Champ¨¢n y homil¨ªa
Me dicen que Iniesta, el obispo rojo, ha le¨ªdo en la misa un art¨ªculo m¨ªo, completo, en lugar de la homil¨ªa. Yo me hab¨ªa forjado literariamente como el anticristo, all¨¢ en provincias, y ahora resulta que me leen en las iglesias, soy el pan literario de los fieles que van a misa.Por otra parte, veo en los peri¨®dicos -que la tele s¨®lo la miro cuando me dice el p¨¢lpito que va a salir Isabel- a Nuria Espert y a Paco de Lucia anunciando un champ¨¢n. Yo ten¨ªa que ser el tercer hombre de esa campa?a: me llamaron hace unos meses ofreci¨¦ndome dos millones de pesetas por aceptar, y echando ya por delante los nombres de estos dos grandes artistas para animarme. Dije que no, no por nada, y menos que nada por ¨¦tica, sino por est¨¦tica:
-Miren ustedes, hay una raz¨®n muy sencilla que ustedes van a comprender en seguida, y perd¨®nenme: yo no puedo anunciar champ¨¢n porque no bebo champ¨¢n. Me sabe a boda y yo soy prodivorcio.
Del mismo modo, habr¨ªa dicho que no si me hubiesen consultado previamente lo del art¨ªculo/homil¨ªa. No porque mis art¨ªculos no sean de todos, que lo son, sino porque no quiero ser el champ¨¢n Iiterario de los pobres -Iniesta habla para pobres-, como no quiero ser la ret¨®rica achampanada de los ricos, a dos millones el contrato. Eso es todo.
Entre la fastuosidad consumista del champ¨¢n y la modestia obrera de Alberto Iniesta, me encuentro hoy, dolido y,hamletiano, pregunt¨¢ndome qui¨¦n soy yo. La conclusi¨®n final es que a uno siempre le utilizan, y es gozoso sentirse utilizado por los cristianos rojos, que al fin y al cabo una vida y una obra son para eso: para consumirlas, para repartirlas, para devorarlas, para d¨¢rselas a los dem¨¢s en la fiesta del canibalismo y la antropofagia. El hombre s¨®lo se nutre de otro hombre.
Me lo preguntan siempre los entrevistadores de magnetof¨®n que no funciona:
-?Y usted no tiene miedo a quemarse?
-Qu¨¦ m¨¢s quisiera yo, joven.
Qu¨¦ m¨¢s qusiera uno que quernarse y arder , bonzo de la literatura y el periodismo. Qu¨¦ m¨¢s quisiera uno que ser la luminarla mornent¨¢nea que arde llena de verdad, un momento, en la parroquia vallecana, en la taberna del suburbio o frente al Palacio de las Cortes, donde no se ha visto una sola lengua de fuego en lo que va de democracia. Qu¨¦ m¨¢s quisiera.
Lo dec¨ªa Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, el viejo y grande Juan Ram¨®n, y me lo dijo a mi, andar¨ªn de su ¨®rbita, mientras nos pase¨¢bamos por aquel Madridposible e imposible de antes del Glorioso Alzamiento Nacional:
-Mire usted, hay que vaciarse, volcarse en la obra y en la vida, dejarlo todo aqu¨ª, para.que cuando venga la muerte, no se lleve mas que un despojo, un pellejo vac¨ªo.
Pat¨¦ticas palabras del gran viejo. La ¨²nica gloria del escritor es asistir al saqueo de su propia obra. Lo que ya me parece demasi¨¦ es que me apaguen el fuego de la creaci¨®n con el champ¨¢n rosa de moda, y que adem¨¢s yo d¨¦ la cara. Porque yo no tengo la cara de tigre catal¨¢n que tiene Nuria Espert, ni soy genial como ella haciendo Yerma, ni tengo la guitarra convincente de Paco de Luc¨ªa, aunque alg¨²n cr¨ªtico me ha dicho que al gran guitarrista le faltan estudios. Hace muchos a?os que no pruebo el champ¨¢n ni pruebo la misa. ?Por qu¨¦ me usan a m¨ª para estas cosas?
Bien por el obispo Iniesta. El no me ha ofrecido dos millones, como los del champ¨¢n, pero si pasa el cepillo de las ¨¢nimas por m¨ª, que me mande la colecta, que falta le hace a mi ¨¢nima. Resulta que voy bien con el vino de la misa y con el champ¨¢n de los banquetes. O sea que, m¨¢s o menos, soy un cl¨¢sico.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.