Hector Bianciotti: "Mi ¨²ltimo libro es la recuperaci¨®n de la infancia"
Entrevista con el premio M¨¦dicis al mejor libro extranjero
Hector Bianciotti, escritor argentino que mereci¨® este a?o el Premio M¨¦dicis al mejor libro extranjero publicado en Francia, pasa estos d¨ªas en Madrid, donde se acaba de presentar su ¨²ltima novela, La busca del jard¨ªn. En el acto de presentaci¨®n del libro, Rafael Conte remarc¨® los datos autobiogr¨¢ficos de la literatura y la personalidad de Bianciotti, y el fluir de su prosa compleja y barroca.
?Esta novela -dijo Bianciotti a EL PAIS- rompe con mis libros anteriores. Est¨¢ confeccionada a modo de diccionario, de tal manera que algunas palabras evocan una escena y, a veces, ocurre al rev¨¦s. Lo cierto es que este es un libro de ruptura.??Primero -sigue Bianciotti- es profundamente autobiogr¨¢fico. Claro que para que esto se entienda, tengo que referirme a mi propia vida. Yo soy hijo de una familia de inmigrantes italianos, que llegaron a la Argentina a primeros de siglo, y a quienes el Gobierno de entonces dio un trozo de tierra en la Pampa, para que lo cultivaran. Yo me cri¨¦, pues, en la Pampa m¨¢s triste, en la del trigo. ?
?Mi padre ten¨ªa una extra?a nostalgia, ins¨®lita, por la cultura. La muestra era la suscripci¨®n a un diario, La Prensa, que llegaba cada d¨ªa. All¨ª aprend¨ª yo a leer, y aprend¨ª al tiempo que la palabra ciudad, esa idea de ciudad que me obsesion¨® durante tantos a?os. En aquella pampa plana de trigos, lisa como esta mesa, pero sin bordes, la obsesi¨®n de la ciudad fue tomando forma: en una revista femenina que recib¨ªan cada mes mi madre y mis hermanas mayores, siendo yo muy peque?o, descubr¨ª un d¨ªa un? foto en colores (a menos que la memoria haya puesto color en el recuerdo a blanco y negro) de una mujer en un sal¨®n, de sillas torneadas que nunca hab¨ªa visto, y ese lugar y sus l¨¢mparas, y sus objetos. me pareci¨® invulnerable, inexpugnable, sent¨ª que aquello era adem¨¢s un modo de comportarse, de ser consciente del cuerpo a diferencia de la gente que yo conoc¨ªa, que se afloja en su asiento. Aquella mujer, aquel sal¨®n, fue para m¨ª un emblema de la ciudad inasequible y de lo que pod¨ªa significar. ?
Pronto lleg¨® la radio de galena, y empec¨¦ a o¨ªr novelas y m¨²sica popular. Cuando descubr¨ª que hab¨ªa programas de m¨²sica cl¨¢sica, me obligu¨¦ a o¨ªrlos, aunque me aburr¨ªa mucho, porque se correspond¨ªan con la foto y con la ciudad. As¨ª fue naciendo en m¨ª el mito de la huida y el de la diferencia. Yo quer¨ªa ser distinto a todo el mundo. Y quer¨ªa irme. A la ciudad. ?.
?En ese mundo de la foto es donde se han movido mis novelas anteriores. Ahora, tras un viaje a Argentina, y despu¨¦s de descubrir que ese mundo que para m¨ª era la cultura y la ciudad, lo cerrado y finalmente, lo que yo quer¨ªa, no es tan invulnerable, he recuperado mis or¨ªgenes, he vuelto a los espacios abiertos, a la Pampa que definiera Drieu de la Rochelle como un v¨¦rtigo horizontal, y a todo el proceso, tan argentino al fin, de huida y de diferenciaci¨®n que me ha hecho el que soy. ?
?As¨ª, pues -sigue H¨¦ctor Bianciotti-, si el mundo de mis tres libros primeros es el de aquellas fotos infantiles, un mundo de teatro, artificial (y no digo esta palabra en un sentido demasiado peyorativo) en el que no hay necesidades urgentes y la gente puede deleitarse incluso, en sus miserias, ahora, instalado ya en aquel mundo, en el centro del laberinto, he tratado de recuperar mi infancia, mi paisaje, cerrar ese complejo sentimiento de identidad, casi metaf¨ªsico. Narrar el origen y el itinerario que me de volvi¨® a Europa como inmigrante de retorno.?
H¨¦ctor Bianciotti, 47 a?os que, nadie dir¨ªa, describe el libro que mereci¨® el Premio Medicis como ?concebido como un diccionario. Hay palabras que evocan una escena, y puede ser le¨ªdo a trozos, pero quien lo lea entero descubrir¨¢ los ecos y los lazos que unen unos textos con otros. He querido romper con la estructura de novela: hay tanta novela hoy que es dif¨ªcil encontrar una legible, es decir, que encuentre lectores. Adem¨¢s, mis maestros son escritores de fragmentos, y yo quiero, me conformo, con escribir una frase, un fragmento que funcione.?
Acerca de sus maestros dijo: ?Reconozco dos antes que nadie. Cuando yo ten¨ªa quince a?os, estaba en el seminario como ¨²nica manera de poder estudiar, y cay¨® en mis manos un suplemento literario de La Naci¨®n. Hab¨ªa muerto Paul Valery y el n¨²mero estaba dedicado a ¨¦l. Hab¨ªa traducciones, art¨ªculos sobre ¨¦l, textos. Yo entend¨ª que hab¨ªa un escritor importante, y me apasion¨®. Pues bien, la necrol¨®gica de Paul Valery estaba firmada por alguien a quien yo entonces tampoco conoc¨ªa: Jorge Luis Borges. As¨ª, en un mismo d¨ªa, me encontr¨¦ con quienes hab¨ªan de ser mis dos maestros. ?
?Pues bien, los dos son escritores de fragmentos, y los dos son escritores cl¨¢sicos: son claros y concisos, y se permiten ser barrocos en el lenguaje, pero con un barroquismo luminoso, que nada tiene que ver con el usual en la literatura latinoamericana. En el fondo, son autores de unas pocas p¨¢ginas maestras.?
Babelia
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