Perspectivas para Espa?a, hoy
Nadie que conociese Espa?a bajo la dictadura de Franco podr¨¢ dejar de estar profundamente impresionado por los muchos cambios positivos que han ocurrido desde noviembre de 1975. Como estudiante de doctorado en 1956 y como investigador hist¨®rico y escritor que visita Espa?a con frecuencia desde 1960, siempre hab¨ªa percibido la frustraci¨®n de la gran mayor¨ªa de los espa?oles bajo la dictadura. Conozco sus energ¨ªas, sus ambiciones, su capacidad para el trabajo, sus ardientes deseos para crear una sociedad libre y democr¨¢tica. Al mismo tiempo me daba cuenta del temor que ten¨ªan los espa?oles por su falta de confianza en su propia capacidad para una verdadera convivencia. Pensaban que la era de Franco ser¨ªa continuada inevitablemente, bien por una dictadura militar, o por un per¨ªodo de inestabilidad revolucionaria que llevar¨ªa r¨¢pidamente a un r¨¦gimen autoritario, posiblemente de izquierda, pero mucho m¨¢s probable de derecha. En noviembre de 1975 mis amigos m¨¢s optimistas no habr¨ªan podido imaginar o predecir que en 1978 Espa?a estar¨ªa en buen camino hacia la creaci¨®n de una monarqu¨ªa parlamentaria y democr¨¢tica como la que existe en Inglaterra, B¨¦lgica, Holanda o Escandinavia.?Cu¨¢l es han sido las condiciones de esta notable y un poco anticipada buena fortuna? Lo m¨¢s importante ha sido el desarrollo econ¨®mico de este ¨²ltimo cuarto de siglo. En 1950 Espa?a. era un pa¨ªs subdesarrollado, semiagr¨ªcola, semipastoril, obsesionado por los recuerdos y los problemas no resueltos de una terrible guerra civil. En 1978 es la d¨¦cima potencia industrial, del mundo, una superestrella con una de las industrias mas fruct¨ªferas del mundo, el turismo. Obreros y los m¨¢s modestos empleados tienen motocicletas y coches, tienen agua caliente y frigor¨ªficos en su casa, disfrutan de vacaciones anuales, tienen acceso a la Seguridad Social, a un modesto, aunque todav¨ªa no satisfactorio, seguro de desempleo y en la vejez pueden disfrutar de una m¨ªnima seguridad econ¨®mica. Sin este desarrollo econ¨®mico, ni los espa?oles ni ning¨²n otro pueblo podr¨ªan ser capaces de convivir. Le sigue en importancia el sentido com¨²n, la paciencia, la conducta prudente que ha caracterizado a todos los espa?oles, excepto una min¨²scula fracci¨®n de la extrema derecha y de la extrema izquierda. Ha desaparecido completamente de la izquierda el estridente anticlericalismo de 1931 y la ret¨®rica de la guerra de clases y de revoluci¨®n violenta que caracterizaba la primavera de 1936. Por parte de la derecha, con la excepci¨®n de Fuerza Nueva, todos los partidos aceptan la necesidad de la democracia pol¨ªtica. Ha desaparecido la ret¨®rica de 1930, en la que los conservadores identificaban la Iglesia cat¨®lica y el sistema capitalista con Dios y condenaban al marxismo y al materialismo como encarnaciones del diablo. Tampoco se oye hablar actualmente acerca de esos negros demonios, los masones. Las pol¨¦micas y las discusiones tienen lugar a nivel de problemas reales: desempleo, inflaci¨®n, escasez de viviendas, leyes bancarias y pol¨ªtica fiscal, relaciones entre sindicatos libres y los dirigentes de las empresas. Las manifestaciones y las huelgas evitan la ret¨®rica inflamada. Desfiles como el cortejo f¨²nebre de Largo Caballero, m¨ªtines de masas como del Primero de Mayo, se han llevado a cabo con una completa dignidad y autodisciplina.
