Canarias, despu¨¦s de Jartum
LA "CUMBRE" de la Organizaci¨®n para la Unidad Africana (OUA) tan s¨®lo ha logrado un m¨ªnimo consenso en cuestiones fundamentales. Sus decisiones, quiz¨¢ con la excepci¨®n de la relativa al Sahara, no parecen tener mayores implicaciones pr¨¢cticas y se refieren a problemas y aspiraciones (la condena de las intervenciones extranjeras, el impulso a la pol¨ªtica de no alineamiento, la creaci¨®n de una fuerza panafricana y el aumento de las presiones sobre Sur¨¢frica) que si bien recogen el asentimiento casi un¨¢nime de los Estados africanos, no tienen soluci¨®n f¨¢cil.Este relativo consenso, siempre flanqueado por discrepancias en campos concretos, refleja la pluralidad y falta de homogeneidad del continente africano, que s¨®lo para los ide¨®logos posee identidad pol¨ªtica. Su diversidad de reg¨ªmenes pol¨ªticos, religiones, razas y niveles de desarrollo econ¨®mico dif¨ªcilmente pueden canalizarse en un organismo regional creado siguiendo los moldes occidentales y pensado, en principio, con una visi¨®n uniformadora. Basta se?alar que la cumbre de la OUA conden¨® toda intervenci¨®n exterior y la instalaci¨®n de bases militares extranjeras, pero reconociendo, a la vez, el derecho de cada pa¨ªs a llamar a otra en su ayuda en caso de peligro. Recordemos tambi¨¦n que: la nueva condena a Sur¨¢frica se compagina mal con el lecho de que algunos Estados africanos mantengan excelentes relaciones con el r¨¦gimen de Vorster. Finalmente la organizaci¨®n ha mostrado de nuevo su incapacidad para mediar en los litigios entre Etiop¨ªa y Somalia, entre Etiop¨ªa y Sud¨¢n y entre Chad y Libia.
En cuanto a los intereses franceses y espa?oles afectados por la cumbre africana, para Francia los temas principales eran sus intervenciones militares en Zaire y Chad y el futuro de la isla de Reuni¨®n, y para Espa?a, la supuesta ?africanidad? de las islas Canarias. Puede decirse que nuestros derechos han quedado a salvo, al menos por ahora. Los jefes de Estado y de Gobierno concluyeron con imprecisi¨®n y sin, resultados las discusiones sobre la intervenci¨®n militar extra-africana en el continente negro, y aplazaron sus debates sobre Reuni¨®n y Canarias.
En lo que a Espa?a se refiere, la cumbre rechaz¨® la recomendaci¨®n del Consejo de Ministros de Tr¨ªpoli, que propon¨ªa el reconocimiento del MPAIAC, y se neg¨® a aceptar un proyecto de resoluci¨®n sobre el archipi¨¦lago y sobre sus aguas, que Argelia llev¨® directamente a las comisiones pol¨ªtica y econ¨®mica de la cumbre.
Todo ello, que constituye un duro rev¨¦s para la diplomacia argelina, no supone que la cuesti¨®n canaria haya sido erradicada de los debates de la OUA, donde contin¨²a inserta en las agendas de reuniones no lejanas, y en la que los eventuales progresos en la unidad africana pueden construirse a costa de equ¨ªvocos y ambig¨¹edades sobre los proyectos descolonizadores.
La actividad desplegada por el Ministerio de Asuntos Exteriores y por las misiones de parlamentarios, en las que la Oposici¨®n cerr¨® filas con el Gobierno, ha jugado su papel en los resultados obtenidos en Jartum. Pero ello no debe dar pie al triunfalismo, porque las tablas conseguidas en Sud¨¢n tuvieron ¨ªndices suficientes de improvisaci¨®n Por parte espa?ola en un debate abierto desde 1968, sometido a sobresaltos desde hace meses ante la opini¨®n p¨²blica espa?ola y minimizado por el propio palacio de Santa Cruz semanas antes de la cumbre.
Pero, y sobre todo, nadie debe confundir los resultados de Jartuni con el fondo del problema y los or¨ªgenes de este debate, que parten de la crisis pol¨ªtica y militar del Sahara occidental y de las responsabilidades y actitudes pol¨ªticas de Espa?a en el norte de Africa. Si la discusi¨®n sobre Canarias se reaviv¨® en Jartum fue porque Argelia jug¨®, en el tablero norteafricano, este movimiento de reto a la pol¨ªtica exterior espa?ola en la zona para conseguir un repliegue de Madrid en el Sahara. Y esta crisis, enraizada al sur de la Pen¨ªnsula, y espol¨®n ¨²nico y real del tema canario, es la que el palacio de Santa Cruz debe campear dando cuerpo y consistencia a sus reiteradas y simples declaraciones de intenci¨®n favorables a una pol¨ªtica de ?equilibrio y cooperaci¨®n? de Espa?a con las naciones del norte de Africa.
La crispaci¨®n Madrid-Argel, las vicisitudes mauritanas tras el golpe militar, que dio a Francia iniciativa y protagonismo en la zona, y las relaciones con Marruecos son los temas a desarrollar por Asuntos Exteriores con un objetivo primordial: la b¨²squeda de la paz en las arenas del Sahara, en colaboraci¨®n con la OUA y la ONU.
La segunda ense?anza y consecuencia de la cumbre africana est¨¢ en la necesidad de solucionar la crisis socio-econ¨®mica del archipi¨¦lago, de potenciar su econom¨ªa, de dotarlo de instituciones que le permitan su verdadero autogobierno y acabar con el distanciamiento pol¨ªtico y cultural con respecto a la Pen¨ªnsula. El desempleo canario, la crisis de su flota pesquera, el deterioro de su agricultura, el desequilibrio de su industria tur¨ªstica y el debate ligero surgido en torno a las posibilidades estrat¨¦gicas del archipi¨¦lago, con el oportunismo premeditado de partidos pol¨ªticos y potencias extranjeras, son elementos clave que necesitan una pol¨ªtica de saneamiento econ¨®mico y social y de claridad en el ¨¢mbito estrat¨¦gico.
Mal est¨¢ que sean Argelia y la cumbre de la OUA quienes hayan levantado el debate de la crisis canaria. Pero peor ser¨ªa el aplazamiento de la estructuraci¨®n de las soluciones pol¨ªticas y econ¨®micas necesarias.
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