Un Ej¨¦rcito para la democracia
EL HOMENAJE a la bandera, celebrado bajo la presidencia del Rey, y el desfile que hoy tendr¨¢ lugar se inscriben dentro de los actos del D¨ªa de las Fuerzas Armadas, fiesta que, en palabras del ministro de Defensa, se propone conmemorar el v¨ªnculo de mutuo respeto y reconocimiento entre los Ej¨¦rcitos espa?oles y la naci¨®n.Las nuevas relaciones entre el mundo castrense y la sociedad civil, que comenzaron a dibujarse despu¨¦s de las elecciones generales, es uno de los factores que permiten contemplar con optimismo el futuro de la democracia espa?ola. Pese a los intentos de instrumentalizar desde la extrema derecha a las instituciones militares, nada hay que induzca razonablemente a temer que los involucionistas logren enga?ar a una oficialidad responsable y disciplinada. La elevaci¨®n del nivel profesional de los cuadros militares, la tecnificaci¨®n de las Fuerzas Armadas y su inserci¨®n en conjuntos estrat¨¦gicos m¨¢s amplios son, sin duda, caracter¨ªsticas de un Ej¨¦rcito propio de las sociedades desarrolladas, que no tienen otro marco pol¨ªtico posible que los sistemas pluralistas y las instituciones que descansan en la soberan¨ªa popular y las libertades c¨ªvicas.
Este compromiso de nuestras Fuerzas Armadas con la democracia tiene su mejor garant¨ªa en la madurez de las grandes fuerzas pol¨ªticas, que parecen resueltas a evitar el planteamiento agresivo y crispado, no s¨®lo de la ?cuesti¨®n militar?, sino tambi¨¦n de otra serie de ?cuestiones? que deterioraron durante la Segunda Rep¨²blica la experiencia democr¨¢tica y crearon el clima ideol¨®gico, psicol¨®gico y emocional para la insurrecci¨®n de julio en 1936.
Todos los partidos de ¨¢mbito estatal han dado sobradas pruebas de su plena identificaci¨®n con nuestra historia y de su exclusivo compromiso con los intereses nacionales. El patriotismo, cuyos sentimientos pretenden utilizar insensatamente los grupos ultramontanos, ya no es monopolio ni patrimonio de nadie. Espa?a es, as¨ª, una realidad com¨²n y su Ej¨¦rcito el brazo armado de la soberan¨ªa popular.
En el ¨¢mbito exterior, la defensa de la integridad territorial no se halla enturbiada, como en el pasado, por la mala conciencia hist¨®rica de la ocupaci¨®n de Marruecos, donde Espa?a y su Ej¨¦rcito fueron peones de la estrategia francesa. Queda, ciertamente, el problema de Ceuta y Melilla; pero el compromiso marroqu¨ª de no plantear dram¨¢ticamente sus reivindicaciones sobre las plazas de soberan¨ªa quitar¨¢ carga explosiva a ese delicado problema durante un largo per¨ªodo. En cuanto a la amenaza que pende sobre las Canarias, la unanimidad de posiciones y lo ut¨®pico de los planteamientos evitan, por el momento, cualquier comentario.
Donde resulta preciso reconocer que todav¨ªa hay una cuesti¨®n capaz de sensibilizar negativamente a las Fuerzas Armadas contra las instituciones democr¨¢ticas es en el tema de las reivindicaciones auton¨®micas, Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco. Los esfuerzos de comprensi¨®n realizados por los altos mandos militares han sido notables y han terminado de forma resueltamente favorable: ya es evidente para todos que las instituciones de autogobierno en Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco ser¨¢n respetadas por las Fuerzas Armadas, en tanto en cuanto no signifiquen -y es evidente que no lo hacen- una desmembraci¨®n territorial de Espa?a. En el haber del se?or Tarradellas figurar¨¢ para siempre su inteligente defensa de esa tesis. Mientras que, por el contrario, la persistencia de algunos sectores de la opini¨®n vasca en predicar una irrealizable y rom¨¢ntica autodeterminaci¨®n no puede tener otro resultado que dificultar la completa y definitiva aceptaci¨®n por todo el Ej¨¦rcito de la ¨²nica f¨®rmula que puede asegurar, a la vez, la consolidaci¨®n de la democracia en Espa?a y la satisfacci¨®n de las reivindicaciones auton¨®micas de catalanes y vascos.
En definitiva, el D¨ªa de las Fuerzas Armadas es hoy motivo de reconocimiento y homenaje a un Ej¨¦rcito que ha sabido amparar y asumir el tr¨¢nsito pac¨ªfico a la democracia. La disciplina y el buen sentido de la oficialidad espa?ola han sido repetidamente puestos a prueba en l3s ¨²ltimos dos a?os. Sin embargo, ni una sola provocaci¨®n ha sido respondida y las defecciones personales o los desacuerdos concretos, aunque han trascendido a la pol¨ªtica -y, en ocasiones, con cierto dramatismo-, no han afectado a la construcci¨®n del edificio constitucional.
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