La conducta prudente del pueblo ha sido acompa?ada por la iniciativa democr¨¢tica del Gobierno. El rey Juan Carlos recibi¨® su trono del general Franco, y Adolfo Su¨¢rez, su actual cargo, del Rey. Pero ambos, sus consejeros y partidiarios han demostrado que desean un Gobierno democr¨¢tico y constitucional. Espa?a hoy tiene una prensa libre con sindicatos libres. En las elecciones de junio de 1977 los votos rurales pesaron mucho m¨¢s que los de los habitantes de las ciudades, pero los resultados num¨¦ricos fueron completamente respetados y las Cortes que resultaron de ellos est¨¢n redactando una Constituci¨®n libre y democr¨¢tica. Tambi¨¦n se han realizado reformas sustanciales que apuntan hacia una democracia social. El Tribunal de Orden P¨²blico ha sido abolido en diciembre de 1976. La reforma de las prisiones, basada, en parte, en discusiones con los presos y sus representantes, est¨¢ en marcha. La semana pasada las Cortes votaron una disposici¨®n que da el derecho a las personas detenidas para consultar con sus abogados.
Igualmente finaliz¨® el monopolio gubernamental para distribuir la informaci¨®n sobre el control de natalidad. Las autonom¨ªas regionales han sido reconocidas, aunque se ha hecho poco para realizarlas. Ciertamente hay algunos rasgos negativos en este panorama pol¨ªtico que no puedo omitir. El asesinato de los abogados del PCE en enero de 1977, el secuestro del general Villaescusa en el mismo mes, el secuestro del industrial Javier de Ybarra en mayo de 1977, el reciente asesinato de un director de prisiones progresista y muchos otros cr¨ªmenes o atentados en estos dos a?os indican que hay peque?os grupos fan¨¢ticos que hacen todo lo posible para evitar el establecimiento de instituciones democr¨¢ticas estables. Pero, a la luz del pasado espa?ol, el hecho notable no es que estas cosas ocurran, sino la madurez y la determinaci¨®n de una opini¨®n p¨²blica que ha evitado una reacci¨®n violenta a estas provocaciones. Lo mismo puede decirse para el conjunto del mundo empresarial, que no se ha dejado llevar por el p¨¢nico iniciando una fuga de capitales y manipulando la Bolsa por altas e bajas.
Tal vez el m¨¢s serio inconveniente de la situaci¨®n presente es el tremendo poder residual de la burocracia franquista. Su¨¢rez y sus colegas de Gabinete pueden hablar lo m¨¢s en¨¦rgica y sinceramente en t¨¦rminos democr¨¢ticos, pero aquellos que tratan con la Administraci¨®n civil saben c¨®mo est¨¢n profundamente enraizados los h¨¢bitos autoritarios y qu¨¦ poco dispuestos est¨¢n los funcionarios, no elegidos, para realizar las reformas aprobadas por las Cortes. La transici¨®n ha implicado frecuentes cambios en las direcciones de los ministerios, y estos cambios, sin duda alguna, continuar¨¢n por algunos a?os. Los m¨¢s frecuentes son los cambios de personal o de directivas pol¨ªticas, pero la autoridad real tender¨¢ a permanecer con la burocracia conservadora franquista. Las costumbres tradicionales de la polic¨ªa son, tambi¨¦n, dif¨ªciles de cambiar. El mes pasado un preso fue golpeado hasta la muerte en Madrid. En Vitoria, en marzo de 1976, las balas de la polic¨ªa mataron a cuatro huelguistas e hirieron a varias personas, cuando los huelguistas sal¨ªan pac¨ªficamente de un mitin celebrado en una iglesia. Algunas partes de las provincias vascas parecen m¨¢s territorios bajo ocupaci¨®n militar que territorios de la nueva Espa?a. Se han practicado torturas despu¨¦s de la muerte de Franco, pero con una frecuencia decreciente. Lo notable no es la persistencia de los antiguos abusos, sino la determinaci¨®n de una amplia mayor¨ªa de no permitir que estos incidentes desestabilicen la marcha hacia la democracia. Estoy seguro de que algunos lectores sentir¨¢n que se han llevado a cabo cambios fundamentales de forma