Comunistas y socialistas, enfrentados en el debate sobre la Iglesia
La menci¨®n constitucional de la Iglesia cat¨®lica y el mandato a los poderes p¨²blicos para que mantengan con ella las consiguientes relaciones de cooperaci¨®n suscitaron ayer un debate en el Pleno del Congreso que result¨® altamente instructivo sobre la estrategia pol¨ªtica con que los m¨¢s importantes partidos parlamentarios abordan la ?realidad cat¨®lica?. Frente a las posiciones de la derecha y el centro, que rozaron la confesionalidad, lo m¨¢s interesante fueron las antag¨®nicas actitudes de comunistas y socialistas. Los primeros, intentando ganarse a un enemigo temible; los segundos, procurando guardar las distancias para evitar una confesionalidad solapada.
Desde una perspectiva tradicional del comunismo, resultaba dif¨ªcilmente digerible la posici¨®n expresada por Santiago Carrillo en un discurso habilidoso, calificado de c¨ªnico por diputados de UCD en los pasillos del Congreso, aunque nadie os¨® adjetivarle as¨ª desde la tribuna de oradores, ni siquiera Manuel Fraga, que pas¨® sobre ascuas por el tema de la quema de conventos durante la Rep¨²blica, remiti¨¦ndose al libro de Montero sobre el asunto. Carrillo hab¨ªa asegurado que ¨¦l, personalmente, trat¨® de impedir tales actos, provocados por la ultraderecha contra la Rep¨²blica y similares a las acciones violentas realizadas hoy por la extrema derecha para desestabilizar la naciente democracia.
Los socialistas, solos
Las distintas fuerzas parlamentarias estuvieron de acuerdo en no establecer la confesionalidad del Estado. Lo que se planteaba era el hacer o no en la Constituci¨®n una menci¨®n expresa de la Iglesia cat¨®lica. Y en este tema, los socialistas se quedaron pr¨¢cticamente solos en contra de dicha menci¨®n, haci¨¦ndose eco de las posiciones progresistas procedentes de los propios cat¨®licos.
En cambio, AP y UCD aparecieron unidas a los comunistas en favor de la expresa alusi¨®n a la Iglesia cat¨®lica. AP, en la raya de la confesionalidad cat¨®lica del Estado, que sus diputados han defendido a lo largo de su trayectoria en el franquismo, abog¨® por la necesidad de reflejar el hecho real de la Espa?a mayoritariamente cat¨®lica., UCD, desde una perspectiva m¨¢s distanciada de la Iglesia, estim¨® conveniente especificar la cooperaci¨®n con la Iglesia cat¨®lica, compatible con la aconfesionalidad del Estado.
El profesor Tierno glos¨® la postura centrista como propia de la Democracia Cristiana, cuyo hueco estaba siendo llenado por UCD, en cuyo seno convergen tambi¨¦n en la misma tendencia una serie de tecn¨®cratas del viejo r¨¦gimen oriundos de una organizaci¨®n con denominaci¨®n religiosa (alud¨ªa, sin nombrarlo, al Opus Dei). Para rematar su intervenci¨®n, en el recuerdo del cambio de posici¨®n de ¨²ltima hora de UCD sobre el tema del aborto, el profesor Tierno declar¨® que sus palabras pod¨ªan ser atendidas ?por cualquier todos; quiero decir, por cualquier persona?.
Esta intervenci¨®n, muy aplaudida por los socialistas, suscit¨® cierta ebullici¨®n en los bancos de UCD, donde Jos¨¦ Pedro P¨¦rez Llorca, Oscar Alzaga, Gabriel Cisneros y Miguel Herrero discutieron sobre la respuesta adecuada. Este ¨²ltimo fue el encargado de darla y, tras conversar con el ministro de Justicia, Landelino Lavilla, explic¨® que UCD cuenta con un sector democratacristiano, lo que no quiere decir que UCD sea democratacristiana ni confesional. En todo caso, rechaz¨® el calificativo como improperio. Desde su esca?o, el se?or Tierno dijo que no se explicaba c¨®mo pod¨ªa Interpretarse como improperio el adjetivo de democratacristiano.
Los comunistas y la Iglesia cat¨®lica
La novedad del planteamiento pol¨ªtico del debate la protagoniz¨® el Grupo Comunista, a partir de una pragm¨¢tica valoraci¨®n del peso soc?al de la Iglesia cat¨®lica, complementada con un decidido deseo de ?no topar? con ella. El prop¨®sito de no enfrentarse con la Iglesia cat¨®lica -en el recuerdo de que ella nutri¨® en buena parte de ideolog¨ªa a los promotores de la cruzada y de la que podr¨ªa de nuevo servir de basamento a la resistencia contra la democracia-, los comunistas lo resuelven otorg¨¢ndole un trato de excepci¨®n, en la esperanza de neutralizarla pol¨ªticamente.
Frente a esta posici¨®n, los socialistas, partiendo de similares premisas, defienden un saludable distanciamiento de la Iglesia cat¨®lica -a trav¨¦s de su no menci¨®n en la Constituci¨®n- para evitar todo peligro de regreso al nacionalcatolicismo.
El reto de Fraga
Junto al debate de fondo, la larga duraci¨®n de esta discusi¨®n -tres horas- dio pie a Santiago Carrillo para asombrarse ante la actitud de los grupos que, como UCD y PSOE, no hab¨ªan querido intervenir en el debate general para ganar tiempo, y ahora se entreten¨ªan en una pol¨¦mica erudita y academicista que retrasaba la terminaci¨®n de los trabajos constituyentes.
Manuel Fraga, por su parte, lament¨® que los jefes de filas de los grandes partidos no bajaran a la arena del debate sobre temas de tanta trascendencia. La alusi¨®n significaba un reto a Adolfo Su¨¢rez y Felipe Gonz¨¢lez -silenciosos votantes, hasta el momento, en el debate constitucional-, con los que el l¨ªder de AP ans¨ªa medirse en un terreno como el de la discusi¨®n parlamentaria, que considera favorable para s¨ª.
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