El ins¨®lito peregrinaje de los libros de Bergam¨ªn
Peregrino destino, sin duda, es que la obra de Bergam¨ªn ande por Espa?a como anda, en rincones de ediciones, las m¨¢s de ellas extraviadas. Cabr¨ªa, con otro autor, seguir la costumbre ret¨®rica de indignarse, lamentabilizarse o inconcebibilirse: no ha lugar. Casi en los libros mismos pareciera que no encuentra lugar adecuado su particular g¨¦nero de escritura, su peregrino pensar, que pasa como, sobre ascuas por las recopilaciones, trastrocando los t¨ªtulos de modo que lo que era al volver ayer, hoy es antes de ayer y pasado ma?ana. ?C¨®mo, pues, emperrarse en que su obra se edite ordenadamente, abandonando sucesiones pasajeras y err¨¢ticas, cuando a lo mejor es el ¨²nico h¨¢bito con el que siente que le llega la camisa al cuerpo? ?C¨®mo obligar a ese sarmiento o zarza ardiendo de su escribir empezar a cesar y completarse, a obrar en nuestras manos como obras completas?Bien est¨¢ que sus textos haya que buscarlos, pedirlos y prestarlos, que para conseguir t¨ªtulos suficientes para saber de su savia hagan falta Dios y ayuda. No hay, posiblemente, hoy tres escritores de su talla en nuestra lengua. Seguramente no hay ninguno que merezca. tanto la, pena -gustosa pena de b¨²squeda y captura- de su lectura.
Por sorpresa, lo ¨²ltimo que nos llega de ¨¦l, pulqu¨¦rrimamente editado y hasta con algo tan afortunado que pienso es cumplido del editor y no suerte sola m¨ªa, y que son unos p¨¦talos de rosa, acordados con el color y con el alma del libro, que Ediciones Turner, en su colecci¨®n Beltenebros, nombre canonizado por Bergam¨ªn, ha metido entre las hojas, es un libro de poes¨ªa extraordinario y curioso, como propio de su autor: Velado desvelo, que recoge sus versos de 1973 a 1977.
Lo curioso est¨¢ en que no se trata de un libro de curiosidades, de unos versos curiosos y aseados que nos acerquen a la vertiente marginal de un prosista eminente. Tampoco se trata de la curiosidad intimista del pensador que vierte lo m¨¢s ¨¢spero de la cotidianeidad en unos versos, como suele decirse, ?muy sentidos?. Confieso que de testo estos poetas aficionados, precisamente porque su afici¨®n mayor suele no pasar de cumplimentar las costuras de la rima.
Todav¨ªa llega a m¨¢s la rareza de Bergamin, porque en los casos de poetas ocasionales, la sujeci¨®n a las f¨®rmulas primeras de su formaci¨®n, l¨ªrica suele embalsamar malamente la sentida confidencia que en momento particular nos hacen de su miedo a la muerte, con tal o cual h¨¢bito vestida, aunque el h¨¢bito m¨¢s usado de la muerte sea la vejez. El acartonamiento de la expresi¨®n po¨¦tica en estos casos deviene amortajamiento. Aunque en los modos dominantes de esa expresi¨®n en Espa?a no hay muchos ejemplos donde contrastar lo que decimos y nunca he sido muy alexandrino; recuerdo c¨®mo me impresion¨®, saliendo de la adolescencia, la lectura de los Poemas de la consumaci¨®n, del flamante Nobel, y hoy se me antoja el libro m¨¢s apropiado para comparar con este Velado desvelo de Bergam¨ªn. Aleixandre, est¨¢ all¨ª, como se dice los profesionales, en gran forma: pocas veces su verso ha conjuntado tal soltura y ligereza, tal acompasamiento en esa cadencia que marca la l¨ªrica, de la etapa superior del veintisiete y que tan propicia resulta al temblor del que ve que se va, del que mira alejarse, m¨¢s cerca que nunca, las gracias del mundo.