desconcertantemente lenta, en estos dos a?os y medio, y que mis puntos de vista son excesivamente optimistas. Pero yo pienso en la experiencia global y cultural de Espa?a y no solamente en su proceso pol¨ªtico legal. Rafael Alberti y Jorge Guill¨¦n han regresado del exilio. Vicente Aleixandre, que mantuvo los valores de una Espa?a libre, en su exilio interior, y cuya poes¨ªa era poco conocida en el exterior, ha recibido el Premio Nobel. Joan Mir¨®, hombre libre y catal¨¢n hasta la medula de los huesos, tiene tres exposiciones simult¨¢neas en Madrid y ha puesto los pies alegremente en esta ciudad, que no hab¨ªa visitado durante la ¨¦poca de Franco. Garc¨ªa Calvo y L¨®pez Aranguren han vuelto a ense?ar en las universidades espa?olas. La m¨²sica contempor¨¢nea, durante mucho tiempo estigmatizada como decadente, ocupa ahora un gran espacio en los programas de los conciertos y de la radio. No es necesario un mercado negro de libros. Los programas de la televisi¨®n est¨¢n llenos de humor, una cualidad que no estuvo conscientemente prohibida por la dictadura, pero que no florece cuando el Estado est¨¢ dirigido por hombres autoritarios y sin humor. Es la imaginaci¨®n, la energ¨ªa, el pluralismo de la cultura de la Espa?a contempor¨¢nea que nutre mi optimismo sobre el futuro. Adem¨¢s, por primera vez existe el hecho, en la larga y dram¨¢tica historia de la Pen¨ªnsula, que no hay grupos deliberadamente reprimidos por razones religiosas o ideol¨®gicas. A¨²n en la Espa?a de la Edad de Oro, los conversos y los erasmistas viv¨ªan con un temor permanente. M¨¢s tarde, ser¨ªa el turno de los ilustrados, los masones, los liberales, los krausistas, socialistas y anarquistas que ser¨ªan estigmatizados como la anti-Espa?a.
El proceso de creaci¨®n de instituciones democr¨¢ticas en el contexto de dificultades econ¨®micas, luchas regionales, ?y una revoluci¨®n de expectativas crecientes? que afecta a todas las clases y a ambos sexos, no puede ser un proceso f¨¢cil ni r¨¢pido. Tambi¨¦n, para aquellos que todav¨ªa no han descubierto el hecho desde una experiencia personal, debo decirles que con frecuencia la democracia es muy aburrida. Requiere escuchar tanto a los mediocres como a los brillantes, satisfacer intereses particulares, como trabajar para el bien com¨²n. Pero es mejor que las rivalidades, las frustraciones y los estrechos intereses competitivos se traten en t¨¦rminos de satisfacciones verbales y materiales que en t¨¦rminos de anatemas y guerra.
Quisiera, para terminar, yuxtaponer mis actuales impresiones con las ¨²ltimas p¨¢ginas de mi libro La Rep¨²blica espa?ola y la guerra civil, escritas en 1964. En esa ¨¦poca yo estaba anonadado por la tragedia de la guerra civil y por la crueldad e inutilidad de la represi¨®n de la posguerra. Afirmaba, sin datos espec¨ªficos, que alguna vez en el futuro esta tit¨¢nica defensa de la libertad, y esta tr¨¢gica experiencia de la guerra fratricida, servir¨ªan al esp¨ªritu del pueblo espa?ol. Hoy d¨ªa, constatando la honestidad del joven Rey y de su primer ministro, la actitud responsable de la mayor¨ªa de los partidos, la conducta madura del pueblo en su conjunto, el pluralismo de la vida cultural, la energ¨ªa econ¨®mica, la apertura a Europa y hacia el Portugal democr¨¢tico, siento que es una positiva respuesta a ese tr¨¢gico pasado. Si las tendencias de estos dos a?os pasados se pueden prolongar y estabilizar, la Espa?a de la era posfranquista podr¨¢ realizar la primera genuina convivencia de la historia espa?ola. Ser¨¢ la Espa?a so?ada y por la que han luchado, pero que nunca pudieron vivir, los Giner de los R¨ªos, los Aza?a, los Besteiro, los Prieto y los Largo Caballero y miles que murieron en ambos bandos de la guerra civil y otros muchos despu¨¦s.
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