Estreno mundial del tercer concierto de Manuel Castillo
Dentro de la generaci¨®n del 50, los nombres de Garc¨ªa Abril, Narciso Bonet o Manuel Castillo representan una l¨ªnea no comprometida con la vanguardia. Lo cual no presupone falta de validez contempor¨¢nea en sus creaciones, signadas cada una de ellas, por otra parte, de muy diversa manera.El sevillano Manuel Castillo confiesa no hacerse problema de tales adscripciones est¨¦ticas, aunque un observador avizorado y neutral pueda detectar acercamientos vanguardistas en obras como la Sonata para viol¨ªn y piano. Castillo trabaja sus obras con gran orden conceptual, las depura hasta dar con la expresi¨®n buscada. Como artista muy ligado al piano (¨¦l mismo es excelente int¨¦rprete), a ese instrumento ha dedicado buen n¨²mero de partituras, desde la Sonata de 1949 hasta el concierto estrenado ahora, tercero de los escritos por Castillo.
Partiendo de un pensamiento instrumental muy definido, y siguiendo un esquema formal en cuatro tiempos hondamente relacionados entre s¨ª, nos da Castillo una obra de alto vuelo, si bien un tanto encerrada en s¨ª misma. A partir de un breve dise?o de cuatro notas, cuyas relaciones interv¨¢licas importan desde el principio por cuanto funcionan a modo de idea generadora, el desarrollo llevado a cabo por Castillo, a trav¨¦s de todo tipo de transformaci¨®n, concluye en un total de gran coherencia y fuerte unidad sobre el que se alza, a veces, la sombra de Bartok. Esto en raz¨®n de un cromatismo, un juego interv¨¢lico y una forma de ataques que, a modo de efectos resultantes, nos llevan hacia un bartokismo no calculado. Incluso en movimientos de mayor estatismo y poes¨ªa atmosf¨¦rica -tal el Intermezzo- la evocaci¨®n del autor citado es inevitable. Apuntamos con esto, para ganar tiempo, cierto talantede la obra escuchada por vez primera en la que brilla el truen hacer del compositor, tanto en la parte pian¨ªstica como en la orquestal. En relaci¨®n con los dos conciertos anteriores, m¨¢s tiernos de escritura, sobre todo el primero, el n¨²mero tres desecha f¨®rmulas sensuales e ingresa en un campo de austeridad e introversi¨®n que pod¨ªa adivinarse desde composiciones anteriores. Partitura importante -como lo es la circunstancia de su creaci¨®n gracias a la Beca Reina Sofia-, late en su contexto un deseo de dar con soluciones personales, de acomodar el lenguaje a la idea y de liberar uno y otra tanto del peso de la tradici¨®n como de la servidumbre descubridora.
Por su complejidad y por su contenido, m¨¢s enigm¨¢tico de lo que aparece al primer instante, el concierto de Castillo debe ser escuchado en nuevas ocasiones. En la presente, el autor interpret¨® la parte principal con total dominio y recta orientaci¨®n. ?Qui¨¦n mejor pod¨ªa hacerlo disponiendo de una t¨¦cnica tan considerable como la de Castillo? Garc¨ªa Asensio y la Sinf¨®rilca de RTVE colaboraron a los buenos resultados y, por lo mismo, el ¨¦xito inequ¨ªvoco de esta m¨²sica plena de inter¨¦s.
Inici¨® el concierto la Zambra, de Angel Barrios, uno de los tiempos de la ?suite?, Impresiones del Albayc¨ªn, estrenada por Arb¨®s hace sesenta a?os, e interpretada despu¨¦s por P¨¦rez Casas y Ataulfo Argenta. N¨²mero pleno de gracia popular y bien orquestado. Esto es, con arreglo a cuanto el material r¨ªtmico-modal, de car¨¢cter andalucista, reclama. El p¨²blico, que casi llen¨® el Carlos V, rindi¨® homenaje a los int¨¦rpretes y, de modo particular, al compositor, cuando Garc¨ªa Asensio alz¨® su partitura.
Deb¨ªa ser estreno en Granada la Quinta Sinfon¨ªa, de Shostakovitch, que el maestro valenciano dirige con densidad y brillantez en una versi¨®n esclarecedora, pues enaltece los m¨¦ritos de la obra y disimula lo m¨¢s feble, principalmente las ideas confornistas, tan frecuentes en este autor sovi¨¦tico, tan deudor de sus antepasados como del sinfonismo gigantista de Mahler. Ovaciones y ?bises? son testimonio del ¨¦xito alcanzado.
Babelia
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