del pueblo alem¨¢n por superar, ya con cierta frialdad, sus desgarramientos internos. Bueno es recordar que los sorprendentes acuerdos entre sovi¨¦ticos y alemanes se produjeron siempre en condiciones dram¨¢ticas, que no hac¨ªan creer en posibilidad alguna de ¨¦xito.
Y con m¨¢s o menos duraci¨®n se cerraron siempre los tratos. Es verdad que por mucho que sea el peso espec¨ªfico de Alemania Federal en la comunidad occidental, ni mucho menos los problemas pueden solventarse entre sovi¨¦ticos y alemanes. Tras estos contactos permanecen siempre en segunda fila cuestiones que ata?en a la sociedad internacional en su conjunto. Como el problema del desarme, por el cual tanto Brejnev como Schmidt han demostrado gran inter¨¦s con ocasi¨®n de la reintroducci¨®n de las conversaciones de Viena. Adem¨¢s, tras Alemania Federal permanece Estados Unidos. No es dif¨ªcil suponer que el acercamiento hacia la Uni¨®n Sovi¨¦tica no es una secesi¨®n alemana, que Alemania Federal act¨²a m¨¢s bien como intermediario autorizado para resolver su propio problema nacional, en suma.
Y, en cualquier caso, la paz europea pasa a trav¨¦s de la supresi¨®n de las rivalidades del continente. La globalizaci¨®n de los conflictos pide, como v¨ªa indirecta de soluci¨®n, los arreglos regionales. El acercamiento germano-sovi¨¦tico parece buen camino para abordar los problemas de la distensi¨®n, del desarme, de los derechos humanos, as¨ª como el de las relaciones entre las dos partes del mismo continente, brutalmente partido en dos despu¨¦s de 1945, pero que por los vientos de la Historia y los desarrollos de todo orden se convencen de su destino com¨²n. A la guerra fr¨ªa parece sustituir la paz fr¨ªa. Fr¨ªa, pero paz, al fin y al cabo.
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