Adi¨®s a las armas
Han pasado ya casi veinte a?os, desde que Robert Aldrich realizara Ataque, su famoso filme antimilitarista, dedicado a la ¨²ltima guerra mundial. Se trataba de una historia violenta, de un ataque serio y convencido sobre todo, contras las armas, unas armas convencionales entonces, y no contra ning¨²n enemigo particular y concreto. La eficacia de su gui¨®n hizo que el Pent¨¢gono le negara toda ayuda, y como uno de los protagonistas era precisamente un carro armado, el realizador opt¨® por procur¨¢rselo a su costa en uno de los mercados de desguace que dej¨® a su final la ¨²ltima contienda.Cuando el rodaje del filme concluy¨® -contaba despu¨¦s Aldrich-, no sabiendo qu¨¦ hacer con un tanque pesado en uso todav¨ªa, lo aparc¨® en el jard¨ªn de su casa, convirti¨¦ndolo as¨ª en juguete predilecto de sus hijos.
Alerta, misiles
Direcci¨®n: RoberAldrich. Gui¨®n de Aldrich Ronald, M. Cohen y Edward WHuebsch, basado en la novela de Walter Wagner titulada ? Viper three?. Fotograf¨ªa: Robert Hauser. M¨²sica: Jerry Goldsmith. Int¨¦rpretes: Burt Lancaster, Richard Widmark, Charles Dunning, Rosco Lee Browne, Melvyn Douglas. EEUU. Anticipaci¨®n. Dram¨¢tico. Local de estreno: Roxy B.
Esta an¨¦cdota, que bien pod¨ªa tomarse como par¨¢bola antib¨¦lica, sirve para ilustrar tambi¨¦n el camino de este autor desde aquellos filmes m¨¢s seguros y conscientes hasta este ¨²ltimo que nos llega como adi¨®s definitivo a aquellas armas y aquellas convicciones, plagado de ciencia, anticipaci¨®n y t¨¦cnica. De aquellos tanques a estos misiles espectaculares la primitiva espontaneidad o sinceridad de Aldrich parece haberse evaporado en secuencias brillantes, personajes ambiguos y recuerdos concretos de otros filmes similares.
Basado en la novela Viper three, tanto el realizador como los guionistas han intentado complacer a todos, a los que a?oran la moral de los valores tradicionales, y a los amantes de la t¨¦cnica, a los que condenan la violencia de las armas y a aquellos que la justifican seg¨²n de donde y como venga.
Esto que en s¨ª revela claramente un instinto puramente comercia por parte de cualquier pretendida pseudofilosof¨ªa, lleva al relato por senderos elementales donde los toques psicol¨®gicos, el suspense dram¨¢tico y alg¨²n que otro alarde de buen cine se mezclan con dudosa eficacia. El buen oficio de Aldrich se evidencia, sobre todo, en los actores aunque ni Burt Lancaster, ni Richard Widinark en su personajes, encarnaci¨®n de un bien y un mal a su vez vacilantes, no pueden darnos su medida acostumbrada.
La historia no ofrece mayores posibilidades. Su ideolog¨ªa, la teor¨ªa del poder que nos ofrece, sus hechos y sus hombres tan poco veros¨ªmimes como ese futuro presidente heredero de Carter, al que tampoco se le auguran brillantes o radicales decisiones, no nos conmueven ni mucho ni poco, ni siquiera nos asustan con sus nuevas amenazas termonucleares.
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