El amor compartido
En la ya abundante filmograf¨ªa de Marco Ferreri ocupan lugar destacado, tras sus primeros ¨¦xitos en el llamado humor negro introducido por ¨¦l en el cine espa?ol, ciertos filmes en los que, a modo de ap¨®logo o par¨¢bola, intenta analizar el mundo actual en sus aspectos m¨¢s inmediatos, a trav¨¦s de ciertos temas que, de modo inevitable, nos tocan hoy de cerca. En este tipo de historias, nunca gratuitas, es preciso citar La gran bouffe entre las m¨¢s conseguidas y entre las menos logradas, en cambio, Dillingar ha muerto, filme que sigue inmediatamente a este Har¨¦n que nos llega ahora con casi conce a?os de retraso.Ni tan denso y conseguido como, el primero, ni tan esquem¨¢tico, lejano y frio como el otro, recuerda a uno, sin embargo, en ciertas soluciones dram¨¢ticas -la reuni¨®n de hombres solos, encerrados en la casa-, y al segundo, en su desfase general entre s¨ªmbolo y realidad, entre moral y alegor¨ªa.
El har¨¦n
Gui¨®n de Marco Ferreri y Rafael Azcona. Int¨¦rpretes principales: Carroll Baker, Renato Salvatori, Gastone Moschin. Italia. Farsa dram¨¢tica. 1967. Local de estreno: Cine Gayarre.
El har¨¦n al que el filme se refiere no es, como podr¨ªa suponerse, de aquellos tradicionales creados por los hombres, sino femenino y particular, alzado sobre una especial relaci¨®n de la mujer frente a cuatro hombres a los que ama con igual devoci¨®n e intensidad.
La mujer pretende mantenerlos en torno a s¨ª, dominarlos en cierta medida, ser justa, afable y cari?osa con todos, es decir, tratarlos como amigos, amantes y compa?eros, rechazando, por supuesto, toda idea de matrimonio. Sin embargo, el har¨¦n, o lo que es lo mismo, el hombre, se revela pronto ind¨®cil, ego¨ªsta, incapaz de olvidar sus diferencias, formando un frente com¨²n que pronto viene a caer en la tradicional guerra de los sexos.
Este frente com¨²n, este m¨²ltiple enemigo de la protagonista acabar¨¢ humill¨¢ndola y, a la postre, poniendo fin a su vida en un juego entre ir¨®nico y grotesco a orillas del mar, que viene a subrayar el sentido feminista de la pel¨ªcula.
As¨ª, pues, nos hallamos ante una f¨¢bula de tal ¨ªndole, m¨¢s desfasada que La ¨²ltima mujer y, por tanto, mucho menos conseguida. Como cualquiera sabe, en una alegor¨ªa todos los elementos, empezando por los personajes, deben tener al menos un sentido simb¨®lico. Aqu¨ª muchos carecen de tal car¨¢cter, se acercan a veces demasiado a la realidad o est¨¢n vistos de modo esquem¨¢tico.
Ferreri es un realizador demasiado preocupado por la moral, y esta obsesi¨®n, en arte, suele jugar, a veces, malas pasadas. En ocasiones se dir¨ªa que esa moral agota an¨¦cdota y personajes, convirti¨¦ndoles en sombra de s¨ª mismos, en peones que el autor mueve en un juego que pronto adivinamos.
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