Pues lo que en ese Aleixandre, acaso el mejor, era feliz conjunci¨®n de momento y estil¨®, de emoci¨®n expresiva y forma l¨ªrica consolidada por contempor¨¢nea, en Bergam¨ªn, diez a?os despu¨¦s, es todo lo contrario: reutilizaci¨®n de una forma l¨ªrica ya en desuso o, como m¨ªnimo, desusada, para en ese odre verter el vino o el ac¨ªbar del que no se va del mundo, sino al rev¨¦s: del que se queda cada d¨ªa como si despertara al primero o al ¨²ltimo. Nunca menos sepultado sentimiento que ese de la noche m¨¢s viva, m¨¢s desvelada cuanto m¨¢s recordada de sus a?os, cuando el cuerpo despierto, en carne viva y abierta por las heridas del tiempo devana locamente sus sentidos, el no poder querer ni dejar de querer, padeciendo, en el ir y venir de la luz y la oscuridad, ?la pesadumbre del cielo? que Bergam¨ªn contempla en uno de sus mejores versos.
Entre los que de 1973 a 1977 ha ido juntando Bergam¨ªn, f¨¢cilmente observar¨¢ el lector tres referencias: B¨¦cquer, Juan Ram¨®n y Unamuno. Entre los dos primeros se tiende el hilo m¨¢s tenso, la cuerda m¨¢s templada de la l¨ªrica contempor¨¢nea en nuestra lengua. El tercero es caso aparte de l¨ªrico montaraz y medio trabucaire, presente tantas veces en el pensar y el decir bergaminesco y santo entre los santos de su devoci¨®n. (Tambi¨¦n inquebrantable versificador: 189 poemas en bloque nos ofrece Bergam¨ªn.)
B¨¦cquer ha sido muy injustamente considerado por lo mejor de nuestra cr¨ªtica, que a su vez lo es de nuestra poes¨ªa -Cernuda, Salinas, Guill¨¦n, entre los m¨¢s le¨ªdos- como fuente indubitable de la l¨ªrica de nuestro siglo. Luz m¨¢s reconocible en tal o cual verso incandescente con que preludian sus poemas los del veintisiete, que en el aprecio y sopesamiento global de su obra literaria por la cr¨ªtica, m¨¢s hecha a reconocer la hoguera que el destello. Juan Ram¨®n desarrolla hasta su mejor etapa, la ¨²ltima, la de Espacio y Animal de fondo, ese depuramiento cristalino que es legado de B¨¦cquer. Pero a B¨¦cquer hay que recurrir siempre sin mediaciones, escogiendo, como hace Bergam¨ªn en su libro, el verso que deslumbra de blancura en la p¨¢gina en blanco: Esperando la mano de nieve..
Pero el verso becqueriano resulta dificil¨ªsimo por ir a contrapi¨¦ de la m¨¦trica irregular, cada vez m¨¢s alargada en su cadencia, de la poes¨ªa espa?ola moderna. Y fuera de Juan Ram¨®n y Jorge Guill¨¦n hay pocos que hayan insistido -sin resultar arcaicos- en lo que, seg¨²n le dec¨ªa aqu¨¦l a Lezama en su coloquio de 1937, era el metro espa?ol por excelencia: el octos¨ªlabo, valga hoy como paradigma de verso corto y rimado en consonante. Claro que para meterse con un toro tan toreado hace falta tener mucho valor. Y eso es lo que el lector de Velado desvelo encontrar¨¢, sin duda alguna: el enorme, el magn¨ªfico valor po¨¦tico de Bergam¨ªn. Si superamos, como empieza ya a hacerse, una visi¨®n evolucionista a ultranza, un poco tecnocr¨¢tica, de las excelencias de la actualidad literaria, estaremos en condiciones de pararnos a gustar el verso l¨ªmpido, anhelador, tan sencillamente profundo de Velado desvelo, corno una parte m¨¢s de esa figura siempre por recomponer, por sacar de su pura arista, echando chispas, que es la de Bergam¨ªn. Como un diario, como el diario ¨ªntimo de un hombre que ha pensado en la muerte cada d¨ªa.
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