La ira de las minorias
Al se?or Alvarez de Miranda la duda le bloquea el cerebro, el enojo le obtura el ca?o de la palabra. Cuando el presidente del Congreso anda sumido entre la duda y el enojo, obligado a decidir, se comporta con la brusquedad del t¨ªmido. Se convierte en un puro impulso contra el cogote del orador. En este caso el cogote pertenec¨ªa a Heribert Barrera, que hab¨ªa abierto la sesi¨®n. Estaba el diputado catal¨¢n defendiendo la Rep¨²blica con ese aire amable, vegetariano y excursionista de ¨²ltimo boticario jacobino, estaba distinguiendo con su fon¨¦tica gutural entre naci¨®n y Estado, entre Catalu?a y Espa?a, cuando en estas disquisiciones herbolario-pol¨ªticas se agot¨® el tiempo. Alvarez de Miranda sac¨® la tijera y cort¨® el verbo del republicano como el que parte el cable de un enchufe. Ni media caridad para redondear el p¨¢rrafo, ni esa cortes¨ªa de un folio. Era un automatismo electr¨®nico, pero dio la sensaci¨®n de que al presidente no le gusta la Rep¨²blica y no acert¨® a disimular. Heribert Barrera volvi¨® castigado al pupitre.El debate constitucional en el Pleno del Congreso comenz¨® con un desahogo verbal de las minor¨ªas contra el consenso. Heribert Barrera habl¨® con la Rep¨²blica a cuestas. El democratacristiano catal¨¢n Ant¨®n Canyellas abri¨® el malet¨ªn de los derechos humanos como un muestrario de bisuter¨ªa fina. Lleg¨® despu¨¦s el invicto Gast¨®n Sariz, orador de banquete de homenaje, y como siempre dio las gracias a todos, pidi¨® perd¨®n a todos, record¨® que el Ebro pasa por Zaragoza y empalm¨® la moral pol¨ªtica con las centrales el¨¦ctricas. Fern¨¢ndez de las Roces, independiente aragon¨¦s, que lo dice todo sin acabar de abrir la boca, anduvo por la tribuna un rato para dejar constancia de su existencia. Letamend¨ªa hizo finalmente el n¨²mero de la agreste machada. Atac¨® a la Constituci¨®n y despu¨¦s se abraz¨® su buena barriga, cla v¨® la barba en el estern¨®n y guard¨® un minuto de silencio por sus muertos, ¨¦l solo, all¨ª arriba encaramado como un fakir sobrealimentado. Mientras tanto, Alvarez de Miranda hab¨ªa mandado pedir unas cuentas. Y hac¨ªa garabatos en un papel al tiempo que las minor¨ªas bailaban la pataleta contra la Constituci¨®n, contra la Monarqu¨ªa, contra el centralismo, contra el consenso o contra lo poco que se les hab¨ªa permitido hablar. Como quien hace una gracia, para zanjar la cuesti¨®n, el presidente Alvarez de Miranda dijo que las protestas de estos diputados representaban solo un poco m¨¢s de 300.000 votos. Alvarez de Miranda de pronto excit¨® la rabadilla del se?or d'Hont y fue obsequiado con un pateo por parte de la izquierda. En esta sesi¨®n inaugural, los grupos parlamentarios renunciaron a la palabra, excepto Alianza Popular y el Partido Comunista. Fraga hizo un discurso de apertura, en clave de sol sostenido mayor, que es el tono de los himnos de derechas. Cogi¨® la unidad de la patria, la familia, la propiedad privada, la libertad de ense?anza, el derecho a la vida, la pena de muerte, todo ello con la zarpa contra el teclado del ¨®rgano, y form¨® un acorde triunfal. Prometi¨® defender esa partida de esencias en el articulado. Santiago Carrillo se limit¨® a ensalzar el consenso como una forma positiva de trabajo, como excusa para no volver a matarse. El Pleno constitucional del Congreso ha comenzado con unos discursos que marcan los cuatro puntos calientes, no digeridos por el consenso, que habr¨¢ que ensalivar durante dos semanas en el hemiciclo. Es lo que se va a hacer en sesiones de manana y tarde hasta alcanzar la suavidad del canto rodado.
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