Ni f¨²tbol ni estrellas
En el Mundial, los h¨¦roes est¨¢n cansados y cuando hablamos de los h¨¦roes no pensamos en los jugadores por esta vez, sino en los informadores, que ya est¨¢n hasta la coronilla del Mundial, refugiados en el resumen y en la estad¨ªstica y contando los pocos d¨ªas que faltan para facturar las valijas en Ezeiza. Esos son los h¨¦roes de hoy, que por cierto han concurrido a Argentina en m¨¢s n¨²mero que nunca. H¨¦roes no escasean, pues, pero se les nota hartos, y sin que una brisa de buen f¨²tbol les oree y les restaure, de modo que no hay quien esconda en sus cr¨®nicas y transmisiones la impresi¨®n de que ha sido el Mundial menos atractivo de los que han visto, si es que han visto alguno, para comparar.Metidos en la selva estad¨ªstica es posible demostrar que ha habido Mundiales tan mediocres como el actual, en el que puede que se alcancen y hasta se rebasen ' los ochenta y nueve goles que se orde?aron en Chile e Inglaterra, pero ?qu¨¦ lejos de los 140 de Suiza y de los 129 de Suecia! As¨ª ha podido ser que los goleadores respectivos de tan ub¨¦rrimo f¨²tbol, Kocsis y Fontaine, no hayan podido ser rebasados hasta la fecha -Muller lo roz¨® en M¨¦xico- y no lo ser¨¢n con seguridad en Argentina. Los que escriben all¨¢ sobre el tambor ya no se muerden la lengua y despu¨¦s de eufemizar d¨ªas atr¨¢s llam¨¢ndole de Mundial del miedo, ya dicen que es el Mundial m¨¢s m¨ªsero que recuerdan a todos los niveles. Cuando un partido aceptable y animado, el Holanda-Alemania, se le hace pasar por la pasarela como ?vedette?, est¨¢ dicho todo. Si el priorjuega a los naipes ?qu¨¦ no har¨¢ la comunidad!
Efectivamente en Argentina ni hay buen f¨²tbol ni refulgen estrellas futbol¨ªsticas. Hasta los ojeadores para nuestros clubs espa?oles, gente de buena boca y voluminosa cartera -y as¨ª nos va- se vuelven del Plata sin hacer changa, es que la feria ha andado mal. Ya es sutilizar mucho y entrar por un camino arriesgado determinar en la ausencia de juego y de estrellas lo que es causa y, lo que es efecto, y si fue antes la gallina que el huevo y viceversa. Estrellas s¨ª que han venido ahora o con pretensiones de tales, pero al salir a la pizarra a demostrarlo no han pasado la prueba. Probablemente los m¨¢s cotizados un d¨ªa antes del Mundial fuesen el italiano Antognoni y el brasileiro Rivelino. Y ya los ven, ambos en el banquillo y su precio descendiendo en slalom gigante y a Platini y Bonhoff demostrando que el f¨²tbol espa?ol estuvo a punto de malgastar el dinero antes de verles jugar en Argentina. Ahora, de traerlos a Espa?a, lo har¨¢n con los ojos abiertos.
Pero el f¨²tbol no lo hacen s¨®lo las estrellas. La final del Munich ayuct¨® a perderla el jugador mejor pagado del evento. En la final de 1954 apareci¨® el equipo que ha reunido m¨¢s estrellas sobre el terreno: Puskas, Kocsis, Boszic, Czibor, Grosics, Hidegkuti con unos excelentes ayudantes y no ganaron la final porque nadie o pocos se dieron cuenta que hab¨ªa en el Mundial otro equipo sin estrellas (si acaso Fritz Walter, que no era una estrella, sino un gran jugador directivo, como Mazzola ?il vecchio? o como Bobby Charlton, que casi siempre vale m¨¢s), que tuvo al menos tan buen juego o mejor que el estelar.
Lo malo es cuando el juego no aparece sino en menudos simulacros o aproximaciones intermitentes y cuando el cielo de las estrellas est¨¢ tan negro como un portugu¨¦s embazado. M¨¢s seguro es pensar que el f¨²tbol est¨¢ mal dirigido cuando una organizaci¨®n ha crecido prodigiosamente y no es capaz de hallar juego ni estrellas en los mismos solares de donde antes surg¨ªan. De aqu¨ª a tres d¨ªas tendremos un campe¨®n del Mundial 78 y quiz¨¢ lo mejor que se pueda decir de ¨¦l es que ha sido el menos malo de unas selecciones cuyos t¨¦cnicos han atorado el juego y han disuadido a las estrellas, a los planetas, a los sat¨¦lites y hasta a los asteroides. Y en algunos partidos, m¨¢s de los debidos, a las ovejas.
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