Nuevo r¨¦gimen para Nicaragua
EL PRESIDENTE de Nicaragua, general Anastasio Somoza, podr¨ªa con su dimisi¨®n facilitar el cambio de r¨¦gimen que el pa¨ªs necesita y, al mismo tiempo, encontrar una salida al embrollo formado por el asalto del comando sandinista al Palacio Nacional de Managua. Este a?o se han acelerado notablemente las convulsiones en el pa¨ªs y, por el grave cariz que ¨¦stas adquieren, no es probable que acabe 1978 sin un cambio pol¨ªtico por golpe de Estado o retirada de Somoza, o sin una guerra civil m¨¢s o menos declarada.Desde el primero de enero pasado hasta hoy, con el asesinato del periodista Pedro Joaqu¨ªn Chamorro, la convocatoria de dos huelgas generales, el retorno de l¨ªderes exiliados y, por fin, la ocupaci¨®n armada del Congreso, la protesta se ha manifestado constantemente y se ha ampliado a nuevos sectores de la poblaci¨®n. Igualmente, la oposici¨®n se ha enriquecido con nuevas simpat¨ªas y adhesiones que han confirmado su transformaci¨®n desde las primeras organizaciones guerrilleras a una especie de gran uni¨®n contra la dictadura que incluye sectores de la burgues¨ªa liberal, algunos elementos conectados con la oligarqu¨ªa somocista e, incluso, de la Guardia Nacional, cuerpo pretoriano de la gran familia.
La dimisi¨®n de Somoza registra tal grado de acuerdos tal cantidad de radicalismos tambi¨¦n, que no es f¨¢cil encontrar una normalidad para el pa¨ªs que no pase a trav¨¦s de aqu¨¦lla. Para los nicarag¨¹enses, queremos decir para los nicarag¨¹enses progresistas, la remoci¨®n del presidente y el alejamiento de su familia, los propietarios de buena parte de Nicaragua, es no s¨®lo un objetivo pol¨ªtico o una trayectoria social. M¨¢s a¨²n, todo ello pertenece tambi¨¦n a los dominios de la liberaci¨®n psicol¨®gica ante una opresi¨®n eterna y una dictadura que no cesa desde los a?os treinta. En Nicaragua, como dir¨ªa Armand Gatti, la dictadura se ha convertido en una mala costumbre. Y es que los Somoza son uno de los ¨²ltimos ejemplos de las figuras recreadas por Miguel Angel Asturias, del mismo modo que Nicaragua, en virtud de esta familia y de Estados Unidos, ha sido un secular y paternal feudo norteamericano, as¨ª como un campo de operaciones para los marines; la ocuparon de 1922 a 1933, y de un modo u otro siempre han estado presentes los soldados y los financieros de Washington en la direcci¨®n de la pol¨ªtica nicarag¨¹ense.
Por ello no es extra?o que los guerrilleros se reclamen del general Sandino -luchador contra los soldados norteamericanos- y que, hoy como ayer, el desenlace de la cuesti¨®n corresponda en buena medida a los designios de la Casa Blanca. Del mismo modo que las pasadas elecciones en la Rep¨²blica Dominicana supusieron una prueba afirmativa de la buena voluntad del presidente Carter, Nicaragua evaluar¨¢ la extensi¨®n y la firmeza de su pol¨ªtica de derechos humanos. Pero Estados Unidos no puede considerar ya que la ¨²nica forma de sujetar a Nicaragua en sus manos consiste en mantener o renovar una dictadura que nadie desea.
El general Somoza concluir¨ªa su mandato normal en el a?o 1981 y frente a las repetidas peticiones de dimisi¨®n ha afirmado su voluntad de concluir el nuevo per¨ªodo, una y otra vez prolongado desde 1963. Es dif¨ªcil que as¨ª sea y que la paciencia del pueblo nicarag¨¹ense, que milagrosamente se ha alargado tanto como el poder de los Somoza, pueda renovarse m¨¢s. En cualquier caso, tambi¨¦n para Estados Unidos el problema de Nicaragua tiene connotaciones psicol¨®gicas o, quiz¨¢, pertenecientes a la psicopatolog¨ªa. A los norteamericanos Nicaragua les recuerda mucho la Cuba precastrista y Somoza al Batista de 1958. Si durante tanto tiempo han apoyado a los Somoza es porque ve¨ªan en su dictadura un firme basti¨®n contra la Cuba de Castro. Fue all¨ª desde donde fue lanzada la tr¨¢gica expedici¨®n contra bah¨ªa de Cochinos, en el a?o 1961.
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