Cambiar la vida
ENVIADO ESPECIAL, Lluis de Serracaut, o por mejor decirlo Flor de Oto?o, fue una ex¨®tica planta que floreci¨® all¨¢ por los a?os veinte en Barcelona. Nunca como en esta ocasi¨®n puede hablarse de una personalidad compleja, puesto que su condici¨®n de homosexual influ¨ªa en sus tendencias libertarias, llev¨¢ndole a anticiparse en el tiempo a cierto tipo de reivindicaciones actuales. Lo que no consigui¨® con su nombre verdadero, a la luz del d¨ªa, acostumbraba a llevarlo a cabo de noche, vestido de mujer, en los ¨ªnfimos cabarets de la ciudad, tomando como nombre art¨ªstico el que da t¨ªtulo al filme y que alude a un vago aroma de amor y decadencia.As¨ª, convertido en una especie de doctor Jekill y m¨ªster Hyde, abogado, hijo de buena casa y a la vez anarquista militante, Lluis de Serracaut pagar¨¢ con su vida, con esa vida de la que estaba tan poco satisfecho, su intento de mudar el estado del pa¨ªs, volando para ello el tren que llevar¨ªa hasta su ciudad al general Primo de Rivera.
Como salta a la vista, no es ¨¦sta una historia al uso ni, por supuesto, gratuita, como tampoco lo fue la de Hildegard, otra curiosa libertaria cuya semblanza nos trajo hace un a?o este mismo festival.
Presentarlos, matizar la vida de personajes como ¨¦stos supone, a m¨¢s de los riesgos evidentes del rid¨ªculo o la frivolidad, saber llevar la historia hasta su justo fin, sin manique¨ªsmos, recursos f¨¢ciles o absurdas justificaciones. Todo ello lo ha conseguido Pedro Olea, logrando a la vez su mejor pel¨ªcula hasta la fecha, la m¨¢s dif¨ªcil y la m¨¢s completa. Ha contado para ello con la reconocida eficacia de Rafael Azcona en el gui¨®n, con el oficio excelente de Antonio Cort¨¦s en la ambientaci¨®n y, sobre todo, con un actor como Jos¨¦ Sacrist¨¢n, capaz de dar vida a su dif¨ªcil personaje en una gama total que va de lo grotesco a lo pat¨¦tico, desde lo ir¨®nico a lo tr¨¢gico. Si sus caritables en el Batacl¨¢n son buenos, toda su relaci¨®n con la madre, encarnada por Carmen Carbonell, resulta excepcional, cargada de dif¨ªcil emoci¨®n tan sobria y matizada.
Pedro Olea muestra aqu¨ª su certera direcci¨®n de actores, pues, cada cual en su papel, todos se muestran convincentes, seguros, desde Roberto Camardiel o el coro de travestis, dif¨ªcil y elocuente, hasta un Paco Algor a de singular categor¨ªa, entra?able y cordial, o un Carlos Pi?eiro que sabe dar al amor de los hombres su justo y sincero tono. S¨®lo es preciso recordar a los tres en la ¨²ltima secuencia del filme para reconocer en el autor a uno de los realizadores j¨®venes espa?oles de superior categor¨ªa:
Si con Un hombre llamado Flor de Oto?o el festival ha comenzado a tomar vuelo, con Utop¨ªa, perteneciente al lote franc¨¦s, ha vuelto a sus caminos habituales, pues, a pesar del paso de los a?os, nunca falta en este tipo de cert¨¢menes un filme galo de pretensiones parecidas, cuando no de pedanter¨ªa tan insoportable. De igual modo que llegan pel¨ªculas alemanas pl¨²mbeas, italianas zafias o espa?olas torpes, cierto tipo de mal cine franc¨¦s parece especializado en abrumarnos con pseudofilos¨®ficas cuando no con par¨¢bolas elementales. En este caso se trata de un autor iran¨ª afincado en Par¨ªs, pero es lo mismo. Aunque su modesta biograf¨ªa no lo apuntara, no es preciso ser ning¨²n especialista para adivinar que tal realizador procede, del Instituto de Altos Estudios Cinematogr¨¢ficos. Su pel¨ªcula m¨¢s all¨¢ de baratas metaf¨ªsicas, es, sobre todo, un ejercicio de fin de curso de cualquier centro de estudios parecidos.
La mayor parte de la historia nos la narra una voz en off sobre im¨¢genes del rostro de Laurent Terzieff y pasadas sobre agrestes paisajes.
El protagonista, del que se sabe poco, quiere cambiar tambi¨¦n el mundo, pero no con la violencia, sino con versos que ofrece a quien quiere aceptarlos y con los que intenta pagar el pan que come en su absurdo periplo en busca de una utop¨ªa que, como es l¨®gico, nunca llegar¨¢ a ver realizada. Rechaza el amor, el mundo, el trabajo y s¨®lo encuentra amparo y comprensi¨®n, tal como suele suceder, en el mundo generoso de los ni?os. Si en este filme se prescindiera de todo cuanto sobra porque no dice nada, de juegos de c¨¢mara y encuadres gratuitos, de palabras vac¨ªas y pensamientos banales, nos quedar¨ªamos con un mediometraje apoyado en poemas de algunos modernos cl¨¢sicos.
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