Crueldad
A algunos te¨®logos modernos parece que les preocupa (acaso un poco tarde) la influencia que han podido tener las ideas religiosas en el desarrollo de la crueldad humana. Desde las ¨¦pocas en que se hac¨ªan sacrificios humanos y hecatombes, hasta aquellas en que se quemaban herejes, las religiones en conjunto han podido ser. Y de hecho han sido, crueles. Lo mismo las paganas que la cristiana en sus distintas ramas. Ahora, parece que no lo son: por fortuna para creyentes y no creyentes. Acaso porque han perdido fuerza e importancia, porque cuando la teocracia ha hecho sus ¨²ltimas apariciones,en este pa¨ªs no dej¨® de ser cruel. La cuesti¨®n es que ahora lo que parece seguir justificando la crueldad, de las maneras m¨¢s terribles que cabe imaginar, es la pol¨ªtica. Esto tampoco es novedad, porque de derechas o de izquierdas, carlista o liberal, mon¨¢rquica o revolucionaria, la pol¨ªtica ha dado ocasi¨®n a feos ejemplos de crueldad. Se ha matado, se ha torturado, se ha martirizado por el concepto A y por el concepto B, de una manera m¨¢s bien mec¨¢nica que met¨®dica, como recurso ¨²ltimo en la tarea de atacar al poder constituido... y en la de defenderlo. La crueldad se considera, en ¨²ltima instancia, como una gran medicina. Donde no se aplica parece que es porque no se puede. Y en los d¨¦biles no se admite. Las crueldades de los ni?os, las mujeres, los artistas y los eruditos son mal consideradas. Pero la ?raz¨®n de Estado? permite que se deje matar a un septuagenario y la ?sinraz¨®n de Estado? lo mata. De esto nos enteramos entre anuncio y anuncio o al lado de noticias banales acerca de lo que piensa (o mejor dicho, de lo que no piensa) el se?or tal. No podemos echar en cara a nuestros antepasados que fueran a ver el ahorcadito correspondiente, como dec¨ªa un gran escritor, no podemos hablar de los excesos del fanatismo antiguo cuando nosotros pretendemos organizar las relaciones humanas con acuerdo a normas de crueldad y fan atismo. -?aqu¨ª lo que hace falta es mucho palo!- Remedio socorrido. Tan socorrido como el de los que quieren derrocar los sistemas pol¨ªticos existentes por el terror. Siempre la crueldad como base. Por qu¨¦? Porque el hombre es radical, esencialmente malo, dir¨¢ alguno. Hablar as¨ª del hombre en c¨®njunto es mucho hablar. Lo que s¨ª es cierto es que desde la ni?ez se observa que hay ni?os y ni?as dados a la crueldad y que, con frecuencia, son tambi¨¦n los que quieren mandar. No saben bien para qu¨¦ y sobre qui¨¦n, pero mandar. El germen del dictador est¨¢ en ellos. Acaso tambi¨¦n el del terrorista. Cualquiera que recuerde sus experiencias de la escuela podr¨¢ contar casos de crueldad ejercida por unos ni?os sobre otros. Tambi¨¦n de voluntad de dominio. Pero en la escuela, al ni?o avieso se le puede dar un tir¨®n de orejas, al cruel una azotaina y al mar d¨®n bajarle los humos. No en balde el ni?o es d¨¦bil. Pero si pasan los a?os y, si el mand¨®n y el cruel se encuadran en organismos pol¨ªticos, el peligro puede ser grande para todos. Ricinos, purgas, cortes de pelo y escarnios, por un lado, terrorismo a lo que salga, por otro. Pero nuestra ¨¦poca, adem¨¢s, ha vuelto, cuando ya nos cre¨ªamos libres de ella, a una sistematizaci¨®n de la crueldad. Esta se hab¨ªa dado en la justicia antigua. Los magistrados que la administriban, en los siglos XVI y XVII, descubrieron de modo minucioso las diferentes clases de tormento que se pod¨ªan aplicar a los reos, En alg¨²n caso, cierto grave var¨®n de ¨¦stos dice, refiri¨¦ndose a un tormento horrible que ?es muy mejor?. Fue una conquista m¨¢s aparente que real, al parecer, desembarazarse de esta lacra horrible. Pero ahora tenemos otra que es la de la sistematizaci¨®n o metodizaci¨®n del terror con aparato t¨¦cnico, de origen cient¨ªfico. Cuando yo era, chico todav¨ªa en los puestos de pliegos de cordel se vend¨ªa un papelillo que se titulaba Arte de no pagar al casero. No compet¨ªa con textos m¨¢s profundos de te¨®logos cl¨¢sicos, como el Arte de bien morir, El arte de ejercer la voluntad o El arte de vivir siempre con tranquilidad de ¨¢nimo. Ahora se pueden escribir tratados que podr¨ªan llamarse El arte de matar al enemigo pol¨ªtico o el Manual del torturador. Porque en ellos se describen C por B las maneras de hacerlo. El hombre vuelve a la categor¨ªa del simiandro o macaco cruel. Con teor¨ªa, adem¨¢s. ?Que no nos falte nunca la teor¨ªa! La t¨¦cnica del golpe de Estado, Reflexiones sobre la violencia. T¨ªtulos como ¨¦stos son ya viejos en nuestra cochambrosa ¨¦poca de t¨¦cnicos.
En fin. No se ve remedio a esto de aplicar la crueldad a la pol¨ªticat As¨ª como los te¨®logos antiguos que se cre¨ªan cristianos condenaban a ser relajado al brazo secular y justificaban, muy bien seg¨²n ellos, la condena, as¨ª tambi¨¦n ahora ciertos grupos pol¨ªticos creen que una especial aplicaci¨®n de la violencia, la suya, est¨¢ justificad¨ªsima. ?Por qu¨¦ la fe fuerte puede producir un resultado horrible, sea en religi¨®n, sea en pol¨ªtica? Fe dogm¨¢tica o fe en la propia estrella, con el destino que ha de expresarnos aqu¨ª y ahora, mondo y lirondo.
Siempre se ha despreciado y denigrado a los hombres de poca fe. Pero algo habr¨ªa que decir hoy en contra de los hombres de mucha fe y de los que aparentan tenerla porque les conviene. Algo malo, por supuesto. Porque la Fe, con may¨²scula, parece Justificar todo o¨¦nero de terrorismo, toda violencia, toda crueldad. Mas por otro lado, si se le quita la sangre de encima, en qu¨¦ queda? En un proorania que dar¨ªa verg¨¹enza a los ni?os de la escuela un poco adelantados. Afirmaciones rotundas, gestos, desplantes, gritos destemplados. En los pa¨ªses tropicales, por lo menos, celebran los triunfos del presidente P¨¦rez con unos voluptuosos movimientos de nalgas y caderas. Tenemos el manicomio cerca, por un lado. El tonticomio, m¨¢s cerca a¨²n, por otro.
S¨ª. Habr¨¢ que hacer algo contrarlo en absoluto a las juntas de Fe y al Angel Exterminador. Una campa?a contra la Fe de los crueles, de los inandones, de los ruidosos y tenerlos un poco vigilados desde ni?os. El lema debe ser, como reflejo de programa m¨ªnimo: ?Crea, pero no aterrorice.? Como programa m¨¢ximo: ?Crea, pero no moleste.